Para llegar hasta la medalla de bronce que acaba de conseguir en el Campeonato Mundial con sede en España, la ruta de Pedro Alexis Veitía Llorente fue tan complicada como el propio organigrama que siguió hasta sumarse a los pocos pugilistas espirituanos inscritos en el medallero universal de la disciplina.
No solo porque sus primeros golpes los dio casi a ciegas en un ring improvisado en Palmarito, la comunidad trinitaria donde nació. Allí, para bien, torció sus predilecciones a los nueve años.
“No había otro deporte aquí en el campo, me gustaba la pelota, pero no tenía entrenador, entonces el profesor con Yordanki Cuevas me preguntó si me gustaba el boxeo y me apunté, comenzamos en el cuadro de pelota cuando bajaba el sol y terminaba las clases, entrenábamos en una sombra que había con otros muchachos del área. En sexto paso a la EIDE, fui a los Juegos Escolares y obtuve bronce, luego una de oro que me llevó a la preselección nacional y ya en el juvenil obtengo oro”.
En el camino al Mundial, en el 2021, debió vencer dos veces la covid. La primera de ellas esta reportera le sirvió, sin conocerlo, de mediadora para encontrar una cama en un centro de aislamiento a media noche y perdido por una callejuela espirituana, de donde fue trasladado por el SIUM en una gestión salvadora de Eduardo Contreras, el director municipal de Salud.
“Cuando llegué a La Habana me repitieron el PCR y volví a dar positivo y al salir me volvieron a ingresar con dengue, me recuperé y empecé a entrenar poco a poco y subí de peso, porque en una competencia anterior había bajado mucho, incluso en el clasificatorio de México perdí mi primera pelea, pero me fui poniendo fuerte en la división”.
Para atraer la decisión de sus entrenadores, no necesitó más golpes que los de su propia voluntad para imponerse. “Tuve que eliminarme en el nacional juvenil, tuve controles con el equipo de mayores, combatí con campeones olímpicos como Roniel Iglesias. Eso me dio mucha experiencia y confianza, porque cuando entrenas con uno que es el mejor del mundo, cuando te enfrentas con uno de tu categoría sientes que eres el mejor”.
Ya en cuadriláteros españoles, escaló poco a poco hasta el podio de los 71 kilogramos, acumuló victorias ante el lituano Nidas Marma, por la vía del RSC en el asalto intermedio, 4-0 frente al alemán Ramil Schaefer y 5-0 en cuartos de final ante el kazajo Yegor Yegorov: “Traté de adaptar cada pleito al rival que tenía enfrente, por ejemplo, el primero me basé en pelear calmado y trabajar bastante la mano adelante, con el alemán fue un poco más difícil, porque era un rival alto e incómodo, salí a forzarle la pelea en el segundo y tercer asaltos, porque los jueces me vieron perder el primero”.
Luego cayó 3-0 en semifinales ante Fazliddin Erkinboev, de Uzbekistán: “Me sentí bien, fue tremenda pelea, pero los jueces me vieron perder, no es lo que quería porque todo el mundo quiere el oro, pero estoy contento y satisfecho, porque significa mucho en mi carrera”.
Por el alcance de las redes sociales, Palmarito siguió a su pequeño ídolo, golpe a golpe. Por eso le prepararon un convite de recibimiento por todo lo alto, también porque, si recuerdo bien, nunca antes un deportista de la zona había logrado llegar tan alto en un evento internacional de cualquier deporte
“No esperaba eso. Todo fue de lo más lindo con los alumnos de la primaria, todo el mundo en las calles, eso me dio mucha alegría de ser como el orgullo del pueblo”.
Y lo es. Ahora espera por un llamado para el equipo nacional de mayores, desde donde aspira a escalar a lo más alto del ring.
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