Cuando Elianna logró hablar por primera vez ya tenía tres años y lo que hasta ese entonces no decía con palabras lo expresaba con una hiperactividad que ponía a correr a todos en la casa. La sugerencia de aquella enfermera en Guayos le crispó la vida a Hirania, la mamá de la pequeña, y luego el diagnóstico de los médicos le pondría nombre de enfermedad a la sospecha materna: su hija no escuchaba, padecía —y padece— hipoacusia severa.
Fue aprender a escucharla hasta por los gestos, a hablarle con el alma, a enseñarle a comunicarse poco a poco, a tenerle paciencia infinita. Ahora que lo cuenta a Escambray Hirania, en medio de una de las consultas del Centro Auditivo Provincial donde su hija ha sido paciente desde niña y hasta los 31 años que tiene, a veces lo que habla por ella son las lágrimas.
“La prótesis se la puse a los dos años y empezó a hablar a los tres —rememora Hirania Díaz Hernández—. Me dijeron que si podía ponerla en una escuela de enseñanza normal y empezó en la de Olivos II y pasó mucho trabajo, pero es muy inteligente. Hoy por hoy es licenciada en Ciencias de la Computación y máster en Ciencias de la Educación.
“Su hermano, que es siete años menor, también padece hipoacusia severa. Yo lo sospechaba y en el círculo me dijeron que lloraba y se tapaba los oídos. A los dos los atendía en La Habana y desde la adolescencia aquí”.
Es el Centro Auditivo Provincial donde como los hijos de Hirania otros niños, jóvenes y adultos reciben una atención esmerada que rebasa los límites de la ayuda especializada que les brindan médicos, enfermeras y licenciadas en varias tecnologías de la salud. El centro, en verdad, desde hace muchísimos años ha sido la cobija y los oídos de todos.
PUERTAS ABIERTAS
Antes de mudarse en el 2018 a uno de los locales de lo que los espirituanos aún llaman el Materno Viejo, el Centro Auditivo Provincial funcionaba en el otrora hostal Los Espejos. Mas allí no tenía ni el confort ni las condiciones estructurales que garantizan la accesibilidad para todos como las tiene hoy.
Lo ilustra claramente Liannet Arrue García, la administradora de la institución, quien habla de los impedimentos para realizarles determinadas pruebas a quienes no podían subir hasta el segundo nivel o las limitaciones de espacios. Sin embargo, aunque desde hace cuatros años habitan aquellos locales todavía muestran, quizás, la lozanía del estreno.
“Aquí se atienden alrededor de 30 pacientes diariamente —señala Arrue García— que, por lo general, acuden remitidos de su área de Salud o desde el Hospital General Camilo Cienfuegos con una patología auditiva crónica. El día que viene el paciente se le hace todo: lo ve la doctora, se le hacen las pruebas que lleva y si es necesario hacerle lavado también se le realiza”.
Pocos locales bastan para brindar una amplia gama de servicios: lunes y miércoles se atienden a los pacientes adultos y, los martes y los jueves, los niños; se hacen varias pruebas y se reparan, en la medida de las posibilidades, los equipos. Todos se diagnostican allí, se les toma la impresión de los moldes auditivos que, luego y dada las disponibilidades del país, se hacen en La Habana y se les vende desde las pilas —que también se comercializan en las Ópticas de los distintos municipios— y las prótesis, estas últimas según sean adquiridas por la isla.
“En estos momentos las prótesis que tenemos son de niños y de adultos de mediana potencia —se clasifican en mediana potencia, alta potencia y superpotentes—. Pero en estos últimos cuatro años han entrado pocas prótesis y tenemos varios pacientes en lista de espera”, asegura la administradora.
Y les duele casi tanto como a los pacientes, al igual que lamentan los trabajadores que la rotura del timpanómetro impida realizar allí las timpanometrías —aunque se ha tomado la alternativa de enviar algunos casos a Villa Clara para realizarse el examen— y del adaptador, lo que imposibilita ajustarles los equipos a los pacientes.
Quizás lo sufren porque se conduelen de lo difícil que es no escuchar y de la necesidad que tienen todos los que acuden allí, que no son pocos.
Detrás del buró de su consulta la doctora Mabel Sarduy Polanco, especialista de primer grado en Otorrinolaringología y Audiología y máster en Longevidad Satisfactoria, casi puede enumerar caso a caso.
“El paciente cuando llega aquí trae su primera audiometría y cuando presenta alguna alteración si es necesario se le vuelve a repetir y otros exámenes como la acufonometría, pruebas supraliminares, la impedansiometría… y se decide el diagnóstico —sostiene Sarduy Polanco—. Después que se diagnostica la enfermedad del paciente se decide si se le pone tratamiento médico o rehabilitador protésico y, en dependencia de su pérdida auditiva, se le indican los moldes auditivos donde posteriormente se le instalará la prótesis”.
Varias son las patologías que se diagnostican y entre las más frecuentes la especialista señala: las hipoacusias congénitas, las previacusias o sordera del anciano, el Síndrome de Meniere, fotoesclerosis, otitis media crónica con hipoacusia de secuela, hipoacusias poscovid y traumas acústicos o soderas provocada por exposición al ruido.
ESCUCHAR A TODOS
“A mí sí se me han presentado barreras, por ejemplo, mis compañeros de aula tenían su mundo aparte y yo siempre andaba sola porque me rechazaban, pero siempre he enfrentado todo en la vida. Cuando terminé la primaria y empecé la secundaria conocí estudiantes sordos, me comuniqué y empecé a relacionarme con ellos y en el camino fui aprendiendo también la lengua de señas”, lo narra ahora Elianna cuando las palabras y los sonidos han ido curando los silencios de antes.
Ha sido un camino difícil, pero sorteado a base de empeño y de la ayuda de maestros y la familia. Lo agradece con los gestos y con el habla que ha perfeccionado con los años.
“Estudié en el Instituto Politécnico de Informática y tuve que esforzarme mucho con las asignaturas, pero al final me gustaron y tuve muy buena calificación —dice Elianna—. Terminé el doce grado, me incorporé a la universidad y me gradué de licenciada en Ciencias de la Informática Educativa y después hice la maestría”.
Similares experiencias han vivido algunos de los que no pueden escuchar, otros han ido a escuelas destinadas a este tipo de enseñanza especial y muchos trabajan pese a la discapacidad que a veces solo delata el dispositivo en el oído.
Y el sacrificio también se hace cotidianidad en quienes trabajan en el Centro Auditivo. Lo expresa Dayana Rojas Calzada, licenciada en Electromedicina, y quien allí repara las prótesis que se dañan.
“En este momento trabajamos con pocos recursos, pero a veces los pacientes, cuando a los equipos se le da baja, los dejan y de ahí si se puede aprovechar para otro equipo se hace. Es muy duro saber que el paciente llega con esa discapacidad y no poderle resolver el problema”.
Igual lo siente Meilyn Paz Rodríguez, licenciada en Logoaudiofonología, quien no solo vence las vicisitudes que impone viajar diariamente de Las Minas de Jarahueca hasta Sancti Spíritus, sino vencer su propia discapacidad.
“Yo estoy operada de los pies —comparte Paz Rodríguez— y es grandioso poder ayudar a las personas que también tienen discapacidad, porque solo el que tiene una discapacidad sabe la necesidad que tiene y lo importante que es tratar bien a los pacientes que vienen”.
Mas, al parecer, es un axioma aprendido durante todos estos años en el Centro Auditivo Provincial: se les presta atención a todos desde la inclusión y los afectos. No es solo intentar curarle la dolencia con la ternura que solo pueden hacerlo quienes lo sufren como si fuese en carne propia, sino también comprender y acompañar. Es ese otro modo de sanar.
El Centro Auditivo Provincial es, acaso, ese espacio donde se escucha a todos con los sonidos de la sensibilidad.
Si algún servicio de Salud espirituano me ha parecido, en los últimos tiempos, cercano a lo que se espera y necesita de él, es el que funciona en este centro.
Seguramente no es perfecto, pero los pacientes que acuden a él salen, como regla, complacidos y felices del trato.
Acudí a él durante 12 semanas, lunes por lunes, y sigo considerando a ese colectivo un colectivo muy profesional y de mucha entrega.
Mi saludo cordial para la doctora Mabel, quien es de esas profesionales que no se ven mucho; Tere la recepcionista; Dayana; la joven que tiene a su cargo las pruebas especializadas, y que viaja diario desde lejos; la seño Olguita; la otra joven que aparece en las fotos y que toma los moldes para las prótesis, todas o todos!!!
Sigan así. Ojalá otros trabajarán con el amor que ustedes ponen en lo que hacen. Gracias!!!
Que bueno que aún existe el Amor por los que penosamente, la discapacidad los hace diferentes…. Cuántos pacientes aquejados por falta de prótesis auditivas, baterías y moldes. Ojalá 2023 sea mejor. El mundo del silencio duele bien adentro. Lo mejor para ese colectivo de amores….