Cómo imaginar en el verano de agosto ese latigazo desde el cielo, capaz de desatar la furia de unas llamas que no quieren extinguirse, como si la naturaleza también quisiera poner a prueba la hombrada de un país que no durmió, que hasta se sirve de la luz del fuego para acompañar desde la vigilia nacional el desenlace de un suceso que estremece a Matanzas y cala en el corazón de Cuba.
Casi caía la noche del viernes cuando un rayo se ensañó con un punto muy sensible de la zona industrial alrededor de la apacible bahía y la primera explosión estremeció hasta la tranquilidad de la barriada de Versalles, despabiló la vida toda en la Atenas de Cuba; entonces, al borde de la noche inició la batalla contra las llamas y la tensión del momento empezó a mezclarse con el arrojo y la solidaridad que latían con rapidez.
Luego, otras explosiones, se publica que el fuego se extendió a otro tanque; para ese momento y, con la noche caminando, ya hay certeza de que no existen antecedentes de un incendio de tal magnitud en la Base de Supertanqueros. “Será muy larga y angustiosa esta madrugada, como lo fue la noche”, describió el presidente de Cuba Miguel Díaz-Canel en su cuenta de Twitter, cuando ya llevaba horas en la zona del suceso.
Con el mismo furor de las llamas —hasta se habla de fuertes vientos—, el peligro se volvía una certeza; entonces los reportes empezaron a desgranar noticias de dolor: lesionados y desaparecidos; la conmoción empezó a quemar el alma de la nación. Y duele. Luego de un largo desvelo Cuba amaneció estremecida, herida, abriéndoles brazos y puentes a Matanzas. En ese mismo tuit, Díaz-Canel escribía: “Hoy el pueblo de Matanzas con sus cuadros al frente, admira por su coraje y serenidad. Nos honra acompañarlos”.
Y otra vez, al borde del peligro y las llamas, los bomberos; esos valientes que desde que atan su vida al oficio se visten de arrojo; y quema el corazón esa noticia de los 17 desaparecidos, decenas de lesionados y la urgencia por encontrarlos pese a que sigue vivo el incendio.
También los reporteros al borde del deber, con noticias de varios colegas que sintieron en su piel el siniestro. Por eso desgarra el texto de la periodista Yuli Moliner, cuando en plena entrevista sintió el fuego en su nuca; “Solo podía correr… correr, pensaba en mi hija, y el fuego más lo sentía quemándome,solo podía correr, casi me tiro delante del camión de bomberos. Ayúdame, grité. Y me dijo, monta. No se de dónde saqué las fuerzas”.
De nuevo la solidaridad y la armonía de un país capaz de poner hasta el último recurso en función de una tragedia. Entonces el principal centro asistencial de la ciudad abriga a los lesionados, pipas cargadas de agua viajan desde la vecina Mayabeque hasta Matanzas; ambulancias y equipos médicos de provincias unidas al dispositivo del territorio. Las droguerías de muchas partes se enlazan y suministran material sanitario para casos de quemados.
Matanzas, Cuba entera encara el azote de una tragedia nacional, por tierra y aire hombres y medios no reposan la batalla contra las llamas. “Se está trabajando duro y en condiciones muy difíciles”, escribió cerca del mediodía en Twitter el presidente y, añadía: “la extinción del incendio puede tardar, pero ya se trazan estrategias para la recuperación”. La isla entera abre el corazón a Matanzas, los cubanos oran por que se controle el siniestro.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.