Matices de unas elecciones (+fotos)

Escambray se acerca a historias de vida que matizaron el recién concluido proceso para elegir a los delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular

Con sus 80 años a cuestas, sostenida por un bastón y casi sorda, Felicia Francisca, conocida por todos como Panchita, exclamó con entusiasmo casi infantil, tras ejercer el voto: “Por esto yo doy la vida!”.

A seguidas aludió con brevedad al hecho que mucho la enorgullece: en su casa, ubicada en la calle Juan Gualberto Gómez No. 31, muy cerca del lugar donde se encontraba a esa hora del domingo 27 de noviembre, estuvo el primer Colegio electoral de Sancti Spíritus cuando, en 1976, se gestaban en Cuba los Órganos del Poder Popular.

“Hasta las próximas (votaciones), si existo todavía”, dijo al despedirse y varias voces le ripostaron casi a coro: “¡Claro que vas a existir, si aquí hay Panchita para rato!”.

Panchita acudió al Colegio Electoral acompañada de su bastón.

Interesantes acontecimientos se suscitaron durante la jornada en el Colegio electoral No. 2 de la Circunscripción No. 15 del Consejo Popular del Parque, ubicado en calle Panchito Gómez Toro, entre Calderón y Manolo Solano. Uno de ellos, el que cuatro pares de hermanos, todos del nivel educacional primario, custodiaran la urna.

Pero hubo varios otros pioneros que asumieron esa función con evidente regocijo, aun cuando en lugar de vestir uniforme y permanecer de pie por un tiempo no desdeñable podrían haber andado jugando, como suelen hacer los fines de semana. 

Jessica Cruz Hernández, la alegre muchacha de pelo alborotado, votó meses atrás por el Código de las Familias y ahora lo hizo, por primera vez, para elegir a un representante de gobierno. Tiene solo 16 años.

Jessica votó por primera vez para elegir a su delegado.

Emotivo resultó el momento en que Clara Bertha, maestra jubilada próxima ya al siglo de vida, aunque nada en ella lo denota, se reencontró con una de sus alumnas.

Estuvo también el joven recluta ataviado en su traje verde olivo, porque había permanecido de guardia toda la noche anterior. Y estuvo Ramoncito, mi vecino, uno de los tantos ancianos que caminaron, pese a su dificultad para desplazarse, hasta el local de la votación para no faltar a lo que consideran un deber cívico.

Ya al final de la tarde, cuando empezaba a oscurecer y aún al circuito no le habían restablecido el fluido eléctrico, la mamá de Lázaro González Espinosa quiso tomarle una foto junto a la urna. Alumno de noveno grado, fue él quien cerró con broche de oro la misión correspondiente a la infancia. Todos quisimos fotografiarnos junto a él, que, gustoso, accedió. “Siempre nos apoya y se queda hasta el cierre”, se escuchó decir a los más experimentados en cuestiones electorales allí.

Pero el recuento quedaría incompleto si no se mencionan los aportes de la vecindad: el agua, el café (en más de una ocasión), los platanitos que complementaron el almuerzo, el ventilador a las 2:00 p.m., cuando el apagón se hizo presente y hasta la lámpara recargable y la linterna que ayudaron en la recta semifinal.

No importa la edad si se participa con entusiasmo.

Ya debidamente alumbrados, el conteo y reconteo de votos (varios, porque nada podía salir mal y en eso el presidente de la mesa fue estricto) transcurrieron en presencia de varios representantes de la comunidad.

Extenuados, pero con una satisfacción entendible solo para quienes la han experimentado, se fueron a casa los que podían hacerlo a esa hora: las 8:00 p.m. Los demás tenían aún misiones por cumplir y a algunos casi los sorprendió el amanecer en las gestiones pertinentes para validar los resultados.

Acudió a votar al colegio, al igual que a nivel de país, la mayoría de los ciudadanos registrados como posibles votantes; en nuestro caso también más del 60 por ciento.

Se trataba de un derecho que podía ejercerse o no y se respetó la decisión individual. Quienes lo aprovecharon, aun conscientes del difícil momento que atraviesa Cuba ahora, sienten un poco más fortalecida su confianza en que los nuevos representantes de gobierno (al menos ese es el caso de mi circunscripción) harán lo posible para enfrentar y resolver problemas que entorpecen la vida diaria. Ojalá que hallen la receptividad necesaria en los niveles a los que deban recurrir en busca de soluciones.

Delia Proenza y y Adriana Alfonso

Texto de Delia Proenza y y Adriana Alfonso
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

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