Las diferentes interpretaciones y narraciones sobre la caída de José Martí el 19 de mayo de 1895 con apenas 42 años de edad han sido investigadas minuciosamente por los historiadores Rolando Rodríguez, Manuel de Paz Sánchez y especialistas cubanos en historiografía militar, las cuales han enriquecido el conocimiento sobre la forma en que Cuba perdió al artífice de la Guerra Necesaria.
El relato más divulgado acerca de la caída de Martí recoge en esencia lo que aconteció aquel fatídico domingo, hace ahora 127 años. Grosso modo, ese día el contingente insurrecto, liderado por el Generalísimo Máximo Gómez, del que Martí formaba parte, amaneció acampado en Las Bijas, cerca de la confluencia de los ríos Cauto y Contramaestre.
Gómez había salido el 17 con algunos de sus hombres a una operación a cierta distancia, pero dejó a Martí con una pequeña escolta encargada de protegerlo, a la que se unió el General Bartolomé Masó con sus 300 hombres llegados la noche anterior. A media mañana del 19 Máximo Gómez regresó al campamento con los 40 jinetes que había llevado para emboscar un convoy hispano que logró evadir su acecho refugiándose en el caserío de Remanganaguas.
Los jefes insurrectos se abrazaron y luego arengaron por turno a la tropa formada, la que se mostró enardecida ante la presencia legendaria de Gómez, pero cuando habló Martí, al decir del entonces joven recluta y futuro historiador Manuel Piedra Martell, “un deslumbramiento primero, una como embriaguez después, recorrieron las filas y pareció como si se tratara de los judíos oyendo las bíblicas palabras de Moisés en el desierto”.
Poco más tarde, sobre las once de la mañana, sonaron unos tiros y se dijo que una columna española se movía con rumbo al campamento cubano. El General Gómez, a cuyo lado se encontraba Bartolomé Masó, dispuso la tropa y dijo a Martí que permaneciera en el lugar y que no se expusiera.
A continuación el Generalísimo se lanzó contra el enemigo al frente de la caballería, pero los españoles, con superioridad numérica de más del doble, abrieron fuego desde sus ventajosas posiciones haciendo fracasar la arremetida insurrecta.
En tanto transcurría el ataque cubano, el Apóstol conminó al joven subteniente Ángel de la Guardia, insistiendo en que lo acompañara y, entre el ruido atronador del combate y el humo de las descargas, se lanzó adelante en su corcel blanco, yendo a parar frente a la línea de tiradores enemigos, donde fue alcanzado por tres disparos, sin que, pese a sus esfuerzos casi sobrehumanos, De la Guardia lograra rescatarlo.
Con esta versión de los hechos coincidieron Máximo Gómez, Dominador de la Guardia —hermano de Ángel— y Bartolomé Masó. Como hecho curioso citado por la colega Norma Ferrás Pérez en su artículo Cómo murió Martí (19-5-2020) su vistoso caballo Baconao vuelve tinto en sangre, pues había sido alcanzado por una bala. El animal sobrevivió a la herida y luego Gómez ordenó que lo soltaran en la finca Sabanilla con la indicación expresa, por respeto a Martí, de que nadie más lo montara.
Es de imaginar la consternación que sintió el General en Jefe del Ejército Libertador, Máximo Gómez, cuando conoció poco después acerca de la muerte de Martí, a quien tenía, de hecho, bajo su protección, y que no pudo evitar a pesar de que, según su propio relato, a cierta distancia del enemigo, le instruyó al Apóstol que volviera a la retaguardia.
Según el investigador Rolando Rodríguez, “en la mano solo llevaba, aquel mediodía, su revólver Colt con empuñadura de chapas de nácar, regalo de Panchito Gómez Toro.
“Al pasar entre un dagame seco y un fustete corpulento caído, los disparos de los —soldados enemigos— emboscados dieron en el cuerpo del Maestro, la luz cenital lo bañó, soltó las bridas del corcel, y su cuerpo aflojado fue a yacer sobre la amada tierra cubana. De su revólver, atado al cuello por un cordón, no faltaba ni un cartucho. Había acontecido la catástrofe de Dos Ríos”.
La caída del Apóstol marcó el instante de la pérdida de la brújula política de la Revolución en su segunda etapa, que él había iniciado con la preparación e inicio de la Guerra Necesaria.
Para Martín hubiera sido deshonroso no salir a combatir,amaba a su país como nadie y no lo hubiera impedido ni el mismísimo Máximo Gómez!! «Es 19 y también Mayo,Monte de espuma y madre sierra,cuando otro ángel a caballo,cae con los pobres de la tierra’