Se vuelve imposible ubicar el momento exacto en que después del triunfo de la Revolución los habitantes de la región oriental del país escogieron el territorio espirituano como escenario para empezar a tejer nuevos horizontes laborales y sociales. Imposible también encontrar un lugar en Sancti Spíritus libre de esa presencia.
Escambray no tuvo que viajar a Yara, Palma Soriano, Segundo Frente, Imías, Yateras…, fue suficiente desandar la provincia. Lejos de rasgar en los porqués, ni tampoco alistar prejuicios, leyendas y tropelías, miró el trasfondo laboral de una migración casi siempre espontánea, otras veces inducida, pero sobre la que el territorio sustentó buena parte del desarrollo y la explotación de la tierra.
Las indagaciones y los testimonios suman razones para señalar que, al menos en este pedazo de la isla, fue la década del 70 del siglo pasado la época que abrió las fronteras a lo que casi pudiera llamarse —con propósitos y características diferentes— la tercera invasión de Oriente a Occidente; un desplazamiento poblacional que ha ido de menos a más, animado por el espíritu emprendedor, la brújula del trabajo, mejoras de vida y salario, que vino a suplir carencias de brazos en zonas poco habitadas y, a la vuelta del tiempo, puede considerarse una migración salvadora para las actividades agropecuaria y cañera en el territorio.
Rodeados de mala fama, también de innegable laboriosidad, los orientales se adueñaron del trabajo rudo, siendo casi los únicos en Sancti Spíritus que arremeten la carga al machete contra la aroma y las malezas; una labor que para muchos fue como si le hubiesen entregado la llave de la provincia.
Unos, primeros —en buena lid hicieron la misión del explorador—; otros, después, familias completas que aguardaron meses y años a la espera de aquel ultimátum que no admitía retroceso: “Recoge, que nos mudamos”. Así, de a poco y de a mucho, Sancti Spíritus ensanchó esa presencia en cantidades que tal vez nunca se han cuantificado, sobre todo en las zonas rurales, algunas de las cuales están ocupadas, en mayoría, por la migración y su descendencia.
Pueden citarse Vega Grande, en Managuaco; El Patio, La Yaya, San Andrés, La Güira, Banao, el barrio Camagüey —en pleno poblado de Guasimal— o Las Nuevas, en La Sierpe, un asentamiento multiplicado en cerca de 30 edificios que acogió a decenas de familias, donde el predominio de la migración es tan acentuado que cuando en el Noticiero Nacional de Televisión se pronostican lluvias para la región oriental del país, allí jaranean y dicen: “Lloverá también en Las Nuevas”.
BRAZOS PARA MANAGUACO
Cuando Francisco Matos Estévez se arrimó al territorio en 1974, de Managuaco solo sabía el nombre; desde entonces, lo llaman Pancho Oriente. “Le puedo asegurar que fui el primer oriental que llegó a la granja de Dos Ríos. Era de Puriales, en el Valle de Caujerí, en Guantánamo; se empezaban a construir la comunidad, las vaquerías, llegué con 22 años. El director de la granja me dijo: ‘¿Te atreves a quedarte solo en una vaquería?’; le contesté: Claro que sí. Ahí estuve siete meses, después fui montero un tiempo, luego pasé a la agricultura a chapear potreros, a cultivar, lo que se presentara; con los años fue como abrir una llave, vinieron en cantidades, hoy son más los orientales que los espirituanos”, relató.
Parecido le sucedió a Eduardo González Nieves, instalado en Vega Grande desde 1990. “Siempre pega’o a la vaca, a los potreros, aunque eché también dos zafras en Jatibonico cortando caña. No sé de la fama de otros, la mía, si tengo alguna, es por trabajar”.
La migración tiene también rostro de mujer, de esas como Manuela Matos Hernández, oriunda de Segundo Frente, en Santiago de Cuba, y habitante de Sancti Spíritus hace 26 años. “Salí en busca de mejoras, aquí las encontré, trabajando de cocinera, en las crías de terneros y carneros. Mi hija sí vive allá, es bibliotecaria, nos comunicamos a diario y seguimos en la misma isla”.
Casi es para no creer que Irael Lobaina Lobaina sea oriundo de Imías, en Guantánamo, porque el parecido al vaquero típico de Managuaco es total. “Me habían hablado de que acá la ganadería tenía más adelanto, es lo que hacía allá, pero quise probar y en 1995 me ubicaron en una vaquería, cogí experiencia, aprendí el ordeño mecanizado, Sancti Spíritus me dio desarrollo y lo aproveché”.
GUMERSINDO, EL GUANTANAMERO
Bienvenida la migración cuando personas como Gumersindo Sanamé Cobas escogen a la provincia como polígono de trabajo y superación; basta llegar a la vaquería 17, en Dos Ríos, para corroborarlo. “Llevo 20 años en Sancti Spíritus, empecé en la agricultura, hoy soy el jefe del colectivo laboral, lo que sé de ganadería lo aprendí en Managuaco, yo era panadero. Hay quien nos ve con malos ojos, nos persigue la mala fama y por dos o tres pagamos todos. ¿Qué tiene de malo que uno se mueva a otra parte buscando ganar más dinero, mejorar con el esfuerzo personal?
“Tenía parientes en la zona, hablamos por teléfono, me explicaron las posibilidades y me dijeron: ‘Negro, recoge y ven pa’ acá’; usted sabe cómo es eso: detrás de uno, vienen todos; hoy tengo mi familia aquí. Cuando llegué muchos no me trataban bien, decían: ‘Uh, oriental’, es la verdad; luego el trabajo fue cambiando las cosas; al principio era Gumersindo, el guantanamero; ahora dicen Gumersindo, el de la vaquería 17; te digo más, hoy esas personas me quieren, son también mi familia”.
La historia de Gumersindo se repite en otras partes, por eso Juan Manuel Meneses Concepción, especialista principal de producción en la empresa, retrata el flujo migratorio en pocas palabras: “Han venido a realizar acciones y oficios que los espirituanos son poco dados a asumir; nos llenaron un vacío de trabajo, para Managuaco fue un parto laboral muy provechoso ante el envejecimiento de la fuerza ganadera fundadora”.
Eric Lezcano Reyes, director general de la Pecuaria Managuaco, expone otro punto de vista: “Nunca nos hemos sentado a evaluar el impacto de este flujo migratorio, aunque es indudable que tiene una presencia muy importante en la plantilla laboral. Los criterios que existen sobre ellos no se corresponden siempre con las personas que han venido, tienen que ver más con que faltó organización y capacidad para asimilar mejor ese proceso, porque vinieron a trabajar; si quieres chapear un potrero, busca a los orientales”.
LAS NUEVAS, LA CAPITAL
Aunque a lo largo de los años ha sido una migración acompañada de infinidad de matices, cuando en la década del 80 Sancti Spíritus diseñó el desarrollo cañero en el sur del central Uruguay apeló a los brazos del Oriente de la isla.
Así nacieron varias comunidades en Jatibonico y se levantó Las Nuevas, el mayor asentamiento construido en el territorio para estabilizar fuerza de trabajo; por eso nadie le discute la condición de capital oriental de la provincia y, tal vez, uno de los pocos núcleos urbanos donde la natalidad alumbra cifras positivas.
Aseguran conocedores de la actividad arrocera que Las Nuevas se vuelve todas las mañanas un surtidor de brazos no solo para la zona, también para otras unidades de la Empresa Agroindustrial de Granos (EAIG) Sur del Jíbaro. Mas, el desembarco de la migración no quedó atrapado en ese poblado de edificios en medio de tanta ruralidad, al que se le han colgado ya barrios periféricos; se diseminó por toda La Sierpe, incluso llegó a Mapos, bien al sur; en todas partes se volvió una fuerza utilísima.
Solo en el perfil de los anegadores —se calculan más de 400—, los trabajadores llegados del Oriente pueden representar el 80 por ciento y más de los que desempeñan tan difícil labor, precisó a Escambray Orlando Linares Morell, hasta hace poco director de la EAIG, ahora máximo responsable del programa arrocero en el país. “Si le quitas la fuerza oriental a las terrazas de Sur del Jíbaro, no se produce arroz en La Sierpe”, afirmó.
Hace 15 años Adolis Santiesteban Matos migró desde El Palenque de Yateras, en Guantánamo. “Me vinculé al arroz, tuve que aprender porque esa mata no tiene nada que ver con el café, he tenido años de ingresos buenos, pero en este estamos en el piso; hace falta que la Arrocera despegue otra vez; arrimarme a Las Nuevas me cambió la vida, estoy agradecido”.
Ángel González Palmero, nativo y delegado de circunscripción en el poblado, relató: “Esto era un caserío de seis o siete casas, no había fuerza laboral, hasta que empezó a crecer la comunidad y llenarse con gente de todas partes; pero yo le digo a las personas que ya Oriente no queda allá, está aquí”, aseguró, y hay que creerle cuando sostiene su tesis: “En el último censo de población había 2 700 personas, hoy por los registros que llevamos andamos por las 3 700, pero si hacemos un censo ahora mismo pasan de 4 000”.
En marzo de 1984, Mario Milanés Milanés detuvo su vínculo laboral en la fábrica de acumuladores enclavada en Yara, en la provincia de Granma, y enrumbó para Sancti Spíritus; entonces no sabía que al paso de los años se volvería una especie de Padre de las Casas en el poblado de Las Nuevas.
“Allá siempre tuve empleo, pero me gustó el desenvolvimiento que había en la zona; inicié en la granja, luego fui presidente del Consejo Popular y me dediqué al trabajo comunitario, a resolver problemas sociales, imagínate, al principio cogían las tablillas de las persianas como leña para cocinar. Sí, la familia Milanés creció, acá estamos tres hermanos, tengo dos hijos, uno es el presidente de la UBPC Las Nuevas, también unos cuantos nietos. Mira, periodista, todo el que veas por ahí con machete, guataca o tenedor, ponle el cuño, es oriental”.
Escambray apenas esboza una migración que por regla no buscó las ciudades ni la modernidad de los pueblos, prefirió asentarse en las periferias y zonas rurales, lo mismo en un rancho o entre cuatro tablas; sí eligió enyugarse a la tierra sin más horizonte que mejorar la vida. Lo que nunca imaginaron los orientales es que, además de conseguir ese progreso personal, iban a convertirse en una fuerza agrícola indispensable para el campo en todo Sancti Spíritus.
CUBANOS TODOS, NO HAY DIFERENCIAS, SALUDOS.
Los orientales son tan cubanos como los demas que nacimos aqui y tenemos el derecho de habitar cualquier lugar del territotorio nacional sin que los llamen palestinos u otros nombres peyorativos,no caigamos en lo mismo que algunos los habaneros,que se llaman capital de todos los cubanos y ponen dificultades casi insalbables a los de otras provincias que quieren vivir alli,mejoren las condiciones de vida en todo el territorio nacional y la mayoria no querra abandonar su provincia y menos su patria
Sancti Spíritus tiene su atractivo que atrae este tipo de emigracion, ausencia total de orden y legalidad, corrupción, campo abandonado por falta de apoyo e ineficiencia de las autoridades del gobierno y la Agricultura, hurto y sacrificio de ganado con total impunidad y muchos otros atractivos que buscan sustituir la población originaria. Toda una política de estado. ¿Por qué no permiten y fomentan está emigración desordenada en La Habana?
Movilidad laboral típica en muchos países, incluso algunos de renta media, yreasentarse después.. Nada nuevo.