El primer acorde cortó el hielo de la noche. La primera canción hizo cómplice a toda la Plaza Mayor General Serafín Sánchez Valdivia. 12 de enero del 2011. Pablo Milanés hizo suyo a Sancti Spíritus y esta tierra lo catapultó a la cúspide de los altares más sagrados de nuestra cultura.
Llegó incluso cuando los más incrédulos predijeron que su gira nacional, tras 20 años de ausencia en un desafiante periplo de ese tipo, nos saltaría, como suele ocurrir. Pero, fallaron.
Fue un concierto de esos que por mucho tiempo que pase siguen vivos; deja escapar en la memoria colectiva su propia sonoridad al compás del tarareo de un mar de voces que no pudo callar con Yolanda, De qué callada manera, Mi primer amor, Ámame como soy, Años, Para vivir…
Desde el escenario, que plantó bandera a los pies del monumento del paladín yayabero con todas las luces y equipos técnicos necesarios, cautivó con su enorme voz de siempre. Faltaba poco más de un mes para su cumpleaños 68 y ni eso ni las huellas de los caprichos de más de una enfermedad evitaron que las pieles permanecieran erizadas y los deseos de más se multiplicaran.
Recuerdo que entre canción y canción hubo saludos, agradecimientos…, una sinceridad desmedida, a semejanza de cada producción discográfica que ha acompañado a tantas generaciones de esta nación.
Y es que Pablo nos pertenece. No solo a quienes nos hemos refugiado en sus melodías por ser considerado uno de los más profundos poetas, sino porque tiene el inusual don de ser en sí mismo la máxima expresión del arte.
Lo demostró siempre. Bien lo sabe Sancti Spíritus, capaz de ponerse de rodillas con cada canción en aquel histórico concierto. No hubo diferencias de edades, experiencias de otros encuentros… su inmensidad nos fundió en un solo canto.
También sucedió cuando el grupo de periodistas y seguidores lo asaltó al descender del escenario. Su rostro se iluminó cuando una colega le recordó que este encuentro con la cuarta villa de Cuba ocurría justo a 153 años del incendio de su natal Bayamo, a donde volvió tantas veces para reencontrarse con sus esencias. Asimismo estuvo la mirada paternal al locutor que le insistió una foto y tocarle las manos, porque sus ojos se han encaprichado en portar más sombras que luces. Fue, sin dudas, un breve espacio que siempre estará.
Porque con los seres de luz como Pablo sucede así, eternamente, aunque un último suspiro nos obligue a decir “nos duele demasiado”. Simplemente se marchó con naturalidad de entre el resto de los mortales porque será imposible no volver a él una y otra vez para tenerlo tan vivo como en aquella fría noche de enero.
Por ser presencia permanente, compañía de miles, Sancti Spíritus tiene que regresar siempre al 12 de enero del 2011. Bebió, por última vez desde la intimidad de su sabiduría, sencillez, pensamiento y vivencia. Tanto así que agarró con beneplácito uno de los piropos que, como dardo, le disparó al centro de la diana Pablo Milanés al terminar aquella noche: “Gracias por tanta espirituanidad”.
Uno de los tantos artistas de élite que produjo Cuba. Soy argentino, admirador de ese hermoso país que tuve la suerte de conocer. Artistas como Pablo honran a toda Cuba. Mis saludos y reconocimiento.
A LA AUTORA:
EXCELENTE ARTÍCULO, NO HAY POR DONDE CRITICARLO, PORQUE ESTA BIEN REDACTADO. ENHORABUENA POR ESTE SENCILLO HOMENAJE A UN GIGANTE DE LA MUSICA Y LA CULTURA CUBANA.