A ritmo de conga, una tradición cala poco a poco en el alma más joven de la ciudad del Yayabo. El artista y promotor cultural Omar Julio Fernández Galí —Cuti como lo conocen desde el mismo día que nació— esculpe su amor por las comparsas, una expresión danzaria con pies y corazón de pueblo.
“Lamentablemente, hay un concepto erróneo sobre las mismas —enfatiza—. Para la gran mayoría es la existencia de unas tumbadoras seguidas por bailarines de sustrato marginal y no puede pensarse en algo tan errado. La comparsa es la identidad de un barrio y, por tanto, de una nación”.
Sabe de lo que habla prácticamente desde la cuna porque en su familia se ha bailado y se ha apuntalado, desde la dirección de comparsas, el Santiago Espirituano. Un legado que hoy extiende entre niños y niñas que intentan aprender cada uno de los pasos típicos.
“Pensamos que si las más jóvenes generaciones la desconocen será imposible frenar la pérdida que ya tiene esta expresión popular. De ahí que nos diéramos a la tarea de crear un proyecto danzario para revitalizar la comparsa espirituana porque no es igual a las del resto de la isla, ni de la zona del Caribe.
“Lo primero es que estamos trabajando en que conozcan sobre los bailes populares tradicionales de los que se nutre para llegar a la conga. Luego, nos concentraríamos ya en la comparsa. Pero, tenemos muchas más ambiciones y es ir de lo local a lo general. Por tanto, traspasaremos los límites de Sancti Spíritus para descubrir las particularidades de las comparsas de Santiago de Cuba, Camagüey y La Habana hasta llegar a varios puntos de la geografía mundial, donde la comparsa continúa viva, en cada lugar con sus características muy propias”.
Demasiada información que intenta atrapar a la veintena de adolescentes que forman parte del proyecto, donde además de bailar con música grabada —por la ausencia de presupuestos para contar con tocadores de tambor— descubren la historia del Santiago Espirituano, la fiesta popular más antigua de la cuarta villa de Cuba, con orígenes en celebraciones religiosas del siglo XVII.
“La comparsa incluye, además de la música y el baile, el diseño de trajes, muñecones, atrezo; todo cuanto impregne colorido y fantasía a una de las expresiones del carnaval. No soy enemigo del reguetón, aunque reconozco el daño que hace, pero ha sido gratificante ver cómo no se han resistido a disfrutar del ritmo de la conga”.
Para Cuti, este proyecto danzario no solo tiene su proa enfilada en la realización del Santiago Espirituano —fiesta que no ha podido correr las escasas calles que en los últimos tiempos se le tiene permitido— por la presencia de la covid y que ahora mismo se desconoce si en este 2022 será noticia, sino que se convierta en labor sistemática, una especie de academia para aprender sobre cultura y tradiciones.
“La comparsa Pinos Nuevos, donde estos muchachos pudieran bailar en un futuro, surgió en 1981. Al poco tiempo de su fundación la tomó por sus manos César León Campos —Mundamba— y luego mi padre Oscar Fernández”.
Cada trazo de la historia la conoce de memoria porque este espirituano es fundador de la comparsa infantil, primero como músico, luego bailarín, más tarde como diseñador de vestuarios y estandartes por su formación como artista visual y, ahora, su máximo responsable.
“Como sucedió con el resto de las comparsas, durante el período especial se hizo una parada en el trabajo con quienes año tras año se interesaban en integrarla. Después, se retomó la celebración de la fiesta popular y volvimos a salir a las calles, aunque sorteando muchos contratiempos”.
Ha sido testigo de los cambios de lugar de la festividad, la ausencia de recorridos a golpe de conga los diferentes barrios, la premura de los ensayos, la imposibilidad de confrontar una comparsa con otra como se hacía siempre antes del Santiago, la entrega tardía de los trajes o de tallas y número de zapatos inimaginables para las edades de los comparseros…; punzadas de muerte a una expresión seguida por gran parte de Sancti Spíritus.
“Las comparsas tienen que recorrer la ciudad y realizar evoluciones frente a los jurados que pueden distribuirse por varios puntos para que la población los acompañe. Por ejemplo, contamos con un paseo extenso, ¿por qué no aprovecharlo en esa función y así no solo disfrutan de sus evoluciones quienes alcanzan a sentarse en las escasas gradas que se construyen? Hay que visibilizar los espectáculos, primero porque forman parte de nuestra identidad y, segundo, porque no se tiene idea de cuánto sacrificio y entrega exigen”.
Son propuestas muy propias de este apasionado de las tradiciones populares que se suman a los tantos replanteos organizativos y conceptuales que acompañan desde hace mucho a una festividad que no ha podido frenar su paso arrollador.
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