“¿A quién se le ocurrió vender culeros desechables por la bodega?”, preguntó Esix Castañeda a los más de 11 000 integrantes del grupo Te aviso. Aquí hay, que administra este espirituano en la red social Facebook.
Cerca de 200 comentarios a la publicación desacreditaron cualquier lógica en torno a la idea. Los perfiles denunciaron cómo la venta favoreció la especulación de un producto inestable en la cadena de tiendas por moneda nacional. La crítica no tardó en extenderse a otros escenarios virtuales, como los de Revolico y similares de compraventa.
“De madre ver tantas personas vendiendo culeros desechables porque no los necesitan y los que tenemos niños pequeños estamos locos escribiendo para comprarles a esas personas que sin más allá ni acá les tocó por la libreta. Brillante idea”, reflexionó desde su perfil Letisia Rodríguez Mayea, pocas horas después del expendio.
El combo compuesto por un paquete de culeros de talla S o M y un paquete de toallitas húmedas se comercializó en la tienda La Fragancia a los consumidores de la bodega CMQ, del Consejo Popular de Jesús María. Así correspondió según la distribución realizada a inicios de la pandemia de un número reducido de unidades por los otrora mercados recaudadores de divisas, para la venta organizada y equitativa de los productos más demandados por la población.
La oferta, de aproximadamente 500 módulos no priorizados, según la política del Grupo Empresarial de Comercio y Gastronomía de la provincia que reserva esta condición para el pollo, el aceite y el detergente, ganó la aceptación inmediata. Hasta ese momento el producto líder, los culeros, llegaba a cuentagotas a Sancti Spíritus desde hacía tres meses; y de esas ínfimas gotas, buena parte poblaba la oferta en Moneda Libremente Convertible a un precio superior a los 10 MLC, o a alrededor de 1 000 pesos según el precio del dólar en el mercado negro.
A 500 pesos, casi el doble del valor, se vendieron las piezas apenas traspasaron el umbral de La Fragancia. De esta realidad dio fe el jefe de piso, Héctor Matienzo Castro, quien ante la inquietud de Escambray explicó que no tuvo responsabilidad en la decisión. Tampoco es de su competencia lo que sucede puertas afuera del centro de trabajo.
Un mes atrás, en el Doce Plantas y la Base de los Taxis la medida de poner los pampers —como también se les conoce por su denominación en inglés— por libreta devino detonante para el descontento popular.
Tal indignación recordó a esta reportera el recién y tristemente célebre caso del “Compotaman”. En una Feria de Oportunidades promovida por el Ministerio de Comercio interior, un grupo de jóvenes hizo “gala” de la técnica de body art para dar promoción a artículos de la canasta básica de los cubanos. El desfile de modas no solo rozó lo grotesco, con representaciones de poca o ninguna estética y marcado contenido sexista, sino que hirió sensibilidades por la ausencia constante de estos productos.
Si de rozar la herida se trata, la comercialización de pañales desechables por la libreta de abastecimiento, sin que exista la evidencia de un bebé en el núcleo familiar, le cae del “cielo” a los revendedores y viene a desentrañar una deuda histórica: indolencia contra necesidad.
Desde finales del 2021, la marca TBKids Premium, de origen vietnamita y radicada en Cuba, no ha sido capaz de hacer frente a la demanda con regularidad. Su propia página promocional en Facebook dilucida que la producción no anda bien, pues más de una vez las madres espirituanas han manifestado quejas sobre la falta de correspondencia entre la fecha de surtido convenida en la publicación y el abastecimiento real.
Una abuela enardecida con el asunto aportó la más loable de las soluciones: aprovechar el censo dispuesto para niños que consumen la compota distribuida en la canasta familiar normada. Cualquier integrante del núcleo familiar, libreta en mano, llegaría hasta allí, escogería la talla en correspondencia con su necesidad, y venta apuntada; así, hasta culminar el ciclo. Un proceso quizás agotador para quienes se encargan del comercio por la vía estatal, pero necesario para evitar el contrabando.
Dejar en números negativos el bolsillo de las nuevas familias espirituanas atenta contra la convivencia armónica en un país que necesita con urgencia elevar al cuadrado las tasas de natalidad. A sabiendas de que los productos no alcanzan por una pandemia que, unida a las restricciones del bloqueo y las incapacidades internas, ha venido a resentir aún más la economía nacional, lo que nos toca es evitar que medidas como esta se tomen en medio de la escasez.
Lo mismo de siempre. Falta de oportunidad y de buenas ideas en esa repartición. Lo mismo para informar lo de la gasolina. Se habla de eso como quien dice «ahora», cuando ya el daño y el malestar estaba hecho , pero la escasez venía de muy atrás, posiblemente casi al comienzo de la segunda quincena de marzo. Quien los entiende??
Muy buena la idea de la abuelita.venderlo por la libreta según censo de niños de 0 a 3años en toda la provincia..valoren la situación de la escasez y la necesidad ..?
Nada, seguimos en las mismas.