Las redes sociales, a veces, son un espejismo: la vida llena de felicidad, las parejas más amorosas, la diversión siempre, la alegría por todas partes…, aunque tras la pantalla del móvil o del ordenador la existencia sea una mueca agria de tantas escenas candorosas. Será porque muchos tienen la necesidad de aparentar antes que ser.
Y muchas veces esos mismos espacios —Facebook, Twitter, Instagram, Telegram…— más que modos virtuales de interconectar personas, más que redes se vuelven tentáculos.
Lo digo porque quien navegue por esas aguas no tan mansas podrá estrellarse contra imágenes también desgarradoras: niños abandonados, escenas de accidentes, mujeres muertas a machetazos, animales atropellados… Como si el pudor, la decencia o la humanidad por norma estuviesen offline.
Quizás el hecho más reciente que nos ha llevado a repensar el uso a veces sórdido que se le da a la tecnología es el lamentable ahogamiento de un menor, el pasado noviembre, en el Malecón habanero. Quienes grababan en tierra solo se interesaban, al parecer, de documentar en tiempo real la batalla del niño contra el mar, los manotazos en vano para salir a flote mientras que las olas se lo tragaban sin remedio, mientras que los hacedores del video seguían grabando sin socorrerlo. Desgarrador.
¿El sentido de la humanidad se ahogó también en esas redes? ¿Será más importante millones de reproducciones de un video que anónimamente salvar? ¿Impunidad?
Las redes sociales han venido también a socializar el más cruento de los morbos y lo peor es que hay quien lo hace, lo comparte y otros lo consumen. Y no hay que ser Max Zuckerberg ni analista de las nuevas tecnologías para saber que —del periodismo de toda la vida— el sensacionalismo vende.
No son puritanismos, pero uno se escandaliza de las imágenes sin escrúpulos que se comparten de post en post: las fotos de un bebé abandonado hasta con restos de placenta; el cuerpo inerte de una joven llena de machetazos; los lesionados intentando sobrevivir a un accidente; el señor en harapos tirado en un portal. Las personas por filmar y “socializar” suben imágenes hasta de la explosión de una motorina.
La accesibilidad a los celulares, la inmediatez de las tecnologías, las herramientas que ellas proporcionan hacen que cualquiera con un teléfono en la mano se crea merecedor de documentar y compartir con millones las intimidades de uno. Y no digo que se empleen únicamente para graficar el lado luminoso de la realidad, que a veces se opaca con tantos claroscuros, sino de usarlas desde el sentido más racional y humano.
Hay imágenes que por desgarradoras que sean no pueden omitirse y que quedarán como parte de la memoria gráfica de esta isla: el avión estrellado entre la maleza, el 4 de noviembre del 2010, en Mayábuna; la aeronave que también cayó cerca del Aeropuerto Internacional José Martí, en mayo del 2018; la explosión del hotel Saratoga; las llamas que incendiaron, más que la Base de Supertanqueros de Matanzas, hasta las almas; los carros achatados tras la colisión en uno de los kilómetros de la Autopista Nacional… Pero ninguna de las instantáneas por desgarradoras y necesarias que sean debe perder jamás el encuadre de la ética.
Si los muchachos aquellos —en un rapto también de imprudencia— no hubiesen filmado la crecida del río Zaza durante las lluvias de la tormenta subtropical Alberto y el momento en que el desplome del puente por poco desplomaba también a una de esas jóvenes, no hubiese quedado constancia del suceso; si nadie hubiese flasheado la nube blanca que se elevó en el hotel Saratoga tras la explosión, quizás hoy no existieran esas imágenes icónicas; si tampoco se hubiesen captado los techos al descubierto luego del paso de algún ciclón no existieran instantáneas de la devastación. Es cierto, a veces hay que graficar el dolor y existe poesía también en la tristeza. Mas, no pueden borrarse jamás los límites de lo humano.
Porque ningún acto de violación de la intimidad de alguien, de publicitar la precariedad de otros, de negarles ayuda o socorro a desvalidos o a quienes se hallen en situación de necesitarla queda impune; más que la carga sobre la conciencia, lo pena la ley. Ante lo inhumano no debería nunca existir impunidad.
Ojalá las reacciones en las redes no fueran más importantes para algunos que los dolores que pueden causar en la vida real a los otros. Nadie debería jamás grabar una desgracia primero y compartirla exprofeso en Internet antes que intentar socorrer. Las mejores acciones son aquellas que se comparten calladamente, desde el más reconfortante de los anonimatos.
Periodista se ha preguntado porque muchos acuden a las redes sociales para buscar informacion o simplemente socializar?Que alternativa le ofrece los medios nacionales a aquellos que necesitan una informacion completa,veraz e inmediata?cuantas veces ha sucedido que a pocas cuadras del periodico han ocurrido hechos que meritan al menos la informacion y por X o Y no se ha publicado o de ha hecho despues de aparecer en las redes?…Por ejemplo una vecina me dijo que estaban vendiendo cervezas rebajadas para que celebremos el 31..No consumo alcohol pues de joven bebi el de toda la vida,pero muchos hubiesen agradecido la informacion anticipada.Estoy completamente seguro que eso interesa mas al publico mayoritario que,por ejemplo,si el correo avanza en la digitalizacion..Que conste no tengo,ni escribo mis opiniones en las redes,pero se que soy una excepcion, prefiero el periodico del lugar donde vivo,pues para mi es mas importante lo que ocurre en el Kilo 12 que la guerra en Ucrania y como creo en el mejoramiento humano,tambien creo que el periodico mejorara y sera mas de los asuntos del pueblo y menos que los del gobierno
Estimado JoseL, tienes razón en que no toda la información fluye con la prontitud que debería o quisieramos.
Pero eso en nada demerita la excelente labor que día a día hace Dayamí que nos cuenta y comenta de hechos y sucesos del barrio y del mundo.
Le recomiendo revise sus trabajos y me dará la razón. Hoy por hoy Dayamí es de las mejores periodistas de Cuba.
Sr Armando si se tomo el trabajo de leer mi opinion,se dara cuenta que no pongo en duda su capacidad profesional,pero una cosa es lo que pudiera hacer y otra lo que puede hacer con sus conocimientos.Conozco las limitaciones que le imponen en su profesion y tambien las que se autoimponen,fui casado durante mucho tiempo con una periodista que trabajaba en los medios de esta ciudad,mi critica va mas alla de ella y se dirige a aquellos que deciden lo que deben o no exponer a la opinion publica.Si pretendemos mejorar el pais,primero hay que reconocer lo que hacemos mal o limitado,pero si nos combiene el inmovilismo pues si funciona para mi porque lo voy a cambiar,entonces haremos lo mismo que hemos hecho y los resultado seran los mismo que sufrimos…Un medico por muy buen profesional que sea,no puede curar sin medicinas
Un artículo que debía escribirse. Una verdad como un templo, salida de la pluma de mi periodista favorita.
Dayamis como siempre genial.