Conocí de la existencia de la radio en la Loma Cansavaca, en Palma, en la antigua carretera Sancti Spíritus-El Jíbaro, donde mis abuelos Cachón y Carmen plantaron su casa, escoltada por chirimoyas, caobas y cerezas.
Cuando llegaba la hora del programa “Guateque en la agricultura”, a Encarnación Linares se le subía lo de montuna para la cabeza y no había quién le moviera el dial de Radio Sancti Spíritus, mientras degustaba unos tayuyos con empellas, al estilo de Carmen Mirabales.
A las dos en punto de la tarde, tía Erenia se adueñaba de aquel aparato, marca RCA Víctor, para escuchar la novela por Radio Progreso; en tanto, el turno de mi mamá le correspondía con “Agente especial”, también de Progreso. Desde ese tiempo, a ella le acompaña la fascinación por las tramas policíacas.
De vez en vez, yo, que no levantaba tres cuartas de la tierra, me quedaba alelado imaginando cómo dentro de aquella pequeña caja rectangular podía caber un hombre de más de siete pies de estatura; era el tamaño que dibujaba la voz de Roberto Canela, locutor de ese espacio policíaco.
Mas, en verdad, mi complicidad con la radio —como oyente— empezó gracias al programa “Tía Tata cuenta cuentos”, que escuchaba cada mañana, entre un bocado de pan y un sorbo de café con leche, antes de salir de estampida para la escuela Antonio Maceo, de la joven comunidad de La Sierpe.
Allí, animado por el maestro de Historia de Cuba, Carlos Lazo, me aprendí de un tirón los versos de “El Mambí”, que aparecían en el libro de texto. Mucho, mucho después conocí que la autoría de aquella canción le pertenecía al compositor, flautista y luchador independentista Luis Casas Romero, quien protagonizó el 22 de agosto de 1922 el nacimiento de las transmisiones continuadas de la Radio Cubana con la salida al aire de la 2LC.
A partir de ahí, este medio de comunicación vino de menos a más, no solo por la apertura de nuevas estaciones. A golpe de voces, sonidos y silencios, la radio ha contribuido a moldear la identidad cultural y política de esta isla, de esta Revolución; y se hizo guerrillera en la Sierra Maestra, con la siempre Radio Rebelde, que mis abuelos maternos escuchaban, con los oídos pegados al equipo, bajo la tenue y humeante luz de un quinqué, ante el temor de que los “casquitos” de Batista los sorprendieran in fraganti.
—¡Atención, último minuto! Radio Rebelde informando: ¡Triunfa la Revolución cubana!
Ningún medio de comunicación ha sido tan inmediato como la radio; la cual, además, como ningún otro, ha puesto a volar la imaginación de sus audiencias. Hoy, no obstante, la era de Internet le ha colocado bien alto la varilla a la Radio Cubana, urgida de reajustar sus dinámicas y culturas profesionales para así tomar el impulso necesario y empinarse con la fuerza de nuestro mítico Javier Sotomayor y no ceder terreno en el campo comunicacional.
Mientras tanto, les confieso que sigo despertando con “Haciendo Radio”, de Rebelde; luego sintonizo “Un paso más”, al son de una taza de café, y termino la tarde con el noticiero “Al Día”; de seguro, mi proyecto radial mayor, horneado con los saberes de varios colegas y que mis ojos achacosos me arrebataron de las manos.
Ese es mi ritual diario como oyente; embrujo que nació en la casa de mis abuelos en la Loma Cansavaca, cuando ni por asomo pensaba convertirme en un oyente, en un radialista apasionado.
En mi familia la radio era una compañía permanente, se escuchaba todo. Esta evocación me hace recordar mi programa preferido de niñita: Ronda Infantil por la desaparecida Radio Liberación; recuerdo que existía el “Club de oyentes de ronda infantil” se escribía y te enviaban un carné y todo.
Muchas felicidades a todos los trabajadores de la radio espirituana, magníficos profesionales todos.