San isidro de los Destiladeros es en el Valle de los Ingenios una de las reliquias que más interés turístico suscita. Bajo la sombra de frondosos árboles, expone todo el conjunto de edificaciones de esta fábrica dedicada al negocio azucarero durante la colonia y cuyas ruinas han sido develadas a través del tiempo.
Su tesoro más preciado es, sin duda, el tren jamaiquino, que fue en su momento lo más avanzado en tecnología para la cocción del azúcar; pero no el único. Lo afirma Bárbaro Enrique Carpio Martínez, al frente del equipo de la empresa Aldaba, responsable de la administración del sitio y de ofrecer servicio de guías especializados para complementar —con información documentada— cada hallazgo que cautiva al visitante.
El recorrido conduce a varias locaciones: a la torre campanario —la primera en convidar a este viaje al pasado—, a la casa hacienda, al área de paila y molienda —la más fascinante—, a la represa y al resto de los sistemas para garantizar el agua de uso doméstico y del proceso fabril, a los barracones de esclavos… Detalles de un período histórico que marcó la opulencia del valle y la prosperidad de la urbe.
El discurso museográfico —en varios idiomas— va más allá de la exposición formal de los elementos que integran este sitio arqueológico, el más completo de toda la llanura, y ofrece una semblanza acerca de los modos de vida impuestos por el sistema de plantación en San Isidro de los Destiladeros que, en su etapa de mayor esplendor a mediados del siglo XIX, contó con 150 esclavos, 200 hectáreas de caña y numerosas áreas de cultivo para consumo de la familia.
“Pero no solo nos concentramos en la historia del ingenio, profundizamos también en la época en que se desarrolla esta producción azucarera en el país y aprovechamos el entorno natural en que se ubica para abordar aspectos de la religión yoruba y el uso de las plantas con fines curativos, lo que enriquece el discurso desde una perspectiva antropológica que apela a las tradiciones y a la cultura popular”, ilustra Bárbaro.
Y mientras esta reliquia posa para el lente de turistas nacionales y de medio mundo, en la casa hacienda prosiguen las labores de restauración del inmueble para convertirlo finalmente en un museo interactivo digital, con paneles táctiles que ofrecerán toda la información histórica y la reconstrucción del proceso fabril mediante la tecnología 3D, además de exponer las piezas descubiertas en los talleres de Arqueología y preservar las ruinas como testimonio vivo.
El sueño que gestaron muchos investigadores y apasionados del patrimonio azucarero se hace realidad. San Isidro de los Destiladeros —sin regatear ni uno de sus encantos— constituye hoy uno de los mayores atractivos turísticos en el Valle de los Ingenios.
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