Los triunfos del equipo masculino de voleibol en la arena internacional hacen la noticia del deporte cubano en este 2022, luego de que no sobran las sonrisas de otras disciplinas en eventos foráneos, sobre todo por la debacle en el Campeonato Mundial de Atletismo, de donde Cuba se fue sin medallas.
Y aunque, ciertamente los muchachos de la malla alta no han pasado la mayor prueba de fuego, que debe ser el Campeonato del Mundo, pactado para efectuarse del 26 de agosto al 11 de septiembre, en Eslovenia y Polonia, la orfandad de victorias extrafronteras llena de aliento a los amantes de la isla, mucho más porque el propio voleibol se sumió en los últimos años en un marasmo, cuyo clímax ha sido la no clasificación de los Juegos Olímpicos Tokio 2020.
Las señales de resurrección han sido claras y convincentes: cuatro torneos, en diferentes áreas geográficas y cuatro títulos, todos ganados de manera invicta con 18 éxitos en línea y con clasificaciones a importantes eventos para años venideros, con una escuadra muy joven en la que militan dos espirituanos, protagonistas de ese resurgir, como Osniel Lázaro Melgarejo y Adrián Goide.
La primera de las competiciones, una especie de calentamiento, fue el Challenger Norceca Final Four de Pinar del Río 2022, que le garantizó la presencia en el Challenger Mundial de 2023; luego vendría el éxito de la Copa Panamericana Norceca Final Six, celebrada en la localidad de Tepic, México, que le dio el único boleto en disputa para los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile 2023, y después la Copa Challenger, en Corea del Sur, que les subió el nivel al enfrentar escuadras de diversas naciones y les representó la obtención de su clasificación para la Liga de Naciones el próximo año, lo cual significaría comenzar a escalar peldaños mayores.
Recientemente, conquistaron la Copa Panamericana con sede en Canadá, donde, si bien no enfrentaron en todos los casos a los principales elencos de cada uno de los países presentes, en especial la nación anfitriona y Estados Unidos, resultó una oportunidad para marcar distancia del nivel logrado por los muchachos ante rivales que en otras ocasiones les ganaban.
El título les sumó puntos para el ranking, de donde estaban alejados por los resultados internacionales de los últimos años como elenco, que no competía bajo esa condición desde por lo menos el 2019.
En ese evento el espirituano Melgarejo se ratificó como uno de los puntales de la selección al alzarse con la condición de jugador más valioso y mejor atacador, algo que el zurdo achaca al crecimiento que como voleibolista ha significado su inserción en los clubes profesionales de varios países en los últimos años, el más reciente de ellos en el equipo Chaumont de la liga francesa.
Los sorbos de la Copa le vinieron bien a Goide, reafirmado como el pasador titular de la selección nacional y quien, al igual que su coterráneo, ha podido curtirse en el voleibol profesional gracias a un contrato con el club brasileño Brasilia Volley.
Los dos también asistieron a los eventos anteriormente mencionados en los que militaron jugadores que como ellos también experimentan los beneficios de los convenios en este deporte, el que más contratados tiene Cuba hoy en el exterior.
¿Hasta dónde se trata de una resurrección del voleibol nacional en toda la línea? Toda victoria es buena, sobre todo porque oxigena y eleva el ego colectivo de una disciplina que abrió muchas interrogantes en la última década marcada por las derrotas decepcionantes ante rivales de menor o mayor calibre.
En ese período, Cuba bajó del primer nivel en las Ligas Mundiales y ni así ganó, como tampoco en el plano regional; recuérdese que en los Juegos Centroamericanos y del Caribe Veracruz 2014, obtuvo bronce y en Barranquilla 2018 se fue sin nada, lo mismo que en los Panamericanos de Toronto 2015 y en Lima, Perú 2019, alcanzó plata al caer ante Argentina en la final.
Se incluyen, igualmente, el último lugar en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 y la no clasificación a los de Japón. En ese tiempo la fuga de talentos marcó la realidad frente a la malla y también los saldos del caso Finlandia, el cual dejó fuera del voleibol a las figuras cimeras de aquel momento.
Pero al parecer tanto la apertura a los contratos, oficializados o no por la Federación Cubana, como la política de aceptar en sus filas a hombres que se fueron por su cuenta como Robertlandy Simón y Michael Sánchez, le han traído al voleibol buenos dividendos, de una parte porque todos han podido jugar a un mayor nivel, y ello los ha fogueado al enfrentar a deportistas de talla internacional y, sobre todo, porque han podido jugar sistemáticamente, algo que en nuestro país muchas disciplinas no pueden hacer, más en los años recientes, cuando las restricciones de la covid eliminaron la mayoría de los eventos nacionales.
Lo otro es que al parecer en los eventos de este año, aún sin ser el gran termómetro, la selección ha podido engranarse mejor; pese a la coexistencia sobre el terreno de diferentes maneras de jugar el voleibol desde la concepción de cada uno de los clubes.
Se ha visto un conjunto de ataque y servicios fuertes y repartidos, combinativos y creativos y, esencialmente, con una banca que permite mover fichas sin advertirse un descenso.
Se observa, además, un equipo con mucha estabilidad en cada uno de los sets en los diferentes partidos, algo que había sido un problema en varios eventos foráneos de cualquier nivel.
De hecho, es el voleibol masculino el deporte que en el país antillano, hasta ahora, ha podido revertir y refrendar la validez de la “exportación de talentos”, de lo que no pueden jactarse, por ejemplo, el fútbol o el béisbol.
Triunfar es bueno, y nada demerita la estela de victorias; pero no puede embriagarnos, sobre todo porque hay que evaluar los éxitos en su contexto real.
El Mundial que se avecina se torna como un medidor exigente, ya que sobre la malla se elevará, y mucho, la calidad de los rivales.
Sabremos entonces hasta dónde podrá subir la parada y conoceremos si nuestro voleibol masculino está donde debía estar, como se ha dicho en los últimos días, pues la mayor victoria data del 2010, cuando fueron subcampeones, y en el 2012, al obtener el bronce en la Liga Mundial.
La ventanilla que se abre debe ser, además de un espejo, un escalón que pueda catapultar a los nuestros hacia el verdadero peldaño que mida la resurrección real. Retomar la senda de las medallas, incluidos subcampeonatos mundiales, títulos y subtítulos de Ligas Mundiales y hasta un bronce olímpico en Montreal 76, sería una buena señal.
Desbrozar el camino que los conduzca a Paris 2024, constituiría la verdadera luz del renacimiento esperado de esta generación, encargada de retornar a Cuba a la élite permanente del voli universal.
La llamada «Resurrección» Solo ha sido posible por aceptar que los profesionales,antes llamados traidores y mercenarios del deporte,ejerzan su derecho de representar la tierra que los vio nacer