Alto, desenfadado como un niño grande, con ideas muy adultas y serias, y la voz que delata al maestro que lleva dentro parece que está en el aula desgranando historias y teorías marxistas, pero habla de Jatibonico, un pueblo que ve como un puente entre el Oriente y el Occidente de Cuba, al que tuvo que acostumbrarse y le hizo crecer la madurez como cuadro.
Hablar de la tierra del Uruguay apasiona tanto a Isbel Reina Abreu, el primer secretario del Partido en ese municipio, como cuando arremetía para hacer valer alguna idea en la Universidad en su condición de presidente de la FEU o se ponía a la cabeza de una vanguardia de jóvenes para lo que hiciera falta.
Sonríe cuando asegura que era un muchacho intranquilo, aunque de aquel niño indisciplinado de las primeras enseñanzas no queda nada, conducta lograda a fuerza de seriedad y responsabilidades desde que entró a la Universidad en la carrera de Marxismo Leninismo e Historia.
“Mi primera prueba de fuego fue después de graduado cuando fui destinado a la Brigada de la Frontera en Guantánamo durante un año como político de una compañía de zapadores, pegadito a la Base Naval. Fue una experiencia única porque se trataba de una unidad de combate donde la disciplina era estricta y un trabajo político-ideológico fuerte que me sirvió de mucha preparación como cuadro de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC)”.
El tránsito por la UJC fue paso a paso en varias instancias, un periplo interrumpido para impartir clases de Historia y Marxismo en el Politécnico de Pojabo, como profesor en la Universidad y una maestría hasta llegar a ser el primer secretario de la UJC en la provincia de Sancti Spíritus.
Fueron muchos años lidiando con la generación más joven, incluidos los pioneros. ¿Qué le aportaron ambas organizaciones a un hombre con suficiente bagaje para dirigir en el Partido?
“Aportó mucho y encaminó mi vida laboral, me enseñó a tratar con diferentes generaciones y me dejó claro que la preparación es fundamental para intercambiar y ver la vida desde una óptica diferente, sobre todo en aquellos tiempos en que estábamos inmersos en la Batalla de Ideas y surgieron los trabajadores sociales. A esta altura pienso que pude haber hecho más por los jóvenes, por concretar sus sueños que son muchos. Uno siempre está inconforme, pero eso lo da la experiencia y tocante a eso tengo el concepto de que no hay contradicción entre las aspiraciones de los jóvenes y el hecho de que participen en la construcción de esta sociedad nuestra”.
De primer secretario de la UJC en la provincia, pasa a dirigir la mayor organización política en Jatibonico, un municipio que apenas conocía. ¿Cómo lo recibió su gente?
“Mi principal reto en esta responsabilidad ha sido cómo vincularme al municipio. Jatibonico es de gente laboriosa, que siente un amor inigualable por la industria azucarera y eso hay que identificarlo de inmediato. También es un desafío tener sobre los hombros la misión de representar a un pueblo, de sentir en carne propia sus intereses sus problemas, y sacar adelante la economía”.
La fuerza de la voz de Isbel cede un poco cuando rememora su llegada al municipio el pasado año, un 2021 marcado por el pico de la covid en los meses de agosto, septiembre y octubre, que superó los 5 400 casos. Le tocó entonces vivir el colapso de los servicios de hospitalización, cómo resolver, junto al resto de las entidades y organismos, cada problema, mantener la economía del territorio y la zafra azucarera en esas condiciones.
“Ha sido de las cosas que más me han marcado, eran madrugadas enteras buscando la manera de salir del mal momento, pero apelaba a la voluntad de la gente de no rendirse porque había que salvar vidas”.
Para quienes lo conocen de años Isbel sigue siendo el joven amante de la música, al que cuando puede le gusta asomarse a los programas de la televisión, estar con la familia, el que se enamora de los temas históricos y se sumerge en cualquier libro sobre el tema y deja un resquicio del escaso tiempo para interactuar en las redes, sobre todo cuando se trata de temas económicos.
“Con mis responsabilidades he dejado de hacer algunas cosas, pero me siento a gusto dentro de un círculo de amistades con los cuales comparto los mismos intereses y me siento útil porque trabajo para servir”.
Se sincera consigo mismo y admite que le falta llegarle al fondo a Jatibonico, un pueblo donde ha encontrado hasta a primos cercanos y parte de sus raíces. “Te puedo decir que no me es ajeno y siento que he nacido aquí, que logré vincularme con el pueblo y me han asumido como uno más. Hago lo máximo por intercambiar, escuchar, atender a todos e ir a los barrios, solo me falta más tiempo porque empecé en un año donde era necesario el distanciamiento y casi todo estaba limitado por la pandemia”.
Voluntarioso y obstinado, está convencido de que casi todo se puede hacer y piensa que no hay imposibles porque “falta mucho para que el municipio tenga todo lo que lleva”, por eso quiere arriesgar y en mente sobran proyectos.
Vuelve a sonreír y sueña en grande: hacer realidad la pizzería que tanto anhelan por allá, criar peces en los estanques vacíos de la antigua papelera, rehabilitar comunidades vulnerables, rescatar la producción de tabaco, con hacer una zafra grande de unas 100 000 toneladas de azúcar y un rendimiento mayor que 11 y convertir a la Empresa Agroindustrial Azucarera Uruguay en una de las más diversificadas y eficientes de la provincia. “Yo no veo imposibles, siempre hay oportunidades y este municipio, aunque complejo, sabe trabajar y tiene inmensas posibilidades de desarrollo”.
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