Hace ya unos cuantos años, cuando los repasadores comenzaban a nacer e incluso ejercían de forma ilegal, muchos se cuestionaron qué pintaban esa especie de personajes emergentes en el sistema de enseñanza cubano, absolutamente gratuito y ponderado incluso por expertos internacionales, gracias a sus meritorios resultados en toda la región.
No pocos se negaron de plano a gastar su dinero en estos “aprovechados” e incluso algunos promovieron una cruzada o especie de cacería de brujas porque los creyeron innecesarios, violadores de la ley y, sobre todo, de los cánones establecidos durante décadas en el país.
Después, en el 2013, el oficio de repasador se convirtió en una modalidad del trabajo por cuenta propia y comenzó a ganar adeptos no solo en los cursos terminales de cada nivel de enseñanza, sino desde primero y hasta duodécimo grados, como una especie de calzo imprescindible para obtener buenos resultados ante esas varillas del conocimiento que cada vez parecen elevarse más.
A través de los años, este asunto ha movido criterios encontrados: que si los repasadores no son necesarios porque el aprendizaje constituye una responsabilidad de la escuela, que cada vez suben más su tarifa, que no todos los padres pueden pagar y se establece una desigualdad entre los muchachos, que algunas familias los utilizan porque están de moda y otras por comodidad para desentenderse de las tareas, los trabajos extraclases y todo ese largo y a veces tortuoso camino de la enseñanza.
Pero, más allá de los particulares puntos de vista de cada quien, hasta los más enajenados en el fondo saben que la educación de las nuevas generaciones constituye una responsabilidad conjunta de la escuela y la familia.
Sin embargo, quienes tenemos hijos en edad escolar también tropezamos cada día con las múltiples lagunas —y a veces hasta océanos—, que padece hoy el sistema educacional cubano: claustros incompletos, algunos maestros y profesores sin los más elementales conocimientos sobre las materias que imparten, pérdida de tiempo en los planteles, falta de organización en los procesos, desinterés y desmotivación en no pocos docentes, dogmas en los exámenes y un largo etcétera que no excluye alguna que otra turbiedad fraudulenta y corrupta por demostrar.
En ese escenario, que no constituye generalidad ni excepción, algunos hogares se desentienden y dejan a la suerte a sus hijos, mientras que otros —incluso no tan solventes—, optan por escurrir los bolsillos en nombre del futuro de sus descendientes.
Tampoco faltan algunos padres que, aunque quieran, no pueden pagar ese conocimiento extra porque escoger en la disyuntiva entre comer o estudiar no admite titubeos.
En la actualidad, difícilmente algún alumno que aspire ingresar a la Universidad pueda prescindir de los repasadores porque incluso aquellos padres con elevado nivel educacional y deseos de ayudar, cuando avanzan los grados de escolaridad, no dominan todas las materias ni cuentan con un conocimiento actualizado sobre tan diversos temas.
Aunque, en teoría, los maestros que se mantienen en los centros escolares llevan el mayor peso y responsabilidad en los resultados de los estudiantes; cuentan con la metodología, el espacio y el tiempo idóneos, así como con la actualización continua y los programas al dedillo, lamentablemente no todos aprovechan ese lugar privilegiado.
Muchos jóvenes que acaban de culminar el duodécimo grado y se presentaron a las pruebas de ingreso a la Educación Superior confesaron a Escambray que sin el refuerzo de estos profesores particulares resultaría imposible alcanzar buenas notas en tan exigentes exámenes.
Ellos y sus padres se preguntan cómo vencerán este camino las generaciones que les suceden porque la mayoría de los repasadores y muchos de los mejores educadores que se mantienen hoy en las aulas ya peinan canas; mientras las carreras pedagógicas despiertan poco interés entre los jóvenes porque impartir clases frente a un aula siempre ha sido un duro oficio, pocas veces remunerado como merece.
Puede que algún repasador cobre demasiado o le niegue el espacio en su aula a quien no pueda pagar, puede que otro sea un improvisado en la materia que imparte, o —si es maestro en activo—en la escuela no se esmere igual, pero por lo general estos han demostrado ser excelentes educadores que instruyen de verdad a los muchachos.
La Cuba de hoy poco se parece a la de los florecientes años 80 y aquel sueño maravilloso de que todos los jóvenes cursaran estudios universitarios parece un lejano espejismo. No todas las familias mantienen ese interés porque muchas veces los graduados de nivel superior resultan menos exitosos que un revendedor o un botero o porque no pueden pagar lo que graduarse en la Universidad cuesta, aunque el sistema de enseñanza en Cuba continúe oficialmente gratuito.
Y dicho este merecido elogio a los repasadores falta recordar una verdad como un templo: el resultado académico de nuestros hijos invariablemente va a depender más de ellos que de cualquier docente o padre porque con interés y estudio —amén de la inteligencia natural de cada quien—, siempre van a encontrar respuesta propia a todas las preguntas para conquistar por sí mismos las más auténticas cumbres del saber.
No es un secreto que el sistema educativo cubano va en picada. Ha tenido muchos traspiés a lo largo de su historia. Una de las etapas mas dañinas fueron las Escuelas en el Campo. Allí surgió la necesidad de regalar notas para aprobar a los alumnos. Después de 4 horas de trabajo, llegaban al Aula cansados y sin animo para el estudio, lo cual obligaba a los profesores (la mayoría recién graduados, sin experiencia y obligados por el servicio social) a regalar notas para demostrarle a la sociedad que el MINED tenia razón y la decisión de la ESBUC era correcta. Ahora estamos recogiendo lo que sembramos durante años.
Periodista me satisface sobre manera que UD defienda los repasadores,siempre es mejor tarde que nunca .Por que en mis tiempos de profesor su trabajo era clandestino pues el gobierno nos tenia prohibido hacerlo..Cuantos medicos ,ingenieros,antiguos alumnos de los pre,le deben su carrerrea y la entrada al IPVC,a los repasos de Felix el matematico y algunos otros que no menciono pues no pedi su autorizacion..Resulta que ahora los elogian….No todos los humanos tenemos el mismo IQ(coeficiente de inteligencia) unos necesitaran repasadores y otros no,del mismo modo que hay personas que nunca han leido un periodico y no por eso vamos a prohibir esa profesion.Lo feo de todo esto es que nuca pediran disculpas a aquellos que castigaron por repasar,lo mismo que tampoco a los que castigaron por posesion de dolares o a los deportista que llamaron traidores y ahora los llamamos para que nos representen.Por eso hay que tener mucho cuidadado a quienes castigamos y criticamos,porque lo que hoy prohiben manana puede ser alabado y legal