Una madre que regresó de la muerte

Cuando el mundo celebra este 10 de diciembre el Día de los Derechos Humanos, fecha en que en 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Escambray relata la historia de Leydis Sánchez Brito, una madre espirituana que se ha sabido protegida

Durante varias semanas, Leydis permaneció ingresada en el Hospital Provincial General Camilo Cienfuegos. (Foto: Arelys García)

Con 34 años escasamente, Leydis Sánchez Brito ha regresado de la muerte en tres ocasiones, y la última vez —hace solo unas semanas—, la bebé llegó primero que la madre al hogar allá en Las Minas de Jarahueca, Cabaiguán, un caserío levantado encima de lomas suaves, al lado de la carretera Sancti Spíritus-Yaguajay.

En la distancia, acortada por la llamada telefónica, el llanto de su tercer hijo, la niña que nombraron Eileen de Regla, reclama la presencia, el arrullo de la mamá, a quien tanto extrañó luego de nacer el 19 de octubre.

Esa historia empezó en la noche profunda del 25 de septiembre último, cuando Leydis acudió al Cuerpo de Guardia de la Maternidad, en el Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, de Sancti Spíritus. Tenía apenas 35.4 semanas de embarazo y aquellos dolores, que nada bueno presagiaban. Aunque no presentaba dinámica de parto, su historia clínica alertaba a los médicos: dos precedentes habían sido por cesárea con complicaciones debido a hemorragias, originadas por trastornos en las plaquetas y, por consiguiente, en la coagulación.

Aquella noche de septiembre, no solo ánimo encontró en el personal médico de turno en el Cuerpo de Guardia; igual ocurrió una vez ingresada en la sala. Cada paso del protocolo de atención fue seguido al pie de la letra; sin embargo, a pesar de la preparación de rigor, con la cesárea llegó la hemorragia que parecía incontrolable; apenas le dio tiempo de conocer a la hija. Otra vez al salón, donde le practicaron una histerectomía obstétrica.

Casi de inmediato, la madre ingresó en la Unidad de Cuidados Intensivos debido a su estado crítico. Al cabo de varios días, despertó y creyó verse en una sala de maternidad. Enseguida, le informaron dónde estaba y qué le había sucedido. Cuando le indicaron que podía sentarse, lo hizo; mas, la atacó un fuerte dolor de cabeza. “Pensé que me había dado un golpe”, relata. Nada de ello; padecía de una hemorragia subaracnoidea, asociada a sus problemas hematológicos, advirtió el doctor Cosme Pulido Espinosa.

 “Cuando el dolor de cabeza era muy intenso, le agarraba la mano al médico y no lo dejaba ir de mi lado; con una paciencia tremenda, allí se quedaba”, evoca Leydis, quien permaneció 21 días en Terapia Intensiva.

De vuelta a la sala, una idea seguía rondándole: “Creía que no podría caminar jamás”. Por fortuna, ese fantasma no fue más que fantasma, y bajo el seguimiento de los especialistas en Ginecobstetricia, Hematología, Neurología, Imagenología… recuperó la confianza y empezó a dar los primeros pasos con la emoción que lo hace un niño a los pocos meses de venir al mundo.

“No conocía a ningún médico de Terapia Intensiva ni a los otros que también me atendieron —resalta—; pero lo hicieron con un amor, con una paciencia —hubo momentos en que me puse medio malcriada—. Sé que ese es su trabajo, sin embargo, sería injusto que no lo reconociera”.

— ¿Su familia tuvo que llevar alguna medicina para el tratamiento, cuando usted permaneció ingresada?, preguntamos, a sabiendas de que el déficit de ciertos fármacos también ha impactado la atención hospitalaria.

“No, no. Incluso, mi familia les dijo que si hacía falta algún medicamento, lo podía comprar afuera, en la calle, pero no hizo falta”.

Mientras Leydis pugnaba por la vida en la Unidad de Cuidados Intensivos, le daban el alta médica a su hija. Varias semanas debió esperar la mamá para recibirla y conocer realmente a la bebé, que ahora mismo la reclama con un llanto desde la cuna en su hogar, allá en Las Minas de Jarahueca.

En el discreto caserío, los hermanos de la niña, de ocho y diez años, juguetean alrededor de la nena y su madre, a quien —según narra y le narraron— la hemorragia interna le jugó una mala pasada por tercera ocasión, mucho peor que las anteriores, como lo confirma su esposo, el chofer Kindelán.

Graduada de instructora de Arte y de licenciatura en Derecho, esta joven sabe que cada 10 de diciembre el mundo celebra el Día de los Derechos Humanos, fecha en que en 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Leydis no piensa con cabeza ajena y ha vivido en carne propia cómo han sido protegidos sus derechos a la maternidad, a la salud; pero, sobre todo, su derecho a la vida, por la cual lidió, como legionarios romanos, el personal médico y paramédico “con un trabajo en equipo admirable”, añade.

Gracias a ellos, esta madre regresó nuevamente de la muerte, y a su debido tiempo retornará a la escuela de su localidad a impartir su taller de Artes Plásticas. Mientras tanto, la imagino como la Madonna Litta, de Leonardo da Vinci, dándole el pecho a la bebé, cubierta con un manto azul, el mismo azul que entra suavemente por las ventanas de la casa.

Enrique Ojito

Texto de Enrique Ojito
Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida (2020). Máster en Ciencias de la Comunicación. Ganador de los más importantes concursos periodísticos del país.

Comentario

  1. Beatriz Vergel Rodriguez

    Así son nuestros médicos cubanos. Alma,corazón y vida. Ese es el lema, no importan las adversidades. Ahí están ellos dándolo todo. Mi admiración y mis respetos doctores

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