La algarabía al compás de las tonadas, versos improvisados y el rasgado de las guitarras espabiló la tarde del domingo 6 de febrero en Venegas. Demasiados ojos fueron testigos de la vitalidad de las expresiones campesinas que subían y bajaban de forma espontánea del escenario con olor a estreno. Casi los mismos que siguieron minuto a minuto el resurgir de una construcción, hoy verdadera joya.
“Confieso que pensé que la tarde campesina no tendría casi público —cuenta con la sorpresa espetada aun en el rostro, Raquel San Gabino Rodríguez, directora desde hace tres años de la Casa de Cultura Comunal, de Venegas—. Y, por momentos, nos costó trabajo mantener al público sentado en el teatro a mitad de su capacidad. Después de tanto tiempo sin contar con un lugar con todas las condiciones para disfrutar del quehacer de nuestro movimiento cultural, pocos prefirieron quedarse en casa”.
Hubo quien aquella tarde dominical retornó en su memoria a los días en que hasta Venegas llegaban poetas, músicos, artistas circenses… Lo hacían, gracias a las dos líneas de hierro que acordonan a todos los pueblos que unen a Villa Clara con Camagüey; jornadas que sembraron en esa zona norte del país un ambiente creativo, entre cuyos frutos hoy exhibe con orgullo más de un nombre en la vanguardia artística de la nación.
“Están por ahí quienes aún me reclaman que no han podido entrar porque no podemos violar lo establecido como medida higiénico-sanitaria en tiempos de pandemia. Pero nuestra proyección de trabajo es lograr, como mínimo, una actividad diaria”.
Esa aspiración tiene como garantía a todo su recurso humano con siete instructores de arte, un metodólogo, dos programadores, cinco promotores y otros trabajadores responsables de atender a más de 7 800 vecinos de una extensa área.
“Estamos convencidos de lo que tenemos en las manos. De ahí nuestro compromiso con la comunidad”, enfatiza.
DEL AYER AL HOY
Venegas, poblado yaguajayense de caminos anchos, viviendas de madera y otras ya modernizadas, vio cómo su Casa de Cultura Comunal sobrevivía en ruinas. Llovía más adentro que afuera, paredes huecas, lunetas inservibles, inmobiliario donado tras ser dado de baja en el sector educacional… formaban parte de su panorama.
“No se puede comparar lo que teníamos con lo de ahora —expresa Alberto Sánchez Cruz, joven instructor de Artes Plásticas—. Hablamos de una reconstrucción capital que incluyó la ejecución de una cabina de audio. Además de las nuevas puertas y ventanas de madera, contamos con un equipo de audio nuevo, un teatro con 100 lunetas y dos televisores. La instalación reúne todas las condiciones para que sea una sala polivalente”.
Fue un proyecto constructivo que dio sus primeros pasos en agosto del 2019 por la brigada EvaCuba, de la filial espirituana del Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), y que tomó respiros en las etapas de mayor asfixia de la covid.
“El pueblo está más que agradecido, sobre todo con el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, quien es hijo de esta región. Por eso estamos convencidos de que hay que responderle con trabajo y eficiencia”.
En el pequeño lobby de la casa de dos plantas, Escambray sorprende a Yank Carlos Gutiérrez pintando sobre cartulina. Desde hace cuatro años no encuentra mejor refugio que el pequeño espacio donde ha aprendido a esculpir su talento.
“Las personas que trabajan aquí son muy buenas y enseñan. No solo esa exposición —señala los dibujos que bajo el nombre de Somos continuidad cuelgan de la pared— evidencia lo aprendido aquí. Ahora mismo estoy enfocado en el proyecto S.O.S por el mundo como señal de auxilio desde la naturaleza a los seres humanos, quienes la dañan. Esa idea se me ocurrió gracias a los saberes de las ciencias naturales y las técnicas de las artes visuales”.
Este jovencito de 13 abriles, quien sueña con ser un artista profesional, fue testigo de que las pésimas condiciones constructivas de la Casa de Cultura local jamás obligaron a deponer el espíritu de su colectivo. No rompieron con las visitas a los cuatro menores de edad con necesidades educativas especiales cada 15 días, no dejaron de ser mensajeros en la etapa en que la localidad se aisló del mundo por la cantidad de contagios y hasta se vistieron de verde para apoyar las labores en el centro de aislamiento.
“En cada tregua de la pandemia y antes de que existiera planificamos acciones. Lo hacíamos en la calle y también en el cabaré, así como en centros educativos”, alega la directora.
AL BORDE DE LA CALLE PRINCIPAL
Justo frente al parque de Venegas, la Biblioteca Pública, con 42 años de existencia, invita desde afuera a cruzar su discreto umbral. Obras de Gabriel Dávalos, sillas, mesas y estantes nuevos ofrecen la bienvenida en medio de su silencio sepulcral.
“Por años esto estuvo en pésimas condiciones”, expresa Yarislaidy González Fernández, su directora desde hace seis años. “La filtración no nos daba tregua con los libros. Solo contábamos con tres sillas”.
Junto a las labores de reparación y colocación de su identificación, llegaron además 15 estantes, cuatro registros de información y un catálogo.
“Con esfuerzos propios de las tres bibliotecarias y la comunidad arreglamos todos los libros. También nos donaron unos nuevos de la “Rubén Martínez Villena”. Hoy contamos con 5 600 textos de diferentes géneros. El cambio demoró, pero valió la pena. Tanto así que Paula Rodríguez, su fundadora, cuando la vio no resistió y lloró de tanta alegría”, dice y también deja escapar la emoción.
Solo con poner un pie en su portal se disfruta de Toda Luz, un cartel sobre la pared azul que delata la existencia de la única tienda Artex, de Venegas. Su actual estado es también el resultado de una restauración capital.
“Ha sido un verdadero suceso para la comunidad porque antes no podían comprar jarras, cortinas, libros, diccionarios, bisutería…”, refiere Lisandra Acosta Pérez, su única trabajadora, al describir los principales productos que expende el centro.
Venegas hoy es un pueblo con dicha. Posee como ninguna otra localidad —ni siquiera la capital provincial— instituciones culturales con tan buen confort. Por tanto, sobre los hombros de sus colectivos y la comunidad recaen nuevas responsabilidades: no permitir que se les acomoden las huellas del abandono y el descontrol, así como aprovechar las brechas que hoy tiene el sector cultural para no seguir siendo desde la economía un peso excesivo al país y buscar mediante el ingenio que sus servicios sean el alma de la localidad.
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