El joven investigador italiano Fabrizio Chiodo, colaborador del Instituto Finlay de Vacunas, de La Habana, tuvo a su cargo la selección de los participantes en el ensayo conjunto con el Hospital Amedeo di Savoia, de Turín, cuyos nombres desconocía, pues, por ética, “eran sólo números”, explicó a Prensa Latina.
Edad, peso, padecimientos y alergias, entre otros parámetros de un grupo poblacional homogéneo y sano, fueron tomados en cuenta entre los aspirantes a enrolarse en el estudio, cuyo objetivo es comprobar la eficacia del preparado Soberana Plus, elaborado por el Instituto Finaly, como refuerzo en personas inmunizadas con otros inyectables contra la Covid-19, autorizados en Italia.
En el Centro Internacional de Salud “La Pradera”, los voluntarios recibieron la dosis de Soberana Plus, tras aportar muestras de sangre para ser analizadas por instituciones cubanas, en un procedimiento similar al realizado, 28 días después, en el Laboratorio de Microbiología y Virología del Amedeo di Savoia.
Uno de los participantes en el estudio fue Matteo Saccani, economista, quien, en diálogo con Prensa Latina, manifestó dos razones principales para integrarse al grupo.
Ante todo, dijo, fue un honor para mí, como para todos nosotros, poner nuestro cuerpo al servicio de la ciencia médica cubana y dar nuestra pequeña contribución, nuestro pequeño apoyo al desarrollo del intercambio vacunal entre Cuba y Europa”.
La otra razón, añadió, “fue para cuidar mi cuerpo, resultó espectacular para nosotros tener la posibilidad de ponernos una vacuna desarrollada por un sistema de salud pública como el cubano”.
Una vacuna sin ningún interés económico detrás, motivo por el cual ofrece mucha más confianza para nosotros y entonces ponérnosla fue un honor, precisó.
Además, destacó que el “ensayo clínico salió superbién” y fue una oportunidad para constatar, una vez más, “la seriedad con que trabajan los científicos” de la isla.
Indira Estrada, ingeniera cubana residente en Italia, puntualizó que se incorporó al ensayo clínico “como un modesto aporte al enfrentamiento a la Covid-19” y, aún más, por ser una de las vacunas que los científicos y el sistema de salud del país caribeño “ponen a nuestra disposición contra esta enfermedad”.
De igual modo, para el politólogo Mattia Baldini la razón principal de su presencia en la investigación fue, por una parte, política, porque considera el concepto cubano de salud universal y gratuita, desligada de intereses financieros privados, como “un muy buen ejemplo de cómo podría ser un mundo mejor”.
El segundo motivo de Baldini fue “más personal, de salud, porque la Soberana Plus ya había tenido muy buenos resultados en Cuba y, como he dicho, confío totalmente en la sanidad cubana”.
Cuando surgió esa oportunidad “me dije, por qué no, además de apoyar una idea política con la cual estoy totalmente de acuerdo”, también “me voy a poner una vacuna que me va a proteger aún más de las que ya me he puesto”, recordó.
De acuerdo con Baldini, fue una experiencia muy bonita y, sobre todo, se queda con el recuerdo del cuidado que les brindaron los médicos del Instituto Finlay y de La Pradera, “quienes nos despertaban muy temprano cada mañana y nos preguntaban cómo estábamos, si teníamos algún problema con la vacuna”.
Ese nivel de detalles, dijo, tiene que ver mucho con la idea que uno puede poseer de la sanidad cubana porque, para hacer una comparación, acá en Europa tú te pones la vacuna y no sabes quién la hizo, quién la inventó.
Sin embargo, en Cuba, nosotros pudimos hablar con las personas que en verdad fabricaron la vacuna, quienes desarrollaron el proyecto de Soberana, y todo eso te da una idea de cercanía a la comunidad científica, por así decirlo, mucho más de lo que uno está acostumbrado acá en Europa, expresó.
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