Habla como quien ha llevado una vida entera dentro de una Unidad de Cuidados Intensivos. Lo escuchas como si el traje de cuello y corbata que luce a propósito de la XXI Jornada Al Servicio de la Vida —que se desarrolló durante este jueves y viernes en el Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos— pudiese camuflar su juventud y sus 36 años de edad, suficientes para haber sido subdirector en la Dirección Provincial de Salud, en Matanzas y, desde el pico pandémico allá, llevar la jefatura del servicio de Terapia Intensiva en el Hospital Provincial Faustino Pérez de la Atenas de Cuba.
Pero al doctor Enrique Rodríguez García, especialista de primer grado en Terapia Intensiva, le basta la experiencia vivida dentro de aquella sala de intensiva para asegurar que la covid ha sido, acaso, su mayor prueba en todos estos años.
Y no solo por tener que organizar al personal cuando la estadía en zona roja sobrepasaba los veintitantos días y el agotamiento superaba las ojeras que se tatuaban en los rostros; ni por adiestrar a los enfermeros y médicos que llegaban desde otras provincias a ayudar al “Faustino” cuando Matanzas era el epicentro de la covid en Cuba; ni por los desvelos a los que sobrevivió sin descanso durante tantos días en el hospital. Ahora lo reconoce: la covid los contagió de sacrificios y de nuevos modos de hacer.
“Los cuidados intensivos desarrollaron una labor fundamental. La atención al paciente crítico y la labor de los intensivistas en el contexto del pico pandémico más grave para el personal fue una tarea retadora, porque los cuidados intensivos, aunque es una especialidad que está muy cerca de la muerte, su contexto fundamental es el paciente que pueda ser retornado a la vida, que pueda tener un por ciento de recuperabilidad y estos fueron pacientes que, muchas veces, tanto su tratamiento como lograr la supervivencia constituyeron un reto para los intensivistas.
“Desafortunadamente tuvimos un número de pacientes fallecidos y nunca estamos preparados para tener personas fallecidas no solo ancianas fallecieron jóvenes compañeros de trabajo personas que estaban en la primera línea y, de pronto, caen enfermos tienen formas graves y fallecen. Los momentos fueron muy impactantes, aunque hubo experiencias positivas como el sobreponerse, reorganizar en los momentos que más casos teníamos, tratar de vencer esa fatiga que teníamos casi todos los médicos que estábamos en la línea directa en la atención a ese tipo de pacientes”.
Y por eso cree que la mayor tarea ahora será ir logrando borrar las secuelas que le fueron dejando aquellos días de tanta tensión. Prefiere enumerar aprendizajes antes que rememorar los dolores vividos.
“Como experiencia positiva está ver cómo muchos médicos jóvenes, incluso recién graduados, profesores con temor inmenso, pero sin importar que pudieran morir en lo que estaban haciendo se mantuvieron como guerreros en la primera línea”.
Lo sabe porque lo vivió en carne propia: dirigiendo y también en la asistencia médica; sobrellevando los días en los que en el hospital matancero se llegaron a tener hasta 38 pacientes ventilados en una sola jornada; buscando alternativas de tratamiento y compartiendo desvelos y experiencias con aquel equipo de jóvenes intensivistas que lidera.
“El ciento por ciento de los médicos nuestros estuvo enfermo y a pesar de eso salían del aislamiento y regresaban a trabajar sin descanso, porque todo el mundo sabía que lo que estaba en juego era la vida de los demás. Fue una experiencia que desde el punto de vista organizativo nos puso a prueba, pero representó un crecimiento profesional”.
Mas, sin dudas, ahora que Escambray lo ha conminado a rememorar puede confirmar que la inmunización iría abriendo de a poco las puertas para vencer la pandemia.
“La experiencia de la vacunación en Cuba supuso un antes y un después y quizás llegó en el momento en el que más se necesitaba. Dio un resultado extraordinario al punto de que prácticamente no tenemos hoy casos graves a pesar de todavía tenemos circulación de variantes en el mundo y en nuestro país”.
Pero no ha sido solo la del doctor Enrique, la suya y otras experiencias han centrado los intercambios que, desde la ciencia, se han venido desarrollando durante estos dos días en el Hospital Provincial.
La XXI Jornada Al Servicio de la Vida ha llevado a repensar procesos, a mirar los problemas desde el prisma de la investigación minuciosa y a emprender los procesos asistenciales a partir de la experiencia cognoscitiva para mejorar la calidad de los servicios.
Cuando en la tarde de este viernes concluya esta edición quedarán en cada una de las especialidades las experiencias de las distintas ponencias que se han debatido y otras muchas interrogantes a develar en la próxima jornada.
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