Tal vez alguien piense que por activar la molida en un solo central la zafra en Sancti Spíritus será pan comido; sin predecir el comportamiento de una contienda cuyo medidor no puede ser nada más la discreta producción de azúcar proyectada en virtud de los pálidos volúmenes de caña disponibles, desde la guardarraya se vislumbra una cosecha para nada sencilla dentro de un escenario muy complejo e inédito a la hora de armar la operación
agroindustrial.
Conocido resulta que en la provincia molerá el central Melanio Hernández, mientras el Uruguay no hará zafra, como se ha dicho, por déficit de materia prima, la contienda transita por la fase preparatoria para alistar las fuerzas, la industria, el dispositivo de corte y tiro y articular un organigrama de abasto cañero más compacto, pero obligado a funcionar con la precisión de un reloj.
Más que del Melanio Hernández o del batey de Tuinucú será la zafra de Sancti Spíritus porque, aun cuando se anuncia una reducción de los frentes de corte a tenor con la caña a moler y la obligada racionalidad que impone el contexto económico-financiero, la cosecha involucra a la mayoría de los municipios y el azúcar a producir debe, en primer orden, asegurar el consumo de la provincia.
El hecho de abrir un solo basculador le pondrá tensión a la campaña de principio a fin, pues el Melanio Hernández se enfrentará, quizás, al examen más difícil de su historia conociendo de antemano que no tiene relevo ni derecho a revalorización.
Por eso no fue casual que en la reciente evaluación de los preparativos de la zafra el Grupo Azcuba enfatizara en las reglas del juego: “El central Melanio Hernández no puede fallar, tiene un alto compromiso productivo con la provincia, porque si falla no se corta la caña de Sancti Spíritus y tampoco hay para donde vincularla”.
Solo visto desde ese ángulo el escenario se revela complejo, pero no imposible para un colectivo que pese a las limitaciones de recursos ha convertido la eficiencia y el trabajo energético en pilares del central. Sin aspirar a echarle mal de ojo a la fábrica, no pueden obviarse los reiterados tropiezos de las últimas arrancadas, situación que los industriales de Tuinucú están convocados a superar, aun sabiendo que las reparaciones descansan prácticamente sobre la base de remiendos.
La zafra de Sancti Spíritus va más allá de lo que ocurra en el batey de Tuinucú, su funcionamiento, como siempre, dependerá del empeño de los colectivos y de la estabilidad del abasto cañero para, al menos, aprovechar la capacidad de molida en el rango que se planifique según el balance de recursos en función de la cosecha.
Si partimos de que en Jatibonico para el central, no la actividad agrícola, y más de la mitad de la caña a cortar y moler todos los días la deben tributar las unidades de la Empresa Azucarera de ese municipio, se advierte en esta operación otro de los grandes desafíos de la contienda espirituana.
Como cosecha al fin es poca la novedad, tampoco hay nada diferente a lo que tradicionalmente enfrenta el dispositivo de corte y tiro. El meollo del asunto apunta al traslado de la caña hacia Tuinucú que, a todas luces, recaerá sobre hombres, locomotoras y carros jaulas, algo que en alguna medida se ha hecho otras veces, pero nunca en la magnitud proyectada para esta cosecha.
Entonces, sin subestimar el resto de los procesos agroindustriales, puede señalarse que el Ferrocarril decidirá en la zafra de Sancti Spíritus. No es un vaticinio exagerado, sobre todo cuando se habla de correr diariamente entre cuatro y cinco trenes desde Jatibonico hasta el Melanio Hernández, una operación que, a lo mejor alguien piense no incorpora complejidad porque encaja en el ámbito laboral de los ferroviarios, en tanto para los espectadores de la zafra es cuestión de entretenerse mirando el paisaje que dibujan a su paso los trenes de caña.
Sin embargo, hay un elemento insoslayable: para el traslado por ferrocarril de la caña que se corte en Jatibonico es obligado circular por la línea central en un trayecto cercano a los 20 kilómetros hasta Siguaney, y luego seguir por el ramal Zaza del Medio hasta Tuinucú.
Dicho trasiego diario presupone ajustar el funcionamiento del itinerario y el tráfico cual si fueran las manecillas del reloj y, sobre todo, poner disciplina a ese organigrama porque presumiblemente la circulación debe ser diurna a juzgar por la vigencia de una regulación del Ferrocarril para los carros de caña que tienen un sistema de rodamiento de chumacera —dispositivo poco común ya en este esquema de transporte—, a fin de no comprometer, ante alguna eventualidad, la corrida de los trenes nacionales en el horario noche-madrugada.
La disciplina con que deberá funcionar el envío de la caña desde Jatibonico para el Melanio Hernández no es exclusiva para el itinerario y el tráfico; en materia de zafra el corazón de ese movimiento tendrá otro medidor esencial para la cosecha y la eficiencia fabril: la frescura con que se muela la materia prima.
Tampoco se trata de minimizar la obra cumbre de la cosecha: cortar la caña; empeño que no puede medirse solo por la baja disponibilidad de tallos inscriptos en el balance movible, pues también resultará complicado garantizar la tarea diaria —será asumida mayoritariamente con máquinas— en campos donde el común denominador es el bajísimo rendimiento agrícola, y para hacer más embarazosa dicha operación el bejuco está enroscado como serpiente a los plantones.
Tantos matices y el hecho de que el Melanio Hernández asumirá en solitario la molida no simplifica en nada una cosecha que privilegia desde los preparativos la diversificación en virtud de procesar la caña para fabricar azúcar y también meladura con destino a la industria alcoholera aledaña.
Es cierto que la siguiente zafra no debe sobresalir por los volúmenes de caña y azúcar, habrá que mirarla también desde el perfil de los derivados, porque en el caso del alcohol es importante su utilidad como materia prima y en la exportación.
Por más que existan razones objetivas y más allá del resultado productivo, la contienda que se avecina trascenderá en la provincia porque el Uruguay quedará en el banco sin jugar; sin embargo, en las unidades productoras entrelazadas a ese central y en las del Melanio Hernández, la campaña debe ser una especie de laboratorio para medir la utilidad de los diversos sistemas de vinculación del hombre al área que se introducen en el cañaveral —principalmente los colectivos laborales—, sobre los que se
proyectan, en buena medida, los incrementos cañeros.
Tal vez alguien piense que Sancti Spíritus se prepara para una zafra chica en virtud de las posibilidades productivas del momento —está por calcularse el balance movible según los estimados cañeros al cierre de septiembre—; pero toda cosecha, pequeña o grande, se vuelve una operación agroindustrial a cielo abierto que involucra recursos, exige organización, disciplina, puntualidad y particular atención a todas las fuerzas involucradas.
Sancti Spíritus se acerca a una campaña atípica, donde no hay espacio para el error ni para repetir lo sucedido en la última contienda, cuando la provincia hizo la cosecha “con la rodilla en tierra”. Por eso en la reciente evaluación de los preparativos de la zafra el Grupo Azcuba recordó que los espirituanos saben hacer zafra, a la vez tienen el alto compromiso de poner énfasis en la eficiencia de la cosecha para asegurar la producción de azúcar,
porque, dejar de producir —se dijo— sería endeudar la entrega en el territorio.
Acabaron con los centrales dijeron q era más factible importar el azúcar q no producirla aquí en cuba un país que fué uno de los mejores productores de azúcar del mundo ahora estamos pagando las malas decisiones los centrales desbaratados caña no hay y azúcar mucho menos
En 1952 se produjeron 7 millones de toneladas usando mayormente bueyes…Y con menos de 6 millones de habitantes…Porque se logró?….No había monopolio estatal ni empresa «Socialista»
La zafra con un soloi central parece ser una buena idea. En caso de que el Melanio por roturas falle, deberá estar preparado el Uruguay para seguir su misión. Ojalá no sea necesario y todo salga según lo planificado En donde está el punto de control en el Maja, existió un cartel que decía, no se puede gastar más de lo que se tiene, y otro a la entrada de Jatibonico afirmaba: la caña, tradición, cultura, identidad, entonces con eficiencia y eficacia hay que seguir la marcha.
Evidentemente usted está enajenado en extremo, en el Uruguay no queda nada, ni trabajadores. Se puede ir olvidando de esa tradición azucarera, cómo se puede ir olvidando de la tradición de puerco asado el fin de año
Modestamente pienso que la recuperación de la industria azucarera pasa por recuperar los cañaverales y su rendimiento en primer lugar, sin desconocer la necesidad de modernizar los ingenios . Si la molida es estable, sin las paradas por falta de caña los ingenios se van a romper menos. El que tiene un pedazo de tierra se tiene que sentir atraído por cultivar caña. La experiencia del cultivo del tabaco en la provincia debe aplicarse a la caña de azúcar
El azúcar se produce en el campo y se extrae en el Central, no hay más teoría.