Cuando sus 16 años apenas estaban por amanecer, al Maestro de todos, el que sentó en una mesa única a caudillos e imberbes independentistas, le nació quizás el más joven de nuestros guerreros literarios. Y a Abdala le puso una espada en la mano y le inventó una patria: Nubia.
Cuando este 26 de marzo, jornada de Elecciones Nacionales en Cuba, está por clarear, urge evocar a Martí, quien nos enseñó que la “Patria es comunidad de intereses, unidad de fines”, ante el nuevo tsunami armado en redes sociales en otro intento de talar a ras del suelo nuestro modelo político y social.
Por ello, le han ido con todo contra el proceso convocado por el Consejo de Estado para elegir, por el término de cinco años, a los 470 diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular en su X Legislatura, entre ellos los 20 espirituanos, y en esa línea de ataque exhortan al denominado voto de castigo —si se valora la crisis económica enfrentada por el país—; llamado que naufragó durante el referendo popular del Código de las Familias en septiembre último y los comicios municipales de noviembre, también del 2022.
Sabedor del alcance de tales maquinaciones, este domingo el pueblo ejercerá masivamente su derecho al sufragio, que nadie podrá escamotearle y, lápiz en mano, podrá votar por todos los candidatos, por varios o uno de ellos, de modo libre, igual, directo y secreto.
Parapetados en un discurso del período Jurásico, quienes embisten el sistema político de la isla le endosan la etiqueta de unipartidista, como si el multipartidismo significara per se democracia y no exacerbado forcejeo por el poder, dinero a granel gastado para conquistar el voto popular y la injuria de un candidato a otro frente a las cámaras televisivas, como ocurre en buena parte de las naciones autoerigidas en paradigmas de ejercicio electoral.
En un proceso sin calcos de otras latitudes, el 5 de febrero los miembros de las Asambleas Municipales del Poder Popular nominaron, en sesión extraordinaria, las propuestas para ocupar un escaño en el órgano legislativo y constituyente, a partir de un proyecto a cargo de la Comisión Nacional de Candidaturas, liderada por un representante de la Central de Trabajadores de Cuba e integrado por los Comités de Defensa de la Revolución, la Federación de Mujeres Cubanas, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, la Federación Estudiantil Universitaria y la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media.
Por tanto, quienes determinaron la lista final de los candidatos que irán a las boletas no fueron el Partido Comunista de Cuba y su aparato político —como pregonan los anexionistas, al punto de quedarse sin voz—, sino los delegados de circunscripción, electos por la mayoría de los espirituanos y cubanos, en general, en las urnas durante los comicios municipales del 27 de noviembre.
Gracias al Sistema Electoral, diseñado también a lo cubano, esos representantes del Poder Popular en la base constituyen el 47.02 por ciento (suman 221) de los candidatos al Parlamento en su próxima legislatura; o sea, es gente de nuestros barrios, a la que no hay quién le haga un cuento de los dolores y esperanzas de la realidad de Cuba, auscultados por los futuros legisladores en sus recorridos a lo largo del país.
El visitar esta o aquella fábrica para constatar con ojos propios los malabares a los cuales apelan sus colectivos laborales para mantenerlas vivas, en tiempos en que falta casi todo, menos las ganas para echar adelante el país; el entrar a este o aquel centro científico para ver cómo, con más inteligencia que recursos, los especialistas emprenden investigaciones; el llegarse a comunidades, donde la marginalidad germinó por desatenciones de antaño, marcaron las escenas cotidianas desde el 6 de febrero y hasta este viernes.
En esos intercambios, que debieran sistematizarse aún más, vimos a las candidatas a legisladoras, equivalentes al 55.3 por ciento de los propuestos; cifra que convertirá a Cuba en la segunda nación con mayor presencia femenina en un Parlamento, solo antecedida por Ruanda, y expresión del real empoderamiento de la mujer.
Sin que ello devenga una pugna a toda costa por lograr la representatividad en la composición del órgano supremo del poder del Estado, gratifica saber que la quinta parte de los candidatos a diputados sean jóvenes, deseosos, como Abdala, de hacer por su Nubia, de hincar las espuelas en los ijares de sus corceles e irse a dar pelea blandiendo las espadas en las manos.
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