Muchos cubanos desconocíamos las voces fuel y fueloil hasta que, en 2021, comenzaron a tener una marcada presencia en los medios de comunicación, a raíz de la crisis del sistema eléctrico nacional.
En la prensa escrita insular se constatan las variantes <fuel>, <fuel-oil>, <fuel oil>, sin resalte tipográfico, y <fuel oil>, compuesta en cursivas.
Cabría pensar, según las normas académicas codificadas en la Ortografía de la lengua española (2010), que en Cuba estamos obligados a escribir en cursivas estas dicciones procedentes del inglés —o entrecomilladas, si no se dispone de cursivas—. Porque en el español de nuestro país articulamos tales palabras remedando su pronunciación inglesa, [fiúl] y [fiu.lóil], esta última, además, con una alternancia acentual menos apegada al patrón de la lengua primigenia, [fiu.lo.íl].
Pero los hablantes de España no siguen la pronunciación inglesa. La correspondencia estricta que allí se da entre los grafemas o letras y la realización hablada —[fuél], [fue.lo.íl]— hizo que el Diccionario de la lengua española (DLE) lematizara estas lexías como préstamos plenamente adaptados al español: <fuel> y <fueloil>.
De manera que, sustentándose en la autoridad del DLE, los medios de comunicación cubanos pueden, deben, escribirlas en redondas, sin resalte tipográfico alguno, aunque en nuestra variedad nacional de lengua se comporten, en rigor, como extranjerismos crudos.
En inglés fuel es ‘combustible’, voz de significación genérica; y la combinación fuel oil, con separación gráfica entre sus componentes, alude a una clase más o menos específica de derivado del petróleo.
En español, por lo contrario, fuel es equivalente de fueloil, unidad léxica que, conforme al DLE, se hispaniza como un compuesto propio, es decir, con sus dos bases ligadas gráficamente. Ambas significan ‘fracción pesada del petróleo natural, obtenida por refinación y destilación, que se utiliza como combustible’. Difieren, por tanto, de otras mezclas de hidrocarburos como la gasolina, el diésel o el querosene.
Desde 1970 fuel se incluyó en la nomenclatura del DLE. Pero no fue hasta la última edición de esta obra, en 2014, que la lexicografía académica refrendó fueloil, si bien el Diccionario manual e ilustrado de la lengua española de 1984 y 1989 había registrado la forma fuel-oil, con guion interpuesto, como venía escribiéndose desde los años 30 y 40, de acuerdo con la documentación que atesora el Corpus del Diccionario histórico del español.
También en este corpus académico aparecen las variantes fuelóleo y combustóleo, atestiguadas desde fines de los 70 e inicios de los 80; la primera, en el español peninsular; la segunda, en el de México. Sin embargo, al igual que fueloil, fuelóleo recibió el espaldarazo del DLE solo en fecha reciente. Y combustóleo ni siquiera se encuentra en el Diccionario de americanismos.
Mientras el primer constituyente de fuelóleo es el anglicismo fuel, ya adaptado al español; el de combustóleo resulta de su traducción, fuel > combustible. Por traducción, infiero, también parece conseguirse el segundo constituyente de ambas variantes. Del inglés oil se obtendría petróleo, dicción que quedaría reducida a su último segmento al formar los compuestos acronímicos: fuel + (petr)óleo > fuelóleo; combust(ible) + (petr)óleo > combustóleo.
Se trata de calcos léxicos o estructurales que se avienen al patrón morfológico de adaptación al español de gasóleo, unidad a la que el DLE dio el visto bueno mucho antes, desde 1970, en detrimento del extranjerismo gas oil y de sus formas hispanizadas gas-oil y gasoil, a la última de las cuales terminó aceptando en 2001.
Las voces gasóleo y gasoil son sinónimas de lo que en nuestro país (y en otros) se conoce como diésel, lexía que rinde honor al ingeniero mecánico alemán Rudolf Diesel y que también entra al español a través del inglés. En ambos idiomas designó, primero, una clase de motor; luego, por extensión, la sustancia carburante que permite su funcionamiento. Es muy común que los cubanos, fuera de las hablas técnica, administrativa y periodística, llamemos petróleo al diésel, a semejanza de lo que sucede con querosene.
El estudio de fuel y sus variantes, de conjunto con las demás denominaciones de combustibles originarias de la lengua inglesa, puede ofrecer una idea, siquiera aproximada, sobre algunas de las características y dificultades que presenta la incorporación de vocablos extranjeros, y de cómo la lexicografía y la ortografía académicas las han gestionado.
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