GANYDAR surge de la integración de ganar y dar, y tiene la misión de proporcionar apoyo en especie (no en efectivo) a cualquier organización local comprometida con el apoyo a poblaciones latinoamericanas de ingresos vulnerables, que son los que se encuentran entre los 5,5 y los 13 dólares por día.
Como parte inseparable de la fundación, Mujeres es su rostro femenino: un programa que cuenta actualmente con 3 proyectos en Cuba y uno en Suiza enfocados en la formación y desarrollo de la industria de la confección en estos lugares, del cual Abigail Vouillamoz es co-responsable.
¿Qué hace MUJERES en Cuba?
“La historia de GANYDAR en Cuba se remonta a más de una década. En mi caso, llegué a la nación por el año 2014 y, desde entonces, la he visitado casi decena de veces. En un primer momento visitamos la capital, Cienfuegos y Trinidad y nos maravilló la tarea que las instituciones han llevado a cabo para defender las tradiciones de la aguja”.
“Desde MUJERES pretendemos fomentar el bienestar y la autonomía femeninos. Vinimos en calidad de espectadores para aprender y entender necesidades reales para, a través de donaciones de herramientas, materiales y, sobre todo, experiencias, tributar al mejoramiento de la comunidad”.
¿Qué tan complejo resulta establecer un proyecto de colaboración masivo en Cuba?
“Es bastante difícil, si te soy sincera. Por un lado, tenemos a Cuba, que no está adaptada a que proyectos tan grandes como el nuestro vengan a la isla y esto provoca que se dificulte toda la cuestión del papeleo (que a veces toma años) y el envió de las donaciones”.
“Sin embargo, por otra parte, hemos encontrado resistencia en los canales que solemos utilizar en la Unión Europea por temor a ser multados o incluso vetados en la región por el gobierno norteamericano. El bloqueo existe, es real”.
“Afortunadamente, logramos proporcionar el equipo necesario para los cursos de capacitación (máquinas, hilos, telas y otros materiales necesarios para los patrones), así como los conocimientos técnicos necesarios en forma de cursos y formación profesional”.
¿Pretende enseñar la alta costura a las artesanas locales?
“Hibridarlas. Para mí el futuro es una mezcla entre las tradiciones artesanales y el alto diseño. Ocurre que Cuba no tiene escuelas de alta costura y aún se emplean el método que legó Ana Betancourt, la costurera más famosa de principios de la Revolución, pero cuyo método ha sido sustituido por otros más novedosos”.
“Además, es indudable, Europa es el epicentro de la moda en el mundo y es quien dicta las reglas de este ramo. No obstante, el deshilado, el bordado, los puntos, la randa, todo en el adornar me parece espléndido. Y también me lo parece cómo han imbricado en sus telas la historia de la ciudad. Yo solo pretendo mejorar la confección de la pieza y ustedes le agregarán la magia”.
¿Abigail, cómo fueron sus inicios en la costura?
“Comencé en el mundo de los ovillos, los alfileres y las telas desde pequeña. No me gustaba mucho la escuela y, cuando niña, pasaba las tardes mirando a mi bisabuela materna coser. Un día pusieron en mis manos una Bernina y se convirtió en mi amor”.
“Junto a una profesora de costura aprendí lo fundamental del oficio. No fue tarea fácil: los fines de semana me dejaba las llaves de su local y pasaba las horas dándole al pedal una y otra vez. Practiqué por seis años hasta que cumplí 15 y me matricularon en una escuela de arte de una ciudad cercana a la mía”.
¿Cómo es el mundo de la alta costura?
“Por una parte es hermoso. Tienes tejido, precisión, encargos; a Chanel, a McQueen, Giorgio Armani, Donatella Versace, Domenico Dolce o Stefano Gabanna: todos ellos maravillas en estado puro. Sin embargo, por otro lado, es terrible. Este es un mundo exigente, de profesoras frustradas y demasiado rectas”.
“Por otro lado está el consumismo. La huella ambiental que deja la industria textil es enorme y comparable con la del hormigón o la quema de combustibles fósiles. Basta mirar un caso triste como el desierto de ropa de Chile. En Europa, sobre todo entre gente de dinero, se estila mucho el compra y tira: nos vamos a París, nueva colección de Chanel y tres meses después adiós”.
Es una realidad muy distinta a la cubana.
“En efecto. En Cuba, también por lo caro de los tejidos en comparación con el salario promedio, existe una cultura del cuidado y el reciclaje muy arraigada. Si bien esto dificulta el acceso a ropas al ciudadano promedio, la verdad es que tiene un lado muy positivo en la cultura: antes de desechar una pieza por su antigüedad, el cubano la hereda por una, dos o incluso más generaciones”.
“Asumo que si todos los países hicieran como Cuba y heredaran esta costumbre de usar la ropa hasta que se rompe y no hasta que aburre o pasa de moda, la realidad ambiental en el planeta sería otra, mucho más ecológica y verde”.
¿Atraen las ropas nacionales a la alta costura?
“Por supuesto. La costura de los países y los colores suelen representar el clima emocional de las culturas. En Cuba se viste fresco y exótico, todo lo contrario a Europa. Ustedes poseen una mezcla de pintura, arquitectura y música que otorga una distinción a su vestir muy particular”.
“Los extranjeros caemos asombrados al ver este nivel de detalle en los deshilados y como se inserta la historia en sus ajuares. La ropa no crea cultura ni historia: es una recreación de la cultura que existe y el suyo es posiblemente el país con la historia más rica que conozco”.
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