Abundio, sus machetes, sus medallas y Fidel (+ fotos)

En la sala de su casa atesora muchos recuerdos, pero el más grande, según refiere, es la foto del Comandante en Jefe, esa que cuando mira hace que siempre esté presente

“Todos los días lo miro para tenerlo presente”, refiere cuando observa la foto de Fidel. (Fotos: Xiomara Alsina)

“Todos esos machetes son la colección de los que usé en el desempeño de mis labores como chapeador de potreros y machetero y para mí constituyen un museo de trabajo. Esa es mi propia historia”, así se presenta Abundio Sánchez Varona, ante los ojos de quienes lo visitan en su modesta casa, radicada en la comunidad montañosa de El Cacahual.

“Ahí aparecen todas las marcas de machetes que usé en mi larga vida laboral, implementos que me dieron la posibilidad de alcanzar, primero la condición de Héroe Nacional del Trabajo y luego, la de Héroe del Trabajo de la República de Cuba”, dice mientras mira y menciona el que lleva el cuño de Corona, La Estrella, Hoyo, El Gallito y otros, que le resultaron de mucha utilidad en su larga vida laboral.

“Solo me falta la mocha —dice Abundio— que fue mi aliada en las grandes zafras azucareras, esa fue la que me dio el carro cuando corté 200 000 arrobas”.

Junto a una réplica de los machetes usados por él durante el desmonte de aroma, la chapea de potreros y las zafras.
Junto a una réplica de los machetes usados por él durante el desmonte de aroma, la chapea de potreros y las zafras.

Mientras muele un poco de café cosechado por sus propias manos para realizar una colada de la aromática bebida, Abundio narra algunas de sus vivencias como machetero.

“A mí me decían la combinada humana —aclara—, cuando entraba al campo de caña no había quien me detuviera. En los campos del central Ramón Ponciano, de Fomento, tuve mi mayor desempeño como machetero, ese, para mí era el mejor ingenio de Cuba, hacía dos zafras, la del azúcar crudo y la del refino, considerado por muchos como el mejor producto del país.

“Nadie se va de mi casa sin tomarse una tacita de café criollo”, dice con orgullo Abundio.
“Nadie se va de mi casa sin tomarse una tacita de café criollo”, dice con orgullo Abundio.

“La caña de esos lugares tenía marcadas diferencias con las de otras partes de la provincia —comenta Abundio—, era una caña pesada, yo cortaba una carreta y sabía que en ella iban más de 400 arrobas. Eran campos prodigios los de Los Indios, Cacique, Casa Zinc, Manzanillo, Quemadito, La Redonda, Cari Blanca, Batey de Jiménez, entre otros, que fueron los que me dieron la posibilidad de obtener el primer lugar en la zafra más grande de la historia. Eso se dice y no se cree, pero fue la del año 81-82, cuando Cuba se creció con 8 millones de toneladas de azúcar. Ojalá cogiéramos al menos dos millones de toneladas ahora.

“Dicen que en el capitalismo, en la década del 50, se hizo una zafra de 7 millones y la del año 81-82 le ganó a esa. Claro, teníamos otras condiciones y recursos para trabajar y nosotros poníamos el corte manual”.

¿Y ahora a qué se dedica Abundio?

Donde hace un tiempo existía un vertedero, ahora emergen plantaciones de maíz, calabaza y plátano cosechadas por Abundio.
Donde hace un tiempo existía un vertedero, ahora emergen plantaciones de maíz, calabaza y plátano cosechadas por Abundio.

No me puedo estar tranquilo, cuando no voy a la finca, en Cangalito, me quedo aquí en la parcelita que recuperé, que antes era un vertedero y ahora tengo sembrado de todo, esa es mi pequeña granja, con aguacates, plátanos, café, frutales y con algunas gallinitas; pero más allá de la casa, en aquel otro terrenito, tengo sembrado maíz, plátano y calabaza, un área rodeada por las aguas del río Cayajaná, en eso me entretengo.

De noche, me siento en el portal de la casa y me llega una brisa fría que sale del río y del monte, hasta se siente el sonido del agua cuando corre entre las piedras, eso es vida, recuerda que el guajiro es del campo.

¿Abundio vive también de los recuerdos?

“A Fidel lo llevo en mi corazón” dice con orgullo Abundio.
“A Fidel lo llevo en mi corazón” dice con orgullo Abundio.

Esos no pueden faltar. ¿Cómo olvidar las tres ocasiones en que le di la mano a Fidel? La primera fue cuando resulté ser el obrero agrícola más productivo del país, el sindicato de Trabajadores Agropecuarios sacaba una básico, en ese caso fui yo, un auxiliar y un técnico; entonces me llevaron a La Habana y allí me sorprende el Comandante con un trofeo. Pero primero fue a conversar sin apuro, recuerdo que me dio la mano para la foto y no me aflojó, y uno, tu sabes por disciplina, me quedé así esperando un rato.

La segunda vez, ya me conoció, fue cuando me puso la estrella de oro; esa fue la ocasión en que me dijo: “¿y dónde te pongo esto si tienes el pecho lleno de medallas?”, entonces le dije: Comandante está lleno, pero ahí hay un huequito, al lado del corazón y le causó risa. Entonces, la tercera fue aquí en Sancti Spíritus, en la Plaza de la Revolución, cuando el acto nacional por el 28 de septiembre en el año 96. Fue un encuentro gracioso, él me recordaba de las veces anteriores y me entregó el Premio del Barrio.

En la sala de su modesta casa, en la comunidad del Cacahual, Abundio tiene colgados sobre las paredes muchos recuerdos: una urna con todas sus medallas, la réplica del machete de Serafín Sánchez, el hombre de las tres guerras, la llave de la ciudad de Sancti Spíritus y una foto gigante de Fidel, la que, según él, ha sido el mejor regalo que ha recibido en toda su vida, porque al mirarlo, siempre lo tiene presente.

Xiomara Alsina

Texto de Xiomara Alsina
Reportera de Escambray por más de dos décadas. Especializada en temas socioeconómicos.

Comentario

  1. Un bonito trabajo este de Xiomara sobre Abundio, que estoy seguro las nuevas generaciones no conocen y que en apretada síntesis, trata sobre una historia viviente que recibió incontable condecoraciones y el reconocimiento de todo un pueblo por su indiscutible ejemplaridad y prestigio conquistado con el filo del machete, por su enorme grandeza y las multiples proezas laborales alcanzadas como incansable hombre de trabajo.

    Yo tuve la oportunidad de hablar con él incontables veces estando trabajando como machetero en zafras azucareras, como chapeador de potrero en areas de la ganadería de la empresa Yayabo o visitándolo en su propia casa y siempre me impresionaba por su humildad, comportamiento e inclaudicable disposición de servir a la patria y a la revolución en cualquier tarea que se le encomendara.

    Para este excepcional hombre, mi respeto, admiración y un fuerte abrazo.

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