Sin imaginarlo cosechó la pasión en aquellos días en que de manos de su mamá recorría todos los locales de Radio Progreso. Pero, la timidez lo llevaba más a prisa. Hasta que, sin percatarse, aprendió a escuchar los sonidos con el corazón.
“Para muchas personas yo fui el niño que se pasó la vida en los pasillos de la radio y realmente no fue tan así —asegura Alberto Luberta Martínez, Albertico para el gremio radial, uno de los más prolíferos realizadores audiovisuales del país—. Recuerdo que cada vez que me decían: ‘¡Ay!, ¡qué grande está Albertico!’, me daba mucha pena. Por eso, un día dije: aquí no vengo más. Hasta que las cosas cambiaron en mi mente y empecé a escribir e ir a Progreso. Ahí fue cuando vi la radio de otra manera. Cada vez que llegaba a aprender la amaba un poco más. Ese sentimiento, aunque hace tiempo no laboro allí, se mantiene vivo hasta el día de hoy”.
Habla y las buenas vibras por el medio de comunicación y quienes le dan vida diariamente contagian. No necesita otras cartas de presentación: es un hombre de radio. Por tanto, más que preguntas y respuestas, el diálogo se torna cofradía.
Es hijo de dos sostenes de ese medio de comunicación: Caridad Martínez y Alberto Luberta, ¿asumir la dirección de la novela El derecho de soñar fue destino, casualidad, legado…?
Creo que es una mezcla de unas cuantas cosas, menos casualidad. La casa productora sabía de mi trayectoria y por eso me convocó para asumir la dirección con Ernesto Fiallo y el guion junto a Ángel Luis Martínez, quien proviene de la Emisora CMHW.
Recuerdo que grababa y recibí la llamada para preguntarme si estaba dispuesto a hacer una novela dedicada a la radio y no dudé en aceptar. La idea, desde el principio, fue hacerla con todos los procesos paralelos. Sabíamos que no podría salir en el año del centenario, pero el entusiasmo nos convocó a no alejarnos demasiado. De ahí que fue un trabajo arduo que convocó a muchas personas. Gracias a cada una de ellas, la novela estuvo en el aire rindiendo homenaje con luces y sombras, virtudes y defectos, pero visibilizando la radio.
¿No resultó arriesgado, en tiempos tan complejos como los que vivimos, dividir la novela en dos etapas y asumir así dos producciones?
Muy arriesgado. En un primer momento se valoró un trabajo de Ángel Luis por el centenario hecho en Radio Arte, pero eso sí era improductivo porque cada capítulo era una época diferente. Empezamos entonces a chapaletear y llegamos a la historia de María Valero relacionada con todo lo ocurrido alrededor de su accidente. En la medida en que crecía esa investigación, las personas involucradas hasta ese momento, que éramos cuatro, nos enamoramos más y más de esa primera etapa.
Los asesores sugirieron que fuera toda de época, pero la casa productora no podía. Entonces dije: Vamos a asumir el reto de las dos porque soy un defensor de la época actual, también por el hecho de que los radialistas de hoy merecen ese homenaje.
La historia de la radio en Cuba no solamente está en 1948, en 1922, sino también entre quienes diariamente siguen delante de un micrófono o del otro lado del cristal en una consola o dirección.
¿Por qué precisamente la de María Valero y no otras de las tantas historias apasionantes de los más de 100 años de historia radial en Cuba?
Empezamos en sentido contrario. Nos pareció muy atractivo su accidente desde el punto de vista dramático. Además, coincidían Goar Mestre, Amado Trinidad, la cercanía de la entrada de la televisión, El derecho de nacer y Félix B. Caignet, a quien hay que rendirle homenaje eternamente. Por tanto, resultaron elementos que nos llevaron a esa decisión.
Desde el primer momento nos queda claro que la novela es un homenaje a esa historia que forma parte de la Cultura cubana, pero toca tópicos pocos visibilizados en los medios públicos cubanos como personas en situación de discapacidad, violencia de género, prejuicios, estereotipos de género… ¿Por qué?
Digamos que nos gusta meternos en camisa de once varas. No queríamos solamente contar la historia, sino ir a lo que sucede. En estos procesos, uno nunca termina de aprender. Por ejemplo, en el caso de los personajes que más polémica crearon: Muñeca y Pipo, surgieron con la intención de rendir homenaje al público de Alegrías de sobremesa, pero crecieron y nos enamoramos. Ambos actores le pusieron una impronta extraordinaria. Incluso, no calculamos el impacto positivo y negativo que podrían tener en el público. Lo que sucedió con ambos creo que es una alerta y es que aún nos cuesta como sociedad reconocerlos como entes activos.
En el caso de la violación, la cual decidimos que no fuera la expresión más conocida, muchas mujeres se nos acercaron para decirnos que no, que eso no podía asumirse como tal. Una muchacha que trabajó conmigo en otro proyecto me pregunta si me había contado su experiencia con un profesor. Yo le digo que no, pero le pido que si aceptaba de forma anónima grabar un audio con lo sucedido. Me dice que sí y es la voz que se escucha como evidencia de que el personaje Igor había violado con anterioridad. Nunca olvidaré que el mensaje inicia: “Esto que te he contado no he podido hacerlo antes, disculpa que está largo, pero no me pidas repetirlo porque no podré”.
Como ocurre siempre con un producto tan seguido como la telenovela, la voz popular tiene opiniones encontradas; ¿qué sabor queda en usted?
Por lo que significa la radio en este viaje, las insatisfacciones duelen más. Pero la mayor satisfacción es haber visibilizado la radio, lograr que se interesen por sus orígenes, de homenajear a tantas personas tan grandes y sencillas como el maestro espirituano Ernesto Valdés, a Iván Pérez y a las tantas de las que está llena la radio afortunadamente y que, como siempre digo, son genios y no lo saben. Pusimos nuestro granito de arena para que los públicos vieran que se hace por seres humanos que sienten tanto amor por el medio como los iniciadores.
¿Cuál es la próxima entrega de Albertico?
Espero culminar la segunda temporada de Al habla con los muertos y estoy, junto a un grupo de los más fieles del equipo, en un documental que no anuncio el tema. Puede ser polémico, pero muy necesario.
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