De la mano de su padre, Orlando Álvarez de la Paz descubrió que le apasionaba colectar diferentes tipos de rocas. Intentaba buscar el origen de aquellos pedazos de historia que habitaban en la cueva del León, en Cabaiguán, su tierra natal. Y ese interés desmedido por interpretar cada rasgo de la naturaleza lo llevó en una sesión de trabajo en el campo cuando cursaba el preuniversitario en Neiva a realizar su primer hallazgo.
“Encontré una roca que tenía un fósil y un compañero me dijo: ‘Vamos a enseñárselo al profesor Santiago Silva, que tiene un grupo de Espeleología’. Él, Leonardo Rojas Pérez y Abel Hernández Muñoz fueron mis primeros maestros. Comenzamos a trabajar, sobre todo, concentrados en la Bioespeleología y Paleontología”, recuerda aquella fructífera década de los 80 del siglo XX, cuando confirmó que cada descubrimiento le daba sentido a su vida.
Pasado un tiempo, se vio con la arqueología en las manos. Con anterioridad había coqueteado con ella en las exposiciones que durante las fiestas del Santiago Espirituano organizaba el grupo Samá en el recinto ferial Delio Luna Echemendía, de la ciudad del Yayabo.
“Nos fuimos con la entonces directora del Museo de Cabaiguán, Mirta Beltrán, a Jatibonico donde encontraron un hacha petaloide. Esa fue mi primera vez de forma consciente. Luego, en una investigación sobre el Hombre Rojo o Cañambrú, como se le conoce en Taguasco, Luis Enrique Benavides y yo nos topamos en una de las márgenes del río Ceibacoa con las primeras evidencias de una industria, como le decimos los arqueólogos a la piedra que se talla, posiblemente más antigua de la región con más de 6 000 años de historia. Ya ahí no me pude desprender”.
Cursos diversos, exploraciones en zonas rurales y citadinas convirtieron la pasión en un hecho: Orlando Álvarez de la Paz es uno de los arqueólogos de la provincia más reconocidos por sus constantes investigaciones.
“La arqueología es una sola. No importa donde realices los estudios. Una particularidad de Sancti Spíritus es que prácticamente en todos sus municipios encuentras líderes de esa ciencia. También fue una suerte que en el 2008 inicié en el Centro Provincial de Patrimonio como museólogo especialista en arqueología. Lo primero que hicimos fue reunirnos con el grupo Samá y la Fundación de la Naturaleza y el Hombre y nos fuimos juntos a hacer las primeras excavaciones en 2009 de la zona de Pueblo Viejo, donde confirmamos que fue el asentamiento primigenio de la cuarta villa de Cuba.
“Ha sido una labor constante. Tanto es así que, de 36 sitios arqueológicos reconocidos, hoy ya podemos hablar de que contamos solo en la cuenca de inundación de la presa Zaza con más de 300, pero además de multicomponentes que son los que agrupan tanto la arqueología aborigen como la arqueología colonial de varios periodos, inclusive elementos de la actualidad”.
¿Podemos decir que Sancti Spíritus es tierra fértil para la arqueología?
“Se ha explorado y se ha investigado mucho, pero como dice Roberto Vitlloch, el conservador de la ciudad de Sancti Spíritus, aún la arqueología está en ciernes. Nos queda mucho por estudiar. De la parte aborigen se tiene un buen cúmulo de información, pero todavía queda. De la colonial, sobre todo en la zona reconocida como centro histórico de la cuarta villa, hay mucha riqueza virgen. Lamentablemente, el Gabinete de Arqueología Manuel Romero Falcó, perteneciente a la Oficina del Conservador, no cuenta con toda la infraestructura necesaria para enfrentar el cúmulo de trabajo.
“Para muchas personas, la arqueología se resume en excavar y sacar evidencias, pero es mucho más. Por ejemplo, está la estratigrafía, que nos permite interpretar por qué hay una letrina en un lugar y otra más alejada, por qué una zanja es anterior a otra… En fin, exige de muchas horas de estudio para encontrar respuestas”.
Entre tantas ciencias, ¿qué importancia le concede a la Arqueología para nuestra cultura?
“Resulta vital en la formación integral de nuestra sociedad. De seguir como vamos y con el imprescindible apoyo que merece, pudiera esta ciencia convertirse como en muchos países en una fuente de ingreso. Se investiga un sitio arqueológico, se preserva y se comparte con el turismo interesado en los valores patrimoniales. Esa es nuestra aspiración, por ejemplo, con Pueblo Viejo y las ruinas del parque Serafín Sánchez. Pudiera ser perfectamente una ruta turística. Pero para ello se precisa de un respaldo gubernamental a fin de que incluya otros atractivos como una acción cultural, degustar determinados platos típicos, tomar un café…
“Lo logrado en el Valle de los Ingenios, en Trinidad, es un ejemplo que demuestra que es posible y que da buenos dividendos económicos a reutilizar en otras investigaciones y conservación de los propios sitios”.
Son estos algunos de los desvelos de Orlando Álvarez de la Paz, quien no descansa en transmitir su amor por esa ciencia a las nuevas generaciones.
“Eusebio Leal nos enseñó que era importante la formación de los futuros profesionales, porque son el relevo para seguir dándole respuesta a quiénes somos y de dónde venimos. Por suerte, con la aprobación de la Oficina del Conservador en Sancti Spíritus se abren muchas perspectivas al respecto, para que la arqueología se enraíce aquí”.
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