No lo sabía siquiera: cada palabra desgranada en la más trivial de las tertulias vespertinas, cada regaño sobre lo que nos faltaba por escribir compartido en cualquiera de las reuniones, cada instigación a narrar la vida sin censuras, cada conminación a hacer periodismo sin descanso, cada reportaje suyo donde no faltaban ni las lugareñas que hallaba a la vera del camino ni las fabulaciones tan propias ni las metáforas exactas… eran lecciones cotidianas y de por vida.
Borrego iba enseñando, sin querer, a todos y aprendiendo, como si fuese posible ser el más neófito, de todos. Borrego era —exactamente es— cumbre y se dejaba escalar sin presunciones, sin sospechar siquiera que por más esfuerzo jamás podríamos rozar su altura. No lo creía.
Tan incrédulo como nosotros que ni aún a más de un año de su fallecimiento podemos creer que la covid fuera capaz de derribarlo. Imposible. Ha estado enseñándonos sin descanso todo este tiempo de presente ausencia. Lo seguirá haciendo sobre todo ahora cuando la creación de la Cátedra Honorífica Juan Antonio Borrego Díaz —con sede en su casa del periódico Escambray y de conjunto con la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez y la Unión de Periodistas de Cuba— será el pretexto para estudiarlo, como no hubiese querido nunca, para eternizar la savia que fue sembrando y dando frutos cotidianamente.
Frente a esta casona de Adolfo del Castillo No. 10, la sede de un periódico que fue edificando con sus propios cimientos, se dieron cita sus familiares, sus amigos-hermanos, sus colegas, autoridades, sus compañeros diputados a la Asamblea Nacional, sus vecinos… para ungir la cátedra que él mismo es.
Y los arpegios de “Rosalba” en las cuerdas del trío Miraflores —que tanto le gustaba— nunca antes habían sonado tan dolorosos ni se había enrarecido tanto el aire con la melodía del cuarteto de flautas A tempo. La música, acaso, fue el canto mismo de las lágrimas. Estremece.
Las palabras también fueron acompasándose desde la rigurosa formalidad que conlleva crear esta Cátedra Honorífica hasta las de la familiaridad con las que se le habla al amigo, al periodista, al hermano, al padre, al maestro que no ha dejado de ser.
Así lo decía esta mañana Yoleisy Pérez Molinet, editora general de Escambray, cuando era la voz de todos y decía que esta Cátedra, en verdad, hace “realidad un proyecto que encumbra la creación y la virtud.
“Esta iniciativa de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez, de Escambray y de la Unión de Periodistas de Cuba, permitirá distinguir aún más el desempeño profesional de quien mereció el Premio Provincial Por la Obra de la Vida Tomás Álvarez de los Ríos, en tanto hurgará en otras funciones asumidas por Juan Antonio, incluido el rol de diputado al Parlamento cubano desde 1998 hasta su fallecimiento.
“Sea entonces nuestra Cátedra, más que un homenaje, una continuidad de la impronta que ese Quijote gigante nos dejó para seguir iluminando los destinos del periodismo en esta casa donde nunca faltan sus pasos”.
En ese mismo tono hablaba a los presentes Ricardo Ronquillo Bello, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, quien recapitulaba cuánto le debe el periodismo cubano a la impronta de Borrego.
“La constitución de esta cátedra —compartía Ronquillo Bello— es la forma más hermosa de hacer que Borrego nos asesore en ese camino hacia el futuro: de la era analógica al metaverso.
“Esta cátedra tiene toda la inspiración de Borrego, toda la energía de Borrego, ese espíritu adelantado de Borrego. El nombre de Borrego es un nombre que para los periodistas y los comunicadores cubanos está relacionado especialmente con la idea de la transformación y la modernización del modelo de prensa.
“Esta cátedra puede ser un lugar muy especial para ayudar a que aceleremos, en lo posible, la transformación del modelo de prensa. Con la idea de la constitución de esta cátedra no solo nos ayudan a preservar el legado de uno de los más queridos y respetados periodistas cubanos, sino que nos pueden ayudar también a avanzar y sensibilizar sobre la importancia, la trascendencia de la transformación del modelo de prensa en nuestro país”.
Será el pretexto, acaso, para recorrer sus lecciones todas, para leer los reportajes de punta a cabo no solo con el deslumbramiento por la forma llana y a la vez metafórica de escribir tantas realidades, para sistematizar los modos de conducir un medio de prensa sin dejar de ser periodista jamás, ni líder tampoco, para aquilatar todo lo que aún le debemos. Somos ni más ni menos: sus aprendices.
La Cátedra Honorífica —que jamás le hubiese gustado por su humildad esquiva a cualquier trascendencia— es entonces el modo más sublime de eternizarlo. Es la síntesis de una obra quijotesca, porque Borrego en verdad es, aunque no lo pretendiese nunca, una cátedra, la misma que no ha dejado de habitarnos ni un solo día.
Por los pasos de Borrego
Que lleve el nombre de Juan Antonio Borrego, ese faro extraordinario que sigue siendo para este colectivo y para el periodismo cubano, resulta un entrañable compromiso con su recuerdo y con sus ganas siempre nuevas de fundar, de trascender.
Borrego fue un periodista imprescindible. Podía disertar de cualquier tema y hacer del ladrillo más horrendo una joya de periodismo auténtico, sin frases de menos ni de más, orgánico de principio a fin.
Conocedor a fondo de asuntos tan disímiles como la ingeniería hidráulica o la producción arrocera, navegaba por temáticas económicas con total desenfado, cual avezado analista al que había que acudir como obligada fuente.
De historia no había quién le pusiera un pie delante. Apasionado hasta la saciedad, hacía digeribles las batallas y podía contar la misma escena de la rendición del cuartel de Yaguajay mil veces de maneras distintas, siempre delirantes, siempre vivas…
Cada vez aparecían en sus empeños editoriales nuevas anécdotas de la Lucha Contra Bandidos, hasta crear el dosier más completo que se recuerde en la web de Escambray. Y cobraban vida los desencuentros de Gómez y Martí; los héroes humildes de Serafín; la genialidad de Fidel; los amores de Bolívar…
Tampoco olvidó jamás las realidades y las fábulas de vida que tejen los hombres sencillos de esta isla.
Pero no se conformaba con su obra propia y singular, sino que se propuso cultivar esa sublime concreción de la obra de todos, con una magistral sabiduría capaz de convertir este humilde periódico un sitio de referencia para la prensa cubana.
Les aseguro que lo digo sin vanidad alguna, porque eso Borrego jamás me lo hubiese perdonado, sino como un acto de justicia necesario con sus desvelos para hacer posibles las utopías y conquistar el mundo tan solo con un manojo de sueños.
Esta iniciativa de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez, de Escambray y de la Unión de Periodistas de Cuba, permitirá distinguir aún más el desempeño profesional de quien mereció el Premio Provincial Por la Obra de la Vida Tomás Álvarez de los Ríos, en tanto hurgará en otras funciones asumidas por Juan Antonio, incluido el rol de diputado al Parlamento cubano desde 1998 hasta su fallecimiento.
Sea entonces nuestra Cátedra, más que un homenaje, una continuidad de la impronta que ese Quijote gigante nos dejó para seguir iluminando los destinos del periodismo en esta casa donde nunca faltan sus pasos.
Se lo debíamos a Borrego por su entrega incondicional al periodismo. Sirva esta cátedra a los estudiantes de la carrera de Ciencias Sociales como fuente inagotable en su preparación como profesionales.
Merecidisimo homenaje a Juan Antonio, una de las personas mas integras que haya conocido. Su lamentable perdida fue un batacazo para el periodismo cubano, esperamos que la Catedra este a la altura de su magisterio.
¡Excelente acto de Fundación! Los estudiantes de Licenciatura en Comunicación social ya han sido orientados a contribuir desde el pregrado, la investigación y la extensión universitaria en pos del desarrollo humano que siempre soñó Borrego.
¡En hora buena!