No se trata, lamentablemente, de un titular futbolístico que, en dado caso, resultara el más lógico del mundo. Es que mientras más se dice, es más difícil de creer: Brasil, uno de los equipos más “emergentes” —o debo decir discreto— del béisbol mundial, dejó fuera de las medallas a Cuba en los Juegos Panamericanos de Chile.
Y esta es, por mucho que haya decaído nuestra pelota, la noticia que hace titulares en las últimas horas. La derrota de 4-2 ante los sudamericanos puede leerse de todas las maneras. Por más que haya crecido este deporte en ese gigante país, por más que la inyección nipona haga lo suyo en ese ascenso, por más que en el deporte no haya enemigos pequeños, resulta casi inadmisible que el país que ocupa el lugar 23 del ranking mundial le gane al que ocupa el octavo puesto en esa propia lista.
Eso sin ir a la tradición de una u otra nación, o al hecho de que por primera vez Brasil nos desbanca, no ya en unos Juegos Panamericanos, sino en todos los torneos de la historia beisbolera internacional. Y eso, por cualquier lado que se mire, es una “goleada” de las peores que ha recibido Cuba en los últimos tiempos.
Mas, no se trata solo de Brasil que, a fin de cuentas, lo que hizo fue terminar de provocar la zozobra de la nave cubana en Santiago de Chile. De haber llegado menos presionado al partido final, la derrota hubiese sido menos escandalosa. Cuba empezó a tropezar desde que tuvo que sudar en el debut para ganarle 4-3 a Colombia y luego se puso la soga al cuello al caer ante Venezuela 6-5.
No creo que, a estas alturas, después de tan amargas experiencias, el exceso de confianza haya minado a las filas cubanas, que han perdido con equipos de todos los colores. No hay que restarle méritos a un Brasil que pasó invicto a la siguiente ronda y jugó mejor que el trío restante de su grupo, pero Cuba enseñó su peor cara en un partido de vida o muerte, que otra vez no supo definir porque le faltó, además de bateo, el mal de siempre, fildeo y pitcheo eficaces, el extra de los grandes, y hasta de los medianos, ese que ahuyentó hace rato.
Y no es que no se pueda perder, algo que resulta lo más normal en el deporte. Es que nuestra selección enseñó el peor de los rostros. Parecían bateadores principiantes los que fueron dominados a su antojo durante cinco innings por el abridor brasileño Felipe Marcondes y en todo el juego batearon solo tres hits. Los lanzadores parecían aprendices, pues no supieron poner el cerrojo a la hora crucial o les soportaron 10 incogibles a los sudamericanos. Por otro lado, los fildeadores lucieron novicios al punto de cometer tres pifias infantiles, todo esto, independientemente de que la salida de Erisbel Arrebarruena haya forzado cambios de última hora en el cuadro.
Si con su experiencia hasta en ligas foráneas, el pinareño Erlis Casanova no pudo mantener una desventaja “no ganable” como la de 0-1 con que recibió, de relevo, el cuarto inning, y tanto él como Renner Rivero admitieron una seguidilla de cinco hits para limpiar tres de las cuatro carreras, ¿qué vamos a esperar?
Si los “clásicos” Roel Santos, Dayan García, Yadir Mujica o el exprofesional Baldoquin no pudieron batear más allá de rolatas por el cuadro por casi cinco innings ante un pitcher sin notas en ninguna liga extranjera de nivel, ¿qué exigir a los del banco que enseñaron delgadeces? Y si el escándalo no fue mayor, tanto como un no hit, no run, fue porque la conexión de Andrys Pérez por el montículo golpeó a Marcondes en una pierna y este tuvo que salir del juego cuando había retirado a 14 en línea desde que abrió el juego.
Si la presión domina a hombres expertos como Baldoquin y Mujica con errores de libro en el segundo inning en este partido ante Brasil, o al mismísimo Roel con su fildeo macabro en los jardines que nos costó el partido ante Venezuela, ¿de qué béisbol estamos hablando?
Pareció una pesadilla, pero ocurrió en el mundo real. Sin mirar al ranking ni al abolengo, Brasil jugó con sus armas y nos ganó en buena lid. Desde que esa derrota nos puso a sacar cuentas y fórmulas del TQB, tal como ocurrió en el último Clásico; desde que nos puso a mirar hacia el cielo a la espera de un milagro del partido entre terceros (Colombia-Venezuela), el fantasma de la vergüenza de los Juegos comenzó a rondar y no corrimos la misma suerte de aquel evento cuando, como escribí en aquel contexto, caímos en el grupo más asequible —¿o débil?— de los cuatro y así y todo tuvimos que sudar, hasta con “grandesligueros” dentro.
Luego se encargaría Colombia, desde el primer inning vs. Venezuela, de hundirnos en la debacle, que se antoja similar a la vivida en el 2019, cuando ocupamos el sexto puesto en el béisbol. Es lo que pasa cuando nos ponemos a depender de la suerte del otro y las propias fuerzas no dan para imponerse.
Nunca me sumé a la euforia triunfalista tras la pírrica victoria cubana en la Copa del Caribe por tratarse de un torneo de poca monta en el que fuimos con un dream team a enfrentar un evento de entretenimiento. Mas, al parecer esas mieles, como las del Clásico, sí obnubilaron a la familia beisbolera cubana que, como pocos en estos Juegos, incumplió su compromiso, no ya por el título a que aspiraba, sino porque se fue sin medallas, incluso, en un torneo de ocho equipos y en un grupo de cuatro.
Puede explicarse de mil maneras, pero si Cuba no es capaz de ganar en un evento donde tres de las potencias beisboleras del continente no asisten (Estados Unidos, Canadá y Puerto Rico, este último actual campeón), ¿a qué vamos a aspirar?
Por lo visto en el torneo, no asistió tampoco lo mejor de los peloteros de cada uno de los países en concurso, mientras Cuba llegó, al menos en papeles, con una selección superior, con cerca de una docena de los hombres que ocuparon el cuarto puesto en el Clásico Mundial de 2022 y otros con experiencia en ligas profesionales, aunque no estuvieran —ni en el bate, ni en el pitcheo— los pilares con los que avanzamos hasta los cuatro primeros en aquel evento.
¿Qué béisbol tenemos? La frase de Armando Johnson, director técnico del equipo Cuba, sobre por qué no apeló a un emergente en el séptimo con el empate en base y Mujica a media capacidad, me ayuda en la respuesta: “Solo nos quedaba Luis Vicente Mateo y apostamos a la experiencia de Mujica”; y dice que desde la composición se extrañó a hombres de poder como pudiera ser un Yordanis Samón, que nadie sabe por qué sigue sin ser llamado a las filas del Cuba por más que se canse de batear.
Y, de paso, la frase sacó a la luz las carencias tácticas para encontrar variantes de victoria cuando la tensión asoma hasta fuera de los rostros. Y también decisiones cuestionables. ¿Es tan flaco nuestro banco —o nuestro béisbol— que en un partido crucial hay que jugar con un Mujica limitado para correr?
Lo cierto es que hace 16 años, o lo que es igual, cuatro versiones de juegos continentales, nuestra selección no gana un título y hace ocho se van sin medallas, sin ni siquiera superar la fase de grupos.
Y esa es otra “goleada”. El asunto no es solo de composición porque sigo pensando que, a pesar de las ausencias, llevamos un equipo para ganar, al menos una medalla en este torneo más que asequible. Porque Cuba seguirá asistiendo a eventos de todo tipo, hay que seguir replanteándose conceptos, uno de ellos tan elemental como llamar a filas a hombres por la forma física y deportiva en que se encuentran a la hora del evento —Yoelkis Guibert es un ejemplo—, vengan de donde vengan: de Japón, de México o de la cochinchina, o aplicar la variable de la edad de forma pareja sin nublarnos por aquello de que juegan o jugaron en el extranjero.
Brasil hizo historia porque ganó, algo que Cuba, creo, nunca podrá hacer en el fútbol para devolver esta denigrante “goleada”. Brasil hizo historia al provocar que la vedette de la delegación cubana a los Juegos protagonizara el ridículo e hiriera, otra vez, el orgullo nacional.
Tanto que Cuba gasta en béisbol, para después ver qué mal papel hacen.
Deberíamos invertir más en otros deportes como el fútbol y el atletismo.
¿Deporte Nacional? No lo creo. Fueron.
Eso sí, debemos hacer más por el boxeo, más recursos.
El béisbol, ya me da pena. Allá y aquí.
Excelente comentario de una excelente periodista que dice las cosas como son a pesar que a algunos les duela sus adjetivos, considero que nuestro pasatiempo nacional requiere de un analisis profundo desde la dirección principal del pais y hasta los escalones mas bajos, pero creo que tenemos la obligación todos de volver a convertir la pelota en lo que siempre ha sido, tengamos que hacer lo que tengamos que invertir, como anda el beisbol anda Cuba, eso se refleja hasta en el rostro de las personas.
De acuerdo con usted, mis respeto, EXCELENTE, análisis, saludos.