Brasil: Hijos de gato…

En una amplia investigación penal ha derivado la intentona golpista contra Luiz Inácio Lula da Silva acaecida el 8 de enero, cuando seguidores radicales de Jair Bolsonaro asaltaron las sedes de los poderes judicial, legislativo y presidencial

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A los bolsonaristas les molesta que un limpiabotas, que un tornero llegara a ser presidente por tercera vez. Para la extrema derecha brasileña, Luiz Inácio Lula da Silva devino una piedra en el zapato en el tablero político del gigante sudamericano, cuya mayoría de electores llevó al líder del Partido de los Trabajadores al Palacio de Planalto durante los comicios de octubre pasado.

Renuentes a aceptar la derrota de Jair Bolsonaro, miles de sus seguidores asaltaron el 8 de enero las sedes del Congreso, de la Presidencia y del Supremo Tribunal Federal (STF), en Brasilia, con una exigencia: una intervención militar para echar a Lula con un puntapié de la silla presidencial.

En la invasión a las instituciones, sin precedentes en la historia del país, los partidarios del exmandatario no dejaron prácticamente títere con cabeza en las sedes judicial, legislativa y presidencial. Parecía que el terremoto de Charleston, descrito por Martí, hubiera registrado una réplica, a la distancia de más de un siglo, en la Plaza de los Tres Poderes, de Brasilia. Allí los portentosos edificios de hormigón también estuvieron a punto de semejar “nidos de paja”, con el permiso del Maestro.

Se cae de la mata la comparación con lo sucedido en el Capitolio de los Estados Unidos en el 2021, cuando cientos de simpatizantes de Donald Trump asaltaron la sede del Congreso, negados a aceptar la victoria de Biden. Entendible por qué Bolsonaro se inclinaba con tanta frecuencia ante el magnate neoyorquino, al estilo de Goebbels frente a Hitler. A fin de cuentas, hijos de gato… En Brasilia o Washington, lo acontecido es lo real malicioso en el reino del mundo de la “democracia”, cuyos exgobernantes portan similar material genético en términos de personalidad, al ser xenófobos, racistas, autoritarios, narcisistas y violentos.

Dada la magnitud de lo ocurrido en Brasilia, Lula obró tajantemente: decretó, a poco más de dos horas de los hechos, la intervención federal en la Seguridad Pública del Distrito Federal hasta el 31 de enero; decisión refrendada por el Senado y el Congreso Nacional.

Y para cortarle el paso a la menor señal de impunidad, el propio día de los actos vandálicos y al siguiente, o sea, el 9 de enero, fueron detenidas más de 1 500 personas, entre ellas, alrededor de 1 200 en el campamento montado delante de las narices del cuartel general del Ejército en la capital del país. Por algo más de dos meses, los bolsonaristas permanecieron en el sitio, y ¿vivían del aire? Lógica, entonces, la advertencia del líder del PT: “Voy a averiguar quién pagó los micros, la estadía, la comida”.

Ni una palabra más ni una palabra menos. Así lo anunció a la opinión pública al conocer en Sao Paulo sobre los acontecimientos, alentados por la verborrea incendiaria de Bolsonaro.

Al hojear los reportes periodísticos, se encuentra en los actos vandálicos del 12 de diciembre, también en la capital, lo que pudiera considerarse el precedente más cercano en el tiempo de los sucesos de enero. Aquella jornada, seguidores radicales del ultraconservador intentaron invadir la sede de la Policía en el Distrito Federal; atacaron e incendiaron vehículos e, incluso, llegaron hasta el hotel donde Lula estaba hospedado; no obstante, fuerzas de seguridad bloquearon el ingreso al inmueble.

Era la reacción frente a un hecho que sacó de paso a los bolsonaristas: ese día el ministro Alexandre de Moraes, del Tribunal Superior Electoral, entregó a Lula el diploma que legitimaba su victoria el 30 de octubre por voluntad expresa de la mayoría de los brasileños.

Por cierto, Bolsonaro se lavó las manos con esa voluntad, y la prueba está en el video publicado, luego de la intentona golpista, en Facebook, donde el excapitán del Ejército plantea que Lula no obtuvo el puesto por mayoría de votos, sino que más bien fue electo por el STF y la autoridad electoral brasileña.

¿Por qué el exmandatario borró el video la mañana después de publicarlo? Lo hizo porque olió o sus asesores le advirtieron lo que sobrevendría. El 13 de enero un ministro del STF autorizó incluirlo en su investigación para determinar quién incitó la intentona golpista. Y aunque Bolsonaro socializó el audiovisual dos días después de lo acontecido, la Fiscalía General consideró que su contenido era suficiente para investigar la conducta del discípulo de Trump.

Entre quienes permanecen en el colimador está el exministro de Justicia del gobierno de Bolsonaro y exsecretario de Seguridad del Distrito Federal, Anderson Torres, detenido apenas puso un pie en Brasilia, procedente de Estados Unidos. Torres deberá hilar finísimo ante fiscales y jueces, pues la Policía descubrió en su casa un decreto para revertir el resultado de las elecciones presidenciales; objetivo, cuando menos, totalmente inconstitucional.

Tan antidemocrático devino el asalto a las sedes de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo, que hasta bolsonaristas moderados lo rechazaron; la condena de Cuba no se hizo esperar, como tampoco la de la inmensa mayoría de la comunidad internacional. Mientras, Lula, el tornero que la (in)Justicia brasileña encarceló para sentar a Bolsonaro en la silla de Planalto, se posesiona aún más en la opinión pública con su exhortación a la unidad institucional.

Analizado así, no sorprendió haberlo visto, mediante fotos, departir con decenas de empleados de limpieza del palacio presidencial para agradecerles en persona haberle devuelto el esplendor a lo que ayer era casi ruina. Ese es el poder de los de abajo.

Enrique Ojito

Texto de Enrique Ojito
Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida (2020). Máster en Ciencias de la Comunicación. Ganador de los más importantes concursos periodísticos del país.

Comentario

  1. Como decia aquel mexicano..Tan lejos de Dios y tan cerca de USA y parafraseando al apostol..Hay algunos que solo pueden ver las manchas del SOl…Pero cuantos se mudarian para alli aunque se quemaran

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