No se propusieron buscar un embarazo. Sin embargo, un buen día de mayo del 2008, llegó a casa la noticia de que un bebé venía en camino. Tras la confirmación de aquel suceso se exaltaron las pasiones de los jóvenes Yolaimy García Viamonte y Daniuski Acosta Prieto, cuyas almas se arrobaron con la idea de ser padres.
No faltó un mínimo detalle por ajustar. Todo estaba preparado para recibir a su pequeña Breisy Acosta García.
Mas, el 29 de diciembre del 2008, cuando a los siete meses de gestación la niña abrió los ojos al mundo, se presentaron situaciones inesperadas. Su estado de salud se complicó apenas horas después de convertirse en el punto de luz para ese hogar humilde, anclado en el poblado de Iguará, del norteño municipio de Yaguajay.
Al diagnosticarla como una niña polimalformada, de inmediato la trasladaron hasta la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Pediátrico Docente Provincial José Martí, sitio en el cual permaneció cuatro meses. En este período y, contra todo pronóstico, esta pequeña soportó tres intervenciones quirúrgicas, las cuales intentaron mejorarle algunas de las deformaciones con las que nació.
“Esos cuatro meses en el Hospital Pediátrico fueron los más duros de mi vida. Fue ahí cuando puede valorar el esfuerzo y la consagración de nuestros médicos, esos profesionales que se adueñaron de mi niña y no descansaron hasta sacarla de la gravedad. Ellos la convirtieron también en su hija, y eso no tengo cómo pagarlo”, cuenta Yolaimy, a quien se le quiebra la voz y se le nubla la mirada cuando repasa aquellos días.
Onfalocele grande —defecto de nacimiento en la pared abdominal (área del estómago) en el que los intestinos, el hígado u otros órganos del bebé salen del abdomen a través del ombligo—; extrofia cloacal —el recto, la vejiga y los genitales no se separan completamente—; ano imperforado —ausencia u obstrucción del orificio anal—; pie y pierna izquierdos hipoplásicos resultan los defectos congénitos de Breisy, algunos de ellos corregidos con las cinco cirugías que ha recibido hasta la fecha.
Sin embargo, en medio de todas estas complicaciones, una de las limitaciones visibles es su incapacidad para caminar. Mas, se aferra a sus brazos y con ellos se traslada de un rincón a otro de la casa. Cuando quiere salir de este espacio, tiene a su disposición un sillón de ruedas que le facilitó el Gobierno para auxiliar sus pasos por la vida.
Cuando muchos la creen inmóvil en su hogar, ella, con la picardía que la distingue, se inserta en actividades cotidianas sin el mayor reparo. Para ello cuenta con sus padres. “La dejamos jugar con los demás niños del barrio. Nada se lo impide. Aun cuando no puede caminar, la sentamos en el sillón de ruedas, la atamos a él y hasta corren de un extremo a otro de la calle. Así se distrae con sus amiguitos.
“Claro, extremamos las medidas. En la casa no dejamos que entre mucha gente, pues como ella se mueve por el piso tenemos miedo de que se infiltre alguna enfermedad”, apunta la madre.
Breisy ya tiene 14 años y cursa el séptimo grado. Y si hoy lee de forma fluida, escribe bien y realiza diferentes cálculos es gracias a la maestra de apoyo que la Dirección Municipal de Educación ha puesto a su servicio. Tres veces a la semana esta educadora llega hasta su vivienda para hacer que la pequeña perfeccione sus habilidades cognitivas.
“Al principio no quería saber de la escuela. Pero, poco a poco, la maestra se ha ganado su cariño y ahora no quiere dejar de dar las clases. Como madre estoy súper agradecida de este gesto noble de la Revolución, porque gracias a su obra inmensa mi hija se está preparando para la vida”, refiere.
Y mientras Breisy eleva su aprendizaje, sigue siendo esa niña a la que todos miman en el barrio. Detrás de su corta estatura y su mirada inquisidora, se esconde una pequeña que prueba cómo la vida, a pesar de desgarrar a jirones, también regala oportunidades.
Quizás, a su edad, todavía no entienda de fe y de confianza, mas habla de sueños, de futuro… Y mientras espera sus próximas intervenciones quirúrgicas que corregirán, en lo posible, sus deformaciones congénitas, sigue allí, nutriendo su corazón con los principios más sanos de la virtud.
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