Cuando el 17 de mayo de 1946 el campesino Niceto Pérez se negó a entregar sus tierras de la pequeña finca María Luisa, asentada en El Vínculo, que formaba parte del Realengo 18, en Guantánamo y por ello fue asesinado delante de su pequeño hijo de apenas siete años, comenzó a consolidarse con el suceso una historia de lucha por el derecho a la tierra.
Y esa historia tuvo su momento cumbre, cuando otro 17 de mayo pero del 1959 en La Plata, en plena Sierra Maestra, lugar donde radicó la Comandancia del Ejército Rebelde, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, firmó la Primera Ley de Reforma Agraria, la más importante y trascendente ley rubricada tras el triunfo de la Revolución Cubana.
Dos años más tarde, en esa misma fecha, nació la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), y desde entonces la tierra se abona con el sudor de quien la hace producir, de ese campesinado, desde hace más de seis décadas, sigue siendo la fuerza vital, si de producción agropecuaria.
En cada etapa de la Revolución, desde enero del 1959, el campesino ha demostrado su valía, y ha enfrentado todas las limitaciones que hasta la propia naturaleza les ha impuesto, para seguir haciendo producir la tierra.
Por ello, esta fecha, debe ser, entre otras cosas, un referente para que las miradas sumen cooperación, entendimiento, acompañamiento a estos hombres de campo, que siguen pegados a la tierra, para lograr sus frutos, con el propósito elemental de facilitar alimentos al pueblo y consolidar la economía del país.
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