En una esquina el cake preside la celebración y encima aquel 33 encaramado en el merengue presagia, acaso, los amores que se desperdigan a diario y que no pueden jamás contar ni los años. Y los globos de colores van descubriendo también los matices de tantas personas distintas e iguales en sus esencias y la payasita de ocasión va contagiando a todos de la misma alegría que allí se reparte a cada hora.
Basta que el audio cante Amanecer feliz para que se unan en un solo coro niños y adultos, pacientes y padres, trabajadores de batas blancas e invitados… Unos se paran, otros baten palmas desde los asientos, muchos bailan en las sillas ruedas; todos van afinándose con la melodía de los afectos.
Este 19 de febrero el Centro Médico Psicopedagógico Provincial Reparador de sueños cumplió 33 años y un día después lo festejaba con la tarta habitual en cualquier cumpleaños, con la música de sus niños —porque todos aquellos pacientes lo siguen siendo pese a que muchos hayan envejecido allí—, con el homenaje a los fundadores de la institución, con el reconocimiento a quienes los cuidan sin horarios ni descansos, con el acompañamiento de los familiares biológicos y con el abrigo de aquella familia otra que se ha ido creando a través de los lazos del amor y la sensibilidad. Conmovedor.
Fue un agasajo desde las emociones. Nunca sonó más cubanísimo Me dicen Cuba, de Alexander Abreu, en la voz del muchacho aquel que con un micrófono en desuso dobló con el corazón ni retumbó tanto una orquesta donde solo había un pianista tocando un piano eléctrico desconectado; una trompeta plástica y una flauta del mismo material y que, sin embargo, sonaban melodiosamente; una guitarra con cuerdas y sin acordes; unas maracas y claves al tempo de los sueños.
Muchos de los 129 pacientes del centro —de ellos 96 internos y el resto, seminternos— que según la licenciada en Enfermería Isbel Zayas Obregón, la directora, son artistas. Lo han ido desarrollando gracias a los instructores de arte, a los psicólogos, los logopedas, los médicos, las asistentes de Enfermería, las enfermeras, fisioterapeutas… que se han consagrado para que aprenden y crezcan espiritualmente. Lo demostraron en un cumpleaños que amenizaron lo mismo con obras de teatro que con danzas, lo mismo con música que con el estremecimiento que provocaron hasta las lágrimas.
Era la fiesta de todos. Tanto que cuando los familiares fueron alzando de uno en uno aquellos carteles donde luego se leía “Familia” lo que verdaderamente decían, acaso hasta con los gestos, era su gratitud.
Agradecidos estaban en el centro con los trabajadores del Banco Popular de Ahorro (BPA) y con los de Tiendas Caribe, que muchas veces han llevado recursos materiales y, más que eso, cariño. Retribuidos estaban en verdad quienes laboran en esas entidades y nunca fueron más exactas las palabras que en voz de Ana Consuelo Castro, dirigente de BPA, hablaron por todos:
“Realmente, es un privilegio extraordinario estar aquí. Hoy es un día muy especial para los trabajadores del Banco Popular de Ahorro, pues volvemos a reunirnos con todos los que habitan esta hermosa casa para celebrar los 33 febreros que llevan restaurando ilusiones, reparando sueños. Una institución que no economiza desvelos por sus pacientes, esos que la genética hizo especiales. Es en este sitio donde se defienden derechos humanos, se trabaja desde las emociones, los sentimientos y el compromiso. En fin, se demuestra la vocación humanista de la Revolución cubana. Este centro es una de las obras más hermosas y humanas creadas por la Revolución, porque en este lugar las personas en situación de discapacidad pueden crecer como seres humanos, alcanzar el desarrollo de sus potencialidades, sentirse útiles, incorporarse al trabajo, tener pareja al tiempo que la familia también se puede incorporar a la sociedad.
“Esta es una obra de amor, de confianza y esperanza. Aquí se defienden la inclusión y la participación social y es mayor el reconocimiento al saber que se hace en medio de una difícil situación económica. Experiencias como estas nos permiten crecer como seres humanos, pues no solo compartimos golosinas o entregamos materiales, sino que palpamos sueños y alegrías de estas personas, de sus familiares y educadores, expandiendo el altruismo entre quienes laboran en el sistema bancario.
“Por todo esto nuestras más sinceras felicitaciones a todo el personal por sus logros, por su entrega. A ustedes nuestro cariño e inmenso respeto y admiración por lo que hacen convencidos de que el amor es quien dirá siempre la última palabra y que también ellos son Cuba y cuentan”.
El cumpleaños entonces fue solo el pretexto para develarse como lo que verdaderamente el Centro Médico Psicopedagógico es: un hogar donde las diferencias se sobrellevan y se cobijan bajo el techo común de las ternuras todas. Es una casa y otra a la vez, pues puede ser el abrigo eterno para quienes un día llegaron y los familiares nunca más vieron; para los que los fines de semana vuelven al lugar donde una vez habitaron; para los que llegan en la mañana y se van en la tarde… Son sus hijos y a todos por igual, más allá de singularidades genéticas, la instalación les ha ido reparando los sueños.
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