De hablar pausado y bajo, Cira Delia Vegas Pérez espera diciembre para celebrar su cumpleaños 103 en compañía de su sobrina Aleida, esa mujer que acompaña a esta anciana que perdió su visión y sus pasos ya se tornan lentos dentro de su hogar de la calle Onza, en la ciudad de Sancti Spíritus.
Escambray se acerca a la vida de esta viejuca que para sus vecinos es la tía Cira.
¿Cuándo y dónde nació?
Nací en la calle Pavía, el 23 de diciembre de 1920. En ese entonces mi mamá trabajaba en la escogida, ese día se quedó en la casa para lavar toda la ropa y a la una del día vine al mundo yo, era entonces la primera hembra.
¿Cómo describe su niñez?
Mi niñez fue muy pobre, mi mamá tuvo cuatro hijos varones y luego me tuvo a mí, pero también criaba a una sobrina. Mis padres se separaron cuando mi madre tenía dos meses de embarazo de mi hermana, que nació después de mí. No teníamos ropa para ir a la escuela, la pobreza era abismal.
¿Tenía buena relación con sus hermanos?
Sí, la relación con mis hermanos era buena, pero había una situación tan mala que ellos no tenían trabajo, el mayor andaba con una carretilla y salía por la mañana a repartir paquetes, cuando viraba nos daba algo porque no teníamos nada que comer.
¿Qué hicieron para salir adelante?
Mi mamá trabajaba mucho de criada, lavando y planchando, luego yo también. Así seguimos por mucho tiempo en distintas casas, mi madrina llevaba una lata de aceitunas vacía y cuando acababa de cocinar echaba lo que sobraba y lo traía para la casa, con eso almorzábamos. Yo trabajaba en la tabaquería, ahí nos pagaban 10 pesos y una cajita de fideos por despalillar. Así seguí y a los 22 años tuve el primer novio. El único que tuve en mi vida.
¿Cambió su vida al conocerlo?
Sí, mucho. Él era de Ciego de Ávila, vivía con la hermana, trabajó mucho para poder casarnos. En 1942 nos fuimos a vivir juntos. Cuando el Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 vivíamos en la calle Bayamo, él no tenía trabajo y mis hermanos lo ayudaron, pagábamos 6 pesos de alquiler, pero tuvimos que dejarlo. Tenía un dinero ahorrado y había comprado un solar aquí cerca, pero era solo un techo de cartón, no tenía puertas. No teníamos materiales para construir la casa, entonces mi marido cargó ladrillos de la fábrica de leche que derrumbó un ciclón y con eso levantamos el cuarto para empezar. Ahí vivimos 20 años. Éramos muy felices, él era bueno conmigo y me quería mucho, así estuvimos hasta que se enfermó, yo estaba día y noche con él, para mí eso fue lo más grande, murió en 1990. Después de eso no salí a más nada, lo único que hice fue luchar para vivir. No tuve hijos por problemas en el interior, pero crie a Aleida, que es mi sobrina y es quien me atiende.
¿A qué más se dedicó para ganarse la vida?
Después del triunfo de la Revolución hice la secundaria obrera y empecé a trabajar en el Círculo Infantil Gilberto Zequeira, ahí estuve 16 años hasta que tuve que salir por la edad. También tejía medias y cosía ropa. Después de que me jubilé criábamos puercos y gallinas, con eso vivíamos.
¿Algún secreto para llegar a su edad?
Creo que he tenido suerte. Me ha ayudado mucho que mi familia ha sido muy unida, mi hermana tuvo muchos hijos y son como míos, me atienden como madre. Oigo mucha radio, muchas noticias, la falta de vista me afectó mucho, me atendí durante muchos años, pero finalmente me quedé ciega, pero para la edad que tengo he sido bastante sana. La gente me quiere, siempre he vivido bien aquí.
¿Cómo le gustaría ser recordada?
Como la persona honesta que soy, todo el mundo me dice tía, antes me visitaban mucho, pero después del coronavirus tenían que cuidarme y ya no se podía. Mi mayor orgullo es que salí adelante trabajando. Todo se puede superar, hay que tener paciencia y luchar mucho.
*Estudiante de Periodismo
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.