El escenario, con una brisa suave y sol radiante se convirtió en centro en una conspiración necesaria para recordar a quien supo, en las tres guerras, imponer sencillez, modestia, cubanía y patriotismo inclaudicables.
De un lado, estudiosos de la vida y actividad revolucionaria de Serafín; del otro, estudiantes, trabajadores, profesionales, jóvenes protagonistas en diferentes sectores, pioneros, directivos de entidades y organismos políticos y de masas.
Y la palabra se hizo presente, dando vida a un ambiente donde la historia, los testimonios, el intercambio puntual y necesario desnudaron la grandeza del Mayor General Serafín Sánchez Valdivia.
El tiempo viajó a su infancia, adolescencia, a los años en que la lucha por la independencia de Cuba le atrapó, y en el sendero brillante que desde entonces plasmó para toda la vida.
No pudo esta vez la bala de un máuser atravesar el pecho de Serafín, porque la coraza de quien fuera el gran amigo de José Martí, llevaba esta vez un impenetrable manto de respeto, admiración, de valor, escoltado por otros valientes, que no dejan que las huellas del tiempo borren la memoria histórica de un hombre imprescindible para la independencia de Cuba.
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