Contar bien la Historia

La Historia sigue siendo única e imprescindible, de manera que habrá que apelar a profesores más capacitados y a otros métodos que incluyan las nuevas tecnologías para motivar el interés de los estudiantes por el aprendizaje de esta asignatura, que la sientan, la dominen y a través de ella sepan encontrar respuestas a los problemas que estamos viviendo

Ilustración: Osval

La conversación transcurría entre estudiantes muy jóvenes que en plena mañana debatían si entrar o no a la clase de Historia. Automáticamente me remonté a la época de aquellos profesores que sin muchos libros o papeles en manos hicieron revivir a los de mi generación la Guerra de los Diez Años, estar tras las barricadas en la Toma de la Bastilla, ver de cerca las dos conflagraciones mundiales junto al horror de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, o subirse al tanque Sherman desde donde el Comandante en Jefe observó el buque mercenario Houston durante el ataque a Playa Girón. Lo mejor: nadie se dormía en clases.

En la tertulia mencionada al inicio, lo recurrente era la asignatura de Historia —para ellos aburrida— y la obligación de memorizar gran parte del contenido que el maestro les brinda durante todo un turno de clases, para luego realizar tareas extraclases y, al final, esa no es su prioridad, confesaron sin pudor.

“No estamos motivados porque es grabar una fecha tras otra”, fue el consenso al Escambray preguntar.

Mucho se ha debatido en los últimos años sobre la enseñanza de la Historia en Cuba por la importancia que esta reviste en la formación de las nuevas generaciones. Ha sido este un tema de permanente análisis y promoción por el Ministerio de Educación, que año tras año, por solo mencionar un caso, lo aborda en el seminario de preparación de cada curso escolar, en tanto la Educación Superior la concibe también como una prioridad en los contenidos de las diversas carreras.

Pero sucede que aprender Historia no se reduce a memorizar hechos, fechas y acontecimientos, pues la adquisición de conocimientos históricos requiere comprensión y se relaciona con complejos procesos de pensamiento.

“Hay que pensar que cuando tú estás dando un curso de Historia estás haciendo una formación general, en la cual es muy importante ese sentido de identidad contigo mismo, con tus raíces. Creo que no se puede impartir de una manera fría, el profesor debe tener un sentido de pertenencia y el dominio del contenido”, asegura el doctor en Ciencias Pedagógicas Ramón Reigosa Lorenzo, profesor titular de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez y jefe del Departamento de Historia y Marxismo en dicho centro.

El destacado especialista, quien estuvo por más de tres lustros al frente de la Unión de Historiadores en el territorio y es un apasionado ferviente de la materia, es de los que piensan que una buena clase de Historia parte del conocimiento que tenga el maestro. “El profesor hace la diferencia. La clase tiene que ser amena con todos los recursos a mano para motivar a los estudiantes. Desde la Historia hay que hacerlos razonar, no repetir como un papagayo, sin interiorizar de qué le sirve lo que aprendió. Y no solo es la desmotivación, también está el déficit de maestros”.

Benditos sean entonces profesionales como Mariano Álvarez Farfán, maestro que, según Randy, uno de sus exalumnos, lo motivó a decantarse por la Pedagogía, o el profe Manuel, de la novela Entrega, un personaje de ficción que no solo convierte a los héroes en hombres y mujeres de carne y hueso, sino que comenta hechos y los trae al presente como un instrumento lúdico y

educativo. El profe cuenta la historia sin rebuscamientos, intentando que la clase sea participativa, sin evadir la polémica o las preguntas incómodas. Y quizá esas prácticas suyas, basadas sobre todo en la sabiduría y en el amor que tiene por la asignatura, propiciaron que un número importante de alumnos decidieran participar en el concurso, y también que otros integrantes del claustro en cuestión, poco a poco, cambiaran sus criterios negativos sobre él, hasta comprender que Manuel era un verdadero educador.

El Presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha reiterado lo esencial de la enseñanza y aprendizaje de la Historia en las nuevas generaciones para la batalla ideológica que libra el país. “Si nosotros no logramos que los jóvenes aprendan la Historia, la sientan, la dominen, sepan encontrar respuestas a los problemas que estamos viviendo, no vamos a lograr la defensa del país ni de la Revolución”.

Resulta vital dominar la Historia desde el sentido de pertenencia y saber de dónde venimos, quiénes son los enemigos históricos y, a partir de ahí, prever la ruta apropiada que, como nación, debemos transitar.

No podrá haber amor a la Patria si desde las aulas no se transmite. Y no se trata de vivir aferrados al pasado, sino de asumir sus lecciones para enfrentar el presente y proyectar mejor nuestro futuro.

El enemigo intenta desvirtuar los acontecimientos históricos a través de las redes sociales, donde son exhibidas las fotos de las “bondades” de La Habana y otros sitios en la década del cincuenta, los rascacielos, las noches bohemias, sin mirar las manchas, estrategia destinada a crear una especie de nostalgia inducida en la gente, sobre todo en los jóvenes que no tienen la posibilidad cronológica de haber vivido y comparar.

No puede olvidarse tampoco el discurso del expresidente norteamericano Barack Obama en su visita a Cuba en el 2016, en el que conminó a los cubanos a olvidarse del pasado y concentrarse en el futuro e intentó aparentar que las relaciones entre ambas naciones apenas han transitado por difíciles momentos, como si fuera posible borrar de la memoria histórica que existe una ilegal base naval estadounidense en Guantánamo impuesta a la isla por la fuerza; que Posada Carriles y otros terroristas que han causado muerte y dolor al pueblo cubano nunca fueron molestados y juzgados en la nación cuyo gobierno se proclama líder en la lucha contra el terrorismo, lo que  sería también desconocer a esos miles de compatriotas que dieron su vida en aras de contar hoy con una patria libre, independiente y soberana. Esa amnesia colectiva jamás la perdonarían las futuras generaciones. 

La Historia sigue siendo única e imprescindible, de manera que habrá que apelar a profesores más capacitados y a otros métodos que incluyan las nuevas tecnologías para lograr el interés de los estudiantes por el aprendizaje de los contenidos y, al mismo tiempo, desterrar didácticas monótonas que solo conducen a la simple memorización.

En esa cuerda debe transitar la enseñanza de una asignatura vital en un asunto trascendental para nuestra nación, como la educación y la Historia de Cuba. Hay que ver en ese magisterio un sentido de la vida, y en la enseñanza, un camino para continuar libres e independientes.

Carmen Rodríguez

Texto de Carmen Rodríguez
Reportera de Escambray por más de 30 años. Especializada en temas económicos.

Comentario

  1. Este es un tema que debia tratarse más a menudo en la prensa.
    Pero es una pena que la periodista cometiera un error historico precisamente hablando de Historia.
    Todo el mundo en Cuba sabe que los tanques sobre los que Fidel se subio en Playa Girón fueron primero un T-34 con el que no pudo alcanzar con los disparos al Houston por estar demasiado lejos, entonces se subio al un SAU-100 más potente y de mayor alcance, todos de fabricación sovietica.
    Los tanques Sherman son de fabricación norteamericana y Cuba no disponia en ese entonces de ellos.

Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *