Mucho antes de que se encendiera el pebetero en medio del coliseo del Parque Estadio Nacional en Santiago de Chile este viernes, para Cuba había comenzado ya la batalla de los XIX Juegos Panamericanos.
Luego de que a una instancia inferior, es decir los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador, nuestra nación fuera relegada a un tercer puesto a nivel de área, los pronósticos para la cita sudamericana parecen más pegados a la tierra, o lo que es lo mismo, más parecidos a la realidad del momento que vive tanto el deporte en sí mismo como la nación toda.
No creo, como varios han sostenido, que debamos dejar de estar pendientes de los destinos del medallero, pues a fin de cuentas este es uno de los incentivos de la afición de los países en contienda para seguir los Juegos, más allá de que, ciertamente, estos promueven los valores más limpios del deporte como la hermandad, la unión y el divertimento.
El deporte es, sobre todo, competencia. Por eso, aunque a muchos les ha parecido conservador el vaticinio de las medallas, comparto esta previsión si miramos el evento con la lupa de la objetividad. Se ha hablado de que nuestra avanzada pudiera lograr entre 18 y 22 preseas de oro, cifra alcanzable, pero ya hasta suena lugar común decir que será un reto bien difícil y esperar más sería soñador y engañoso.
Hay que vivir con los contextos y no creo que eventos cuatrienales anteriores puedan tomarse como referencia. En la cita de Lima, Cuba ocupó el quinto puesto con 33 títulos, 27 preseas de plata y 38 de bronce, un descenso en relación con Toronto 2015, cuando alcanzamos 36 títulos y un cuarto lugar.
O sea, en el lapso de los seis años que median entre esta y la cita más reciente, nuestro movimiento deportivo ha retrocedido, eclipsado como está por el efecto de las escaseces de todo tipo que vive el país, bloqueo mediante, que impiden mejores garantías tanto para las preparaciones de alto rigor como para una atención integral y calidad de vida acorde con el deporte de alto rendimiento que demanda inversiones, dinero, adelantos científico-técnicos, patrocinios… También pesa el éxodo apreciable de atletas, tanto los halados por la migración creciente en todas las esferas de la vida nacional, como quienes se fueron hacia otras esferas internas que les reportan mayores dividendos económicos.
La propia dirección del Inder reconocía que solo entre el 2022 y el 2023, 185 atletas se fueron de las filas del movimiento deportivo cubano, algunos hasta con el boleto a esta cita chilena, a quienes se unen decenas de entrenadores que también causaron bajas sensibles.
Lo cierto es que parecen irrecuperables los tiempos en que Cuba fue la subcampeona eterna en Juegos Panamericanos, detrás de Estados Unidos, con la excepción del cetro ganado como local en La Habana en 1991. No solo por los grados que ha cedido en su condición de potencia deportiva, sino porque en el propio lapso varias naciones del continente han crecido, entre ellas México y Colombia, pues ya se sabe la supremacía indiscutible de Estados Unidos, Canadá y Brasil, sin menospreciar a Argentina, en este tipo de evento.
Además de esta, otras desventajas rondan en torno a la armada nacional: su delegación de 365 deportistas (a Lima fueron 420) no cubre todas las pruebas en convocatoria, pues estaremos en casi la mitad: 227 en 36 deportes, además de que no somos fuertes en disciplinas que aportan muchas medallas como la natación, el patinaje, el atletismo y el ciclismo.
Mas que la juventud de la delegación —el 62 por ciento es debutante en estas lides, con cantidad récord— habría que hablar de la inexperiencia competitiva de buena parte de ella, así como el escaso o nulo roce internacional.
Una incógnita para despejar es cómo responde el rendimiento de los atletas a sus diferentes ciclos y macrociclos de entrenamiento en un año en que han debido enfrentar varios eventos de envergadura con poco tiempo entre uno y otro.
Pudiera interpretarse como una “ventaja” que estrellas de otras naciones en no pocos deportes han declinado su participación en el evento, pues se les “cruza” en su ruta preparatoria hacia los Juegos Olímpicos de París 2024, mientras Cuba llevó lo mejor que tiene, con la única exclusión de su mítico Mijaín López.
Una de las diferencias a favor debe aportar el boxeo, que no pudo ser en los Juegos Centroamericanos el buque insignia cuando solo alcanzó dos títulos, la actuación más discreta que se le recuerde en citas de ese tipo, luego de que tampoco lució bien en el Campeonato Mundial de Taskent, Uzbekistán. Esta vez se acude con una armada de varios jóvenes y con rivales de mayor calibre, entonces habría que ver hasta dónde puede rescatar su protagonismo.
Por eso comparto las predicciones de quienes ven a la lucha como el verdadero buque que debe guiar el medallero antillano, no solo porque cumplió ese rol en los Centroamericanos cuando sus 18 representantes regresaron con medallas, 15 de ellos con títulos, sino porque incluye en su lista a medallistas y titulares del Campeonato Mundial más reciente.
Otros deportes llamados a sumar preseas son el judo, el canotaje, el ciclismo, el tiro y el atletismo. ¿Serán los únicos? No. Cada cita múltiple es pródiga en ejemplos de atletas que se crecen sobre sus pronósticos y electrizan con sus desempeños y ahí pudieran anotarse a remeros, tenistas, taekwandokas, gimnastas…
Con las ausencias de Estados Unidos, Canadá y Puerto Rico, el béisbol tiene en sus manos la posibilidad de recuperar el honor de la vedete de los deportes cubanos, no solo en su afán de ganar el cetro que le ha sido esquivo desde Río de Janeiro 2007, sino por tratar de borrar la debacle de Lima 2019, cuando fueron relegados al sexto puesto, aunque esta vez no debe desestimar rivales como México, Colombia, República Dominicana y Venezuela.
En fin, que Chile y América están de fiesta con una megasistencia de cerca de unos 10 000 deportistas de 41 países. La garantía esencial de nuestra delegación tiene que ver con esa capacidad genética del deportista cubano que suele imponerse en medio de adversidades y, por lo general, sabe competir desde el coraje, el corazón, el temple, además del estímulo que representan las clasificaciones para París 2024.
Lo más sano entonces será que, sin dejar de mirar el medallero,
nos deleitemos hasta el cinco de noviembre con cada una de las actuaciones de los cubanos y que ponderemos, en su justa medida, su desempeño en los Juegos, tanto por el público como por los directivos a todos los niveles.
El pais mas pobre de america y de los mas pobres del mundo