No pudo ser más simbólico para Cuba el cierre de los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile, que este 5 de noviembre bajaron sus cortinas.
El sprint de piernas y de almas que desplegaron las cuatro corredoras del relevo 4×400 para alcanzar el oro número 30 ilustró la manera en que la delegación antillana también vino de atrás no solo para anclar en el puesto quinto y desbancar a Colombia, que solo quedó a un título, sino para hacer trizas la mayoría de los pronósticos sobre las posibilidades de nuestros atletas.
Porque las 30 preseas de oro, 22 de plata y 17 de bronce logradas por Cuba suman mucho más de las que la mayoría de los expertos predijo y las que los propios directivos del deporte anunciaron como posibles en un pronóstico conservador y, quizás, falto de rigor y análisis.
No es que a esta altura del juego abracemos al triunfalismo, pero hay que escribir con los pies puestos en la tierra. Es verdad que en títulos y medallas totales la cosecha fue inferior a Lima 2019; es verdad que, como en el atletismo, algunos deportes se resintieron de la ausencia no solo de primeras figuras, sino de segundas y terceras con mayor calidad. Pero nada demerita el desempeño de los atletas cubanos que compitieron en desigual enfrentamiento, debido a que previo a llegar debieron vencer primero otros rivales, incluso más fuertes que los que ahora encontró: las carencias económicas del país que les impiden disponer de mejores condiciones para el entrenamiento y la vida misma, insuficiente alimentación, la falta de roce internacional que les obstaculiza el conocimiento de los contrarios, la galopante emigración y el abandono de deportistas, de lo cual la cita de Chile tampoco escapó.
Para superarlos, nuestros atletas apelaron casi siempre al coraje que los distingue y también a la vergüenza para acompañar el talento y la calidad deportiva. Así, fueron subiendo peldaños, uno a uno, y dejaron lo mejor para el final porque así lo diseñó el cronograma al ubicar para el cierre a los deportes con mayor fuerza.
Y si el atletismo aprovechó las hendijas que le dejaron figuras de mayor porte de Estados Unidos, Jamaica y Canadá, por citar tres naciones de las más potentes, no puede decirse lo mismo de la lucha, que en todos los estilos llevó, como nuestra delegación, a campeones olímpicos y mundiales; y aun así se llevó el primer lugar por naciones al alcanzar ocho títulos, cinco preseas de plata y tres de bronce. O sea, que 16 de sus 18 gladiadores subieron al podio para reafirmar a este deporte como la locomotora de la delegación y conformar junto al judo el nuevo buque insignia del país.
Más allá de las preseas, la lucha mostró de qué está hecho el atleta cubano. Para lograr tan arrolladora demostración los gladiadores pelearon con uñas, dientes y con la fuerza de los campeones a fin de no dejar margen a las subjetividades de árbitros y jueces, tal como ocurrió con los judocas, otros de los que destronaron pronósticos al aportar seis de oro y una de bronce, con una jornada hecha de consagrados como Idalis o Granda, y otras jóvenes pujantes y corajudas.
En esta propia cuerda de los que sacaron el extra se inscriben los representantes de tenis de mesa, quienes, enfrentados a parejas brasileñas mejores ubicadas en el ranking, destrozaron pronósticos con sus raquetas en una de las mejores manifestaciones del carácter y la hidalguía de nuestros deportistas.
Con buena parte de los mejores del continente se midieron los pesistas. De tal modo, se crecieron para lograr una presea de cada color y sus mejores registros hasta con quienes no accedieron al podio. Tal mérito cabe también a los del voli de playa con su plata a fuerza de corazón.
En igualdad de condiciones compitieron los canoístas. Los campeones mundiales Cirilo y Pelier se enfrentaron a rivales con similar prestancia universal e hicieron valer su calidad, aunque se esperaba, por pronóstico, mayor aporte que los dos títulos logrados. Lo mismo hizo el flamante campeón olímpico de tiro Leuris Pupo, quién no solo alcanzó su oro previsible, sino que hizo la excepción en una disciplina de la que se esperaba mucho más, a pesar de entrenar sin balas, lo mismo que Pupo.
En general fueron 16 los deportes que oxigenaron el medallero, contados los “raros” que fueron “a ver qué pasaba”, como la pelota vasca o el bádminton, u otros que preservaron su tradición, aunque no a niveles de antaño como el remo, el taekwondo, el kárate, el ciclismo o la esgrima.
Y están también los que pujaron con el alma, aunque no lograron preseas como la natación o el clavado. No todo estuvo bien, como el magro desempeño de los deportes colectivos, casi todos por debajo de sus posibilidades y carentes de las agallas que se precisan para imponerse en una lid de este tipo, donde no están los mejores. También habrá que evaluar el bajón el boxeo, que con solo dos títulos y cuatro preseas volvió a restarle grados a su condición de histórico buque insignia.
Para próximos empeños habrá que evaluar la pertinencia de las contrataciones y sus representantes a la hora de pelear por su país, aunque ya sabemos que para aspirar a lo que ahora logró no puede darse el lujo de ir con terceras o segundas figuras, sino con lo mejor que tiene en cada deporte.
Cuba salió de Chile con otras siete clasificaciones para los Juegos Olímpicos de París 2024 hasta sumar 21. Esa es otra victoria, sin que dejemos de reconocer que los triunfos de ahora no pueden verse desde el espejo ya que la cita europea será otra cosa.
Volvamos al atletismo y el aprovechamiento de los contextos para un aporte impensado antes de que Chile abriera sus compuertas competitivas. Es cierto que la inmensa mayoría de las marcas de todos los atletas en general fueron discretas después de desgastarse durante todo el año en otros eventos como el Mundial o las paradas de la Liga del Diamante. Pero en cualquier evento, incluidos estos, lo que cuentan son las medallas y la capacidad de competir. Y en eso les va el mérito mayor a los nuestros, capaces de arrancarle a las pistas chilenas siete títulos, seis medallas de plata y cinco de bronce, entre quienes descuellan las velocistas, en especial Yunisleydis de la Caridad García con sus espectaculares triunfos en los 100 metros planos, el relevo a esa propia distancia y la plata inesperada en los 200.
Así permeó a Cuba de un simbolismo sin par. Porque como con las piernas casi sin fuerzas de Sahily Diago y Rose Mary Almanza, capaces de halar el relevo tras correr menos dos horas antes de ganar una agotadora prueba de 800 metros, vino de atrás en el medallero para imponerse en este sprint con la prestancia y vigor de los gladiadores de antaño, con la fuerza de un país que, en mayoría, los reverencia con un aplauso merecido.
Bien comentario de Elsa nuevamente tiene razón Elsa no hay comida para los deportista ni nada solo coraje
Muy buen trabajo de atletas y entrenadores como siempre y bajo las carencias que tenemos y hemos tenido siempre, sooo que ahora se ha agudizado por como se mueve el mundo en la actualidad, donde muchos de los que enfrentamos han sabido darle una solución viable a sus compatriotas, sólo falta cambiar todo lo que debe ser cambiado en las bajas, medianas y altas esferas de los dirigentes y directivos y de paso tomar más tiempo de gimnasio para ellos que son los únicos por los que no pasan las carencias. Felicidades a todos mis colegas y atletas que siempre dimos, dan y daremos el máximo esfuerzo de corazón y sienten el rigor de días, meses y años de entrenamiento bajo condiciones de todo tipo. Un abrazo a todos y sigamos esperando que se le dé la merecida atención al deporte.
Reconocimiento a nuestros deportistas que a fuerza de coraje y corazón demostraron que el deporte es derecho del pueblo.