Esta pudiera ser una crónica extraña. No es, como es usual, por aquellos, que, en medio de una batalla campal, han logrado subir al difícil podio panamericano de Chile o por quienes han logrado la gloria máxima con un título.
Pero esta se me antoja necesaria para un muchacho que logró, para mí, una medalla simbólica, del corazón y que merece el mayor de los aplausos.
Porque lo que hizo el jovencito Diorges Escobar este lunes en la competición de máximos acumuladores de la gimnasia artística arranca el mayor de los elogios, aunque casi todas las miradas se centren en su lugar catorce que le alejó sobremanera del podio.
A minutos de comenzar las competiciones en el Centro de Deportes Colectivo de Santiago de Chile, el muchacho de Kilo-12 sufrió una caída estrepitosa en las anillas al romperse una de las manillas que debía sujetarlo, mientras cumplía su rutina de calentamiento.
El golpe mayor, según narra el propio Diorges, fue en la espalda, al punto que pensó en ese instante que quedaría inválido y tuvo miedo de no sentirse las piernas. También le dolieron el talón y la planta del pie.
Imaginarlo duele… por eso supongo el tamaño del sufrimiento de quien lo sintió en carne propia, mucho más al tener delante de la ilusión panamericana y olímpica, el sueño acariciado por tres años o una vida incluso.
Escobar pudo no seguir por su salud, por su vida, por su futuro. Pudo elegir no seguir, tal como en un inicio le pidieron su entrenador, su médico y sus compañeros, quienes, seguro, pensaron primero en el hombre, en el ser humano.
Pero en Diorges pesó más la convicción y el compromiso que el dolor intenso. Tenía ante sí seis aparatos por vencer y un reto personal que cumplir. “Quería seguir porque me estaba jugando la plaza olímpica y no quería perder esa oportunidad y le dije a mi entrenador que continuaría mientras soportara el dolor”.
Y esa fuerza interna de la que hablan tanto los atletas, le ayudó a pasar, con el corazón en medio del pecho, los seis aparatos exigidos a los máximos acumuladores. “El dolor era tan intenso que a cada rato tenía que darme tratamiento con hielo y eso me contraía por el frío”, confesó después.
Diorges Escobar se dedicó a aguantar el dolor, mientras competía con decoro, con corazón y con esa dichosa mala palabra que auxilia a los deportistas cubanos en Chile. Dice él mismo que dio “lo máximo” porque “el dolor me limitó demasiado” y “no pude hacer las cosas como siempre las he hecho”.
Digo yo que dio algo más que lo máximo y ganó la batalla del honor. Creo incluso que aun sin la caída, le hubiese sido difícil llegar a las medallas porque su récord personal no llega a lo logrado por quienes coparon el podio, aunque el impacto del golpe le impidió mejores ejecuciones y, por añadidura, mejores puntuaciones.
No pudo esta vez reinar, como en El Salvador cuando fue campeón del all around. Pero Diorges Escobar ya tiene pegada en su pecho la medalla del respeto y la dignidad, aunque suene a lugar común de las crónicas periodísticas.
Quiere incluso, aún con el dolor, competir el miércoles en la final de las paralelas porque “no puedo perder esa oportunidad, quiero tener un resultado panamericano porque vi que puedo alcanzarlo”
Porque la vida suele premiar a los que se esfuerzan y sacrifican, ojalá veamos de nuevo a Diorges salir al Centro de Deportes Colectivo de Santiago de Chile, si el golpe y los dolores definitivamente se lo permiten.
Diorges es de los campeones. No deja duda. Es corazón y enteresa. Un deportista grande.
Diorges ya consiguió la medalla del honor y la dignidad. Es un joven corajudo de la estirpe de los que hacen suyo esa frase de que !Aquí no se rinde nadie!