Cuba tiene dos pelotas. Una será, desde ahora, la del Clásico en el que se ubicó entre los cuatro grandes y otra, muy diferente, es la que nos queda acá: la Serie Nacional que estrenó su edición 62.
Aquella es la que nos “limpió” la imagen internacional tras varios descalabros y la que hizo subir al béisbol un escaño en el ranking, para lo cual apelamos a un equipo mixto con la incorporación de emigrados que se desempeñan como profesionales en ligas foráneas, incluida la Major League Basseball (MLB). O sea, que para poder “brillar” apelaremos a esta pelota cada cuatro años, o cada tres, como ahora, que se anunció el Clásico para el 2026.
Reitero que aplaudo esa visión inclusiva, aunque sin algunos excesos y extremos de los que ya he hablado. Mas para no perdernos en falsos triunfalismos, es preciso anclar cualquier análisis con los pies bien puestos en la tierra, porque si bien es cierto que los convocados y el resto de los cubanos que, mayoritariamente, juegan en las ligas extranjeras, excepto los contratados por la Federación Cubana de Béisbol, se formaron aquí, muchos hace rato no están y su ascenso o desarrollo lo han experimentado más allá de nuestras fronteras.
Por tanto, para no “emborracharnos” con el espejismo del V Clásico, es mejor aterrizar y entender que los saldos de este no son la expresión del nivel, ni de la calidad actual de la “otra pelota”, esta que empezó con una Serie Nacional supeditada a los designios internacionales, pues, por los eventos que tocan este año, “machucamos” su cronograma con cinco juegos seguidos en cuatro días, que si bien fue la única opción debido a los Juegos Centroamericanos y Panamericanos que vienen, atenta contra la salud del evento y sus protagonistas, sobre todo de los lanzadores, esos que a ningún equipo les sobran para aplicar especializaciones, como en el Clásico.
Esta pelota es la que ha debido beber de novatos (más de 180) ante las ausencias de los muchos peloteros que han emigrado y de otros que declinaron participar porque el béisbol no les garantiza la manutención de su familia ni tampoco les resuelve problemas propios.
De hecho, la fórmula aplicada para el Clásico les dejó un mensaje claro a algunos: es mejor emigrar para ser elegible para el Cuba, por duro que esto suene.
A partir de aquel evento se ha exacerbado la matriz de opinión, sobre todo mediática, de la necesidad de cambiar, de mejorar la atención a los atletas, de lograr mayores incentivos para los que juegan en la Serie Nacional y otros etcéteras como eliminar dogmas, sistemas de trabajo y de gestión. Y claro que habrá que seguir cambiando, sobre todo, la mentalidad, la concepción y las estrategias de juego, para corresponder con los designios del béisbol moderno, pero tampoco se le pueden pedir peras al olmo.
Como sucede con todos los sectores de la sociedad cubana, a esta pelota doméstica la atraviesan las restricciones y dificultades del país con su inflación, falta de liquidez, problemas con los abastecimientos y otros que evidentemente impactan en la logística para la actual contienda, defendida a capa y espada por la nación en momentos en que se han restringido y modificado los cronogramas de otros eventos.
Nuestra pelota sigue jugándose al resistero del sol y con terrenos de estadios resentidos por la sequía y la desatención. Y aunque se pudieran establecer algunas diferencias para no pagar igual a los que están en el banco y los activos, no puede hacerse mucho más en una Serie que está colgada de un presupuesto en un país que, entre sus tensiones, tiene que decidir entre comprar la leche en polvo o los productos de la canasta básica. Y está claro que por mucho que se quisiera, nunca rozará los miles de dólares que se pagan hasta en las ligas del Caribe.
Y aunque puede parecer un exceso que en su fase preparatoria los Gallos debieron almorzar solo arroz y lechuga, el menú parece salido de unas circunstancias en que los hijos menores del béisbol, o sea, los Sub-15 y Sub-18, suspenden subseries por falta de combustible y no tienen ni la vestimenta apropiada ni la alimentación adecuada. Hacia esa base y más hacia abajo, esa que también queremos cambiar, las cosas se complican más y se sostiene por el apoyo de los padres.
Nuestro evento nacional, que defiendo en su actual estructura pese a las tendencias que apuestan por quitarle la representatividad por provincias, es el que deberá sobrevivir, por la pasión silvestre de sus protagonistas con incentivos nacidos más del corazón que de otras variables, y por la incondicionalidad de sus aficionados, que amén de vivir la euforia del V Clásico, han seguido fieles a su pelota, esa que, con sus sabores amargos, es la suya, la de su terruño, la nuestra.
muy buen artículo… en mi consideración no le faltó nada…soy lector del Escambray digital y soy del criterio que ponen a disposición de los lectores articulos muy bien elaborados y sobre todo interesantes…
Muy buen artículo. Hablando claro ayudamos a despertar la sensibilidad de algunos que han olvidado cuanto hizo nuestro Fidel por el deporte en general y el béisbol en particular. El país vive una situación económica muy difícil y el bloqueo lejos de suavizarse, se arrecia; pero eso no justifica que una serie nacional no tenga garantizado BUEN alojamiento, transportación y alimentación.
Hay q buscar opciones. Hoy existen formas de gestión no estatal q necesitan anunciarse, darse promoción. Los mismos q el enemigo intenta favorecer económicamente. Bueno por qué no involucrar a esos q aman el béisbol y están dispuestos a ayudar por la salud de nuestro deporte nacional.