La sonoridad de Radio Enciclopedia abona su concentración. Su mente viaja al compás del éter, sus manos se asientan y, en un abrir y cerrar de ojos, toma vida la madera. No importa la pieza que sea. Cirilo Ricardo Hernández Martínez engalana cualquier mueble con esos finos grabados, nacidos de su don como dibujante y de esa búsqueda constante de la elegancia.
En ese empeño amanece en su taller y, desde allí, multiplica las horas para entregar a tiempo las obras. La prueba del trabajo está en sus dedos, en las curvas prolongadas de los nudillos, en sus ojos cansados, en su cara salpicada por el polvo de la madera, y en su mente, que no descansa hasta lograr el mejor tallado.
Quizás por eso todos en la comarca, e incluso hasta los de las zonas más lejanas, desean que sus muebles tengan la marca de Cirilito, como todos lo conocen en el poblado de Iguará, en Yaguajay. Y es que en sus creaciones convergen el buen gusto y las excelentes maneras de hacer.
Mas, dicho prestigio no lo ha alcanzado por arte de magia. Ha sido a golpe de esfuerzo, de trabajo constante y de un saber empírico que vino de la mano de su primer dibujo y obra de artesanía.
“Al comenzar a tallar la madera, recuerdo que cogí dos tablitas de la casa de mis padres e hice un dibujo, que lo saqué de una cómoda. Empecé sin herramienta alguna, solo tenía unas trinchas que hice con alambrones.
“Sin embargo, mucho antes de dedicarme a esto, hacía obras de artesanía. Todavía conservo siluetas de animales, de figuras religiosas y pequeños altares de pared de aquella etapa”, comenta Hernández Martínez.
Con dicha destreza moldea muebles, camas, cómodas, puertas u otros accesorios para el hogar, en los cuales esculpe hasta los más insospechados dibujos. Muchos salen de su fértil imaginación y otros los reproduce sin alejarse de la versión original. Para ello ya cuenta con herramientas que agilizan un poco más el trabajo.
“En este oficio de tallar la madera se utilizan todas las gubias. Yo tuve que crear los llamados juriles de corte y algunas gubias curvas que las hice de limas viejas, además de otros equipos que recuperé de los carpinteros viejos. Gracias a eso hoy tengo cerca de 80 artefactos para trabajar”, refiere quien se convierte en el único tallador de madera del territorio.
Cirilito no viola ni uno solo de los pasos en el proceso de creación. Sabe de sobra que los clientes necesitan la obra en el menor tiempo, pero él no entiende de apremios.
“No saco cuenta de las horas ni los días en los que trabajo una pieza. La entrego cuando está lista. Hay maderas que son muy complejas y es muy difícil la terminación. Lo más engorroso de la talladura es la lija que hay que dar a mano. Aunque hay equipos para eso, me gusta hacerlo así, rústico, porque el trabajo me queda siempre mejor”, confiesa Cirilo Ricardo.
Por ello, ajusta cada pieza de la madera y mide el lugar exacto en el que impregnará el grabado. “Un tallador tiene que ser buen dibujante y una persona muy curiosa. La elegancia del trabajo está en el arte”, apunta el creador, mientras repasa una de sus obras en ejecución. Al hablar deja entrever que, esta actividad, más que un empleo, regocija su espíritu.
“Los seres humanos somos muy complejos en los gustos, pero en los años que llevo en este trabajo nunca he tenido un disgusto con nadie. Siempre trato de hacer el trabajo y satisfacer los intereses de la gente. Yo agradezco cuando el cliente elogia mi trabajo, más que cuando me pagan”, destaca el tallador.
Por esta vocación de hacer bien su tarea, Cirilito aprovecha las bondades de la artesanía en tiempos de estrecheces de todo tipo. Con esta labor no pierde la práctica de tallar, un quehacer que requiere de no pocas habilidades.
“En estos momentos está escasa la talla de madera, y cuando no tengo nada que hacer trabajo la artesanía para no perder la costumbre, pues cuando llevas días ocioso pierdes mucho terreno en el oficio. No adelantas y te vas de la línea de la talladura que parece fácil, pero no lo es”, asegura este hombre de 60 años de edad.
Lo sabe de sobra, pues lleva más de la mitad de su vida dedicado a esta labor por puro gusto. Y es que para Cirilo Ricardo Hernández Martínez es un placer sentir el ruido de las trinchas sobre la madera, y el olor a los tableros frescos. Se siente mago al formar las piezas y al transformarlas en obras de arte.
“De todas las cosas que he hecho, lo que más me ha gustado es tallar la madera. Me gusta y vivo enamorado de mi trabajo. Darle vida a la madera es gratificante”.
Suelta estas palabras y de un tirón cae de nuevo en su taller. Allí reina la tranquilidad. Y cuando se adentra en el mundo mágico de la madera ni siquiera siente los pasos de quienes pasan a saludar. Solo mira de reojo para no volver atrás. Cirilo no pierde la concentración. Para eso tiene a Radio Enciclopedia, una sonoridad que hace que la madera luzca el color del mundo.
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