El sustantivo latino fragor aludía a la rotura de un objeto y, secundariamente, al ruido o estrépito generado por esta. Luego se especializó en el último de los sentidos, con el cual, siglos después, entró a nuestra lengua por vía culta. Así, el único significado de fragor que respalda el Diccionario de la lengua española (DLE) es ‘ruido estruendoso’: «por todos lados se escuchaba el fragor de los bombardeos y de las armas»; «el fragor del trueno en las cumbres de la sierra no había cesado».
Sin embargo, en la prensa cubana encontramos decursos como este: «Fragor popular por una gesta que no se olvida». Y no se trata de ruido o estrépito alguno, sino de «un amplio programa conmemorativo» por del levantamiento del 5 de septiembre de 1957 en Cienfuegos. En textos de otros países hispanohablantes aparecen realizaciones similares: «Están en pleno fragor los entrenamientos del equipo venezolano de tenis que jugará la serie contra Brasil»; «hinchados los labios por el fragor de los besos»; «cada vez que percibes el entusiasmo en las mejillas de ella, ese fragor que pone al describir cualquier idiotez…».
En los ejemplos anteriores fragor expresa, bien ‘entusiasmo’, bien ‘actividad’ o ‘lo más fuerte y vivo de una acción’, acepciones de la voz calor, conforme con el DLE. Incluso hay enunciados donde fragor parece aludir a los significados sensorial o físico de calor ‘sensación que se experimenta ante una elevada temperatura’, ‘temperatura alta’: «El pequeño triángulo del pubis irradia un fragor misterioso».
En ocasiones se dificulta la interpretación: «En pleno fragor de la contienda electoral, los delegados de la Escuela Oficial de Idiomas de Ponferrada difundieron ayer un comunicado público…». ¿Se nos dice que el anuncio se dio a conocer en un momento de máxima actividad o intensidad de las elecciones? ¿O que se divulgó en medio del abigarrado ambiente sonoro de anuncios, discursos, mítines y debates electorales? Otro tanto sucede con una noticia sobre el incendio de un bosque en México «que se llevó, con el fragor de las llamas, la vida de 11 personas». ¿Se habla de las altas temperaturas o, retóricamente, del estrépito del fuego?
Notable ambigüedad acarrean los giros —de abundante uso y apreciable grado de fijación— al fragor de ~ en el fragor de, seguidos por los términos la batalla, la lucha, el combate, la contienda y otros afines. Aunque puede colegirse un significado relativo al sonido o ruido, en algunos textos parece utilizarse fragor en el sentido de calor ‘lo más fuerte y vivo de una acción’, a semejanza de al calor de ~ en el calor de; y en otros, da la impresión de que la secuencia ofrece una mera referencia temporal o causal, de significado próximo al de la preposición durante o al de la locución a raíz de: «las investigaciones asociadas al caso del problema nacional cubano, es decir, a la indagación del devenir histórico-social cubano que nació al fragor de [~ durante, ~ a raíz de] sus luchas emancipatorias…».
Vale, por último, apuntar la presunción de que el solapamiento entre calor y fragor pudo obedecer a la similitud fónica de ambas, bajo el influjo de la asociación de fragor con fragua ‘fogón en que se caldean los metales para forjarlos’.
Asimismo, hay otro vocablo que se emplea, no solo en Cuba, con un significado diferente al de los sonidos que siempre ha denominado: estertor. Creación del latín científico moderno, estertor se afianza en nuestro idioma en el siglo XIX. El DLE registra una acepción para el español general, ‘respiración anhelosa, generalmente ronca o silbante, propia de la agonía y el coma’, y una propia de la ciencia médica, ‘ruido de burbuja que se produce en ciertas enfermedades del aparato respiratorio y se percibe por la auscultación’.
He aquí un ejemplo de su uso normativo: «El Guacha yace en el piso, emitiendo sus últimos estertores». En los siguientes, aun cuando estertor se utiliza figuradamente, sigue aludiendo a un sonido: «En el cuarto sólo se escuchaban los últimos estertores de la risa de Arturo»; «Casi no se dio cuenta de los estertores del motor antes de apagarse». Pero en estos otros, estertor designa un movimiento espasmódico o convulsivo: «No había nadie, solo un cuerpo sudoroso dando estertores en la penumbra»; «se filtra a los huesos con un temblor igual a los estertores de la muerte»; «Kurt se agita a su lado y Leonor se sobresalta, es un movimiento parecido a un estertor».
Que, en la acepción del español general, estertor se asocie con los momentos previos a la muerte debió propiciar un deslizamiento semántico entre las manifestaciones físicas de la agonía y que el nombre de las convulsiones haya empezado a permutarse por el de la respiración anhelosa. En los ejemplos que cito a continuación se verifica la íntima conexión entre uno y otro, que explicaría el trueque metonímico: «la víctima imploraba piedad a mis pies, o convulsionaba sacudida por los últimos estertores de la agonía», «mirándome impotente desde el suelo en medio de unos estertores agónicos que lo sacudían y lo estremecían».
Además de cultismos, fragor y estertor son voces casi exclusivas de los registros formales y de la lengua escrita. Amerita evaluarse el arraigo y difusión de los cambios semánticos producidos en ambos, para considerar su inclusión en la lexicografía académica, sobre todo los de fragor, que acaso vengan ocurriendo desde inicios del siglo pasado, de acuerdo con la documentación histórica.
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