Con sus 75 años cumplidos, el doctor Antonio Hernández Alegría hace cada día honor a su segundo apellido y desdice el estigma de los resabios en la vejez. Aunque se ha desempeñado como evaluador en múltiples exámenes y tribunales, el teatro de la Universidad espirituana se pone de pie en pleno para aplaudirlo cada vez que por alguna razón lo nombran.
Su sencillez seductora y ese carácter afable que lo acompañan le han granjeado una especie de cariño universal que le prodigan alumnos y profesores mientras transita esta mañana por los pasillos universitarios donde algunos lo saludan, otros lo consultan y un joven profesor universitario nos regala el título de esta entrevista: “¿Qué cuenta el más alegre de los doctores?”.
Usted recuerda a una especie de comodín que les simpatiza a todos, ¿cuál es su receta para caerles bien incluso a quienes evalúa?
“Hay una receta pedagógica que me la enseñó el profesor emérito para la Universidad Central de Las Villas Juan López Palacios y que he seguido siempre: tener mucho tacto pedagógico con los estudiantes, que sepan que el método fundamental que uno tiene es la palabra y que el medio fundamental son las relaciones humanas y la comunicación que establecemos con ellos.
“Esa estrategia la he mantenido en mi vida pedagógica y los alumnos se han mostrado muy motivados siempre por la docencia, tanto en pregrado como en posgrado, a los maestros les encanta que yo les dé clases, utilizo la neuropedagogía como elemento fundamental, relaciono la experiencia pedagógica que tiene cada maestro y la experiencia pedagógica que tengo yo para reflexionar y sacar nuevas ideas. Ante todo, soy carismático y utilizo el tacto pedagógico para saber a qué tipo de alumnos tengo delante y cuál es la vía a seguir con cada uno de ellos”.
¿Por qué nunca quiso transitar a la categoría de Profesor Titular si todos coinciden en que le sobraban condiciones?
“Muchos compañeros insistieron para que yo fuera Profesor Titular. Me convalidaron el idioma extranjero porque estudié en Rusia. Sin embargo, un compañero que era el jefe de eso me exigió que me preparara con la informática y yo no la dominaba mucho. Cogí un disgusto tremendo con aquello porque consideraba que no me lo merecía y eso me hizo renunciar.
“No debí haberlo hecho, como tampoco debí haber dejado de manejar, esos son algunos de los errores que he cometido. Pero sin ser Profesor Titular me han reconocido y he trabajado siempre como si lo fuera, los espacios han estado abiertos siempre para mí”.
De profesor de Biología transitó bruscamente, por necesidades docentes del país, hacia la Licenciatura en Filosofía, que ejerció en el Instituto Superior Pedagógico de Villa Clara. Y en 1982 partió hacia la ciudad de Kiev, antigua Unión Soviética, a cursar el doctorado en Ciencias Filosóficas, una experiencia que lo marcó para toda la vida y que aún describe como “agradable e interesante”.
Pero, con el derrumbe del campo socialista algunos han cuestionado los conceptos pedagógicos y filosóficos de la antigua Unión Soviética, ¿cómo valora la formación que recibió allá, a tanta distancia geográfica y cultural?
“Le agradezco mi formación a la muy prestigiosa Universidad de Las Villas, donde siempre me quieren y estimulan, pero si no hubiera hecho la preparatoria en La Habana no hubiera podido ir a la Unión Soviética porque La Habana me hizo gente.
“Yo era de procedencia campesina y el arique no lo podía acabar de soltar en Santa Clara. Aquel año en La Habana, con los profesionales de todas las provincias, los talleres, los seminarios con los profesores rusos, todo eso me permitió desarrollarme profesionalmente y me dio posibilidades para comprender mejor luego mi carrera en la URSS.
“Todavía desarrollo muchos métodos y hábitos de relaciones interpersonales aprendidos allá, que he mantenido como una herencia de aquellos tiempos. Allí todo fue valioso. La Filosofía tiene la unidad entre la teoría y la práctica, nosotros hemos hecho siempre una filosofía unida a nuestra práctica pedagógica, respondiendo a nuestros intereses y particularidades.
“No es por criticar, pero ellos tenían sus métodos a veces un poquito pragmáticos, sus libros teníamos que adaptarlos a las condiciones nuestras. Tengo muchas herencias profesionales y éticas de aquella formación en Kiev, pero tuvimos que hacer un reanálisis de los textos editados en la URSS para adecuar esas enseñanzas del marxismo a nuestras condiciones concretas porque los dos procesos no eran iguales”.
Algunos consideran la Filosofía una ciencia aburrida y repetitiva, ¿cómo se defiende de esos criterios?
“Si nosotros enseñamos la Filosofía por libros de texto solamente, es aburrida y repetitiva, pero si la enseñamos dándole salida y encontrándole explicaciones en la vida práctica de las personas, la Filosofía es algo interesante. Hay que llevar todo a la práctica.
“En esas posiciones la enseñanza del Marxismo-Leninismo no se convierte en palabra muerta. Las cantaletas repetitivas, recitadas de memoria por los libros no ayudan. No me gusta repetir, ni que los alumnos lo hagan, me gusta más su creatividad”.
¿Cómo definiría usted a un buen profesor?
“Tiene que tener la vocación humanista dentro de la formación ética de su carrera y después tener el carisma y el tacto pedagógico, para saber qué estudiante tiene presente y saber comunicarse y colaborar con cada uno. Además, claro que para ser buen profesor tiene que tener un dominio del contenido, eso es fundamental porque es la base del conocimiento y de la preparación de los alumnos, vinculado siempre con los afectos, con la formación afectiva”.
La cobertura docente continúa hoy como una asignatura pendiente en Sancti Spíritus y en Cuba, ¿por qué considera que este problema cada vez se torna más complejo?
“El maestro constituye un elemento esencial en la formación de la fuerza de trabajo y de los recursos humanos de la sociedad. Si estableciéramos estimulaciones en el orden salarial y material el maestro debiera ocupar uno de los primeros lugares.
“Por lo tanto, al maestro habría que estimularlo lo necesario para que él no sintiera, en esta situación que estamos viviendo, tantas carencias y se pudiera mantener en su profesión. Hoy el maestro está sintiendo esas carencias económicas y va hacia otro puesto de trabajo. Hay que priorizarlo como elemento esencial de la sociedad”.
¿Y cómo podríamos superar esa especie de desdén que muchos jóvenes, familias y hasta algunos docentes exteriorizan por la profesión del maestro?
“El Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, planteó en una reunión que había que estimular a los maestros para que sintieran amor por lo que realizan, pero eso no se puede quedar en la teoría sociológica, sino que tiene que pasar a la práctica. En dos programas de la Mesa Redonda hubo quejas sobre el salario y no hubo respuesta, eso se pasó por alto, se están pasando cosas por alto que no se debían pasar”.
Con más de 45 años en la docencia, el profesor Antonio Hernández Alegría es toda una autoridad y referente para el magisterio en Sancti Spíritus. Se ha desempeñado en múltiples responsabilidades científicas y administrativas. En la actualidad —ya jubilado, pero reincorporado—, se mantiene activo en la Facultad de Ciencias Pedagógicas de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez, donde imparte una asignatura, se vincula a tres maestrías, atiende aspirantes a doctores y másteres y dirige un proyecto de investigación.
Su ejercicio, que constituye dechado para alumnos y colegas, ha sido reconocido con múltiples premios y distinciones. En sus clases y evaluaciones prefiere el diálogo y el debate enriquecedor, antes que la repetición y el dogma inútil. Ha asesorado ocho tesis de doctorado y más de 50 de maestría con resultados satisfactorios. Como investigador ha profundizado fundamentalmente en las temáticas relacionadas con la formación en valores y la ética.
La formación en valores constituye un tema impostergable en la sociedad cubana de hoy, ¿a qué conclusiones principales han llegado en sus estudios?
“A veces la labor educativa no se aplica como debía aplicarse, con todas las exigencias con respecto a lo que direcciona la política educacional. Por lo tanto, en unas escuelas logramos mejor resultado que en otras con respecto a la formación de los muchachos en los valores que aspiramos en la sociedad cubana.
“Pudiésemos hablar de tres escalas: están los que han asimilado los valores de la cubanía y el patriotismo, no hemos perdido el tiempo porque ha habido muchas personas que han mantenido esos valores y por eso estamos resistiendo todavía en Cuba; en segundo lugar, existen los que no les interesa ni un lado ni otro, son indiferentes; y en el tercer escalón se encuentran quienes no les interesa esto. Es decir que existen tres subdivisiones sociales”.
¿Y cuál de estas escalas predomina?
“Creo que todavía en estos momentos están predominando los valores de la cubanía, somos muchos los cubanos que estamos aquí defendiendo esta posición y si no hubiera valores, con esta situación que estamos viviendo hoy, Cuba ya se habría ido a pique”.
¿Considera que la sociedad cubana vive actualmente una crisis de valores, en particular entre los jóvenes?
“En casi todas las sociedades existe una crisis de valores. Aquí la crisis de valores está presente cuando no se puede revertir la situación para que cada joven pueda elaborar su proyecto y su sentido de vida de acuerdo con el modelo económico y social del país. Se necesita revertir esta situación para que las nuevas generaciones puedan proyectar su vida y elaborar un sentido de vida aquí”.
¿Cuáles considera los principales desafíos de la UNISS hoy?
“La Universidad tiene varios desafíos, el primero es formar un ciudadano profesional, es decir, que a la vez que sea profesional sea una persona del país; el segundo desafío es formar un profesional que quiera vivir en Cuba y que prime en él el sentimiento de cubanía; la tercera cuestión es potenciar el vínculo con la comunidad, con el desarrollo económico y social de la provincia”.
Este anciano pícaro, vivaracho y bromista mantiene una agilidad mental envidiable. Orgulloso de su hija psicóloga y una nieta que le siguió los pasos al graduarse de Sicopedagogía, en su currículo personal atesora despistes antológicos como no advertir que su esposa había bajado del carro y dejarla abandonada en la autopista.
Hijo de padre campesino y madre isleña, a pesar de que su profesión le ha dado la posibilidad de visitar Brasil, Venezuela y Panamá, siempre regresa a su conuco de Punta de Diamante: “Es un problema de identidad, que yo la defino como aquello sin lo que no puedes vivir, esa es la verdadera identidad. Allí nací, mis padres me formaron, hice mis primeros estudios, luego mis suegros ayudaron a mi señora a criar mi hija en ese lugar y después no los quería dejar solos a ellos. Decidí quedarme allí para siempre”.
En verdad ha sido Maestro de generaciones, un verdadero ejemplo a seguir, pues ha inculcado a sus estudiantes y colegas el amor por la profesión y un gran humanismo que dimana de su propia personalidad. Siempre ha trabajado para enseñar e inculcar valores, nunca para acumular méritos. Honesto, inteligente, revolucionario, gran compañero, son algunas de las cualidades que más lo identifican. Se merece todo el reconocimiento, pues en la Universidad de SS. ha sentado por muchos años, Cátedra de conocimientos y Maestría Pedagógica.
Antonio Alegría es un excelente profesor y personas. Larga vida les deseamos sus colegas.