Competir bien y superarse a sí mismo es, para mí, el reto mayor que afronta cada deportista cubano en los XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe que encendieron su llama oficial este viernes en San Salvador, pero que abrieron sus competiciones desde el pasado día 21.
Al menos esta vez, la delegación de la isla viajó más asida al realismo que al triunfalismo que nos ha acompañado en otras ocasiones, con la intención de luchar por el segundo lugar por naciones, luego de que México le ganara en buena lid en la versión de Barranquilla, Colombia, hace cinco años para dominar en el reinado histórico por países, con un total de 12 primeros lugares, debido, también, a las ausencias de Cuba en varias versiones.
Los aztecas, que en el 2018 terminaron con el dominio cubano desde la versión de Panamá 1970 hasta la de Veracruz 2014, salen nuevamente como favoritos para encabezar el medallero, en tanto los antillanos deben sentir, otra vez, el acecho de Colombia y Venezuela, las otras dos naciones de fuerza entre las 37 asistentes.
De tanto mencionarlo, parece, incluso, frase hecha. Pero hay que remarcar que los atletas cubanos asisten en medio del escenario más complejo de su historia, signado por el impacto de las carencias económicas del país que tocan al deporte por todos los bandos y le limitan la preparación interna y externa, la alimentación, la logística toda, a lo cual se une el éxodo de figuras importantes de la totalidad de los deportes en los últimos años y que, ojalá, no se acreciente en esta cita.
No puede desentenderse que mientras la isla ha retrocedido en sus resultados deportivos, otros países del área se han desarrollado, lo que augura una lucha más cerrada para acceder a las medallas, aunque se sabe que a estos juegos no asisten varias de las principales luminarias de esas naciones, y eso les concede cierta ventaja a los nuestros que, en la mayoría de los casos, se llevó lo mejor que tienen.
Cuba asiste, además, con una delegación esencialmente joven (cerca del 24 por ciento de los 503 atletas repiten en citas regionales de este tipo y el promedio de edad es de 25 años) y de manera general interviene en 38 deportes. Además, estará en el 81 por ciento de las pruebas convocadas.
Para batallar por los saldos superiores, los mejores aliados deben ser la efectividad y ese infatigable desafío de superar marcas personales y colectivas. De nuevo los deportes de combate se perfilan como los máximos aportadores de medallas: boxeo, lucha, judo, taekwondo y esgrima; también el canotaje, el tiro, el hockey sobre césped, el atletismo —este último no con la fuerza de otras ocasiones—, el ajedrez —que ahora debuta—, el voleibol, el polo acuático masculino y el balonmano, a pesar del reciente abandono de sus más recientes figuras. Le concedo al béisbol el beneficio de la duda, dada la fuerza de este en varios países de la región.
Un ente motivador, además del talento y la probada capacidad competitiva de los atletas cubanos, puede resultar el hecho de que varias pruebas (142 en 13 deportes) tienen opciones clasificatorias para los Juegos Panamericanos de Chile, en tanto otro catalizador puede significar el crecimiento deportivo experimentado por algunas figuras contratadas en el deporte profesional.
No obstante, ni Cuba está en posición de arrasar, ni será cosa de coser y cantar para lograr entre los 70 y 80 títulos que anunció la delegación como pronóstico que le valide el segundo lugar.
La vitrina de San Salvador y de Santo Domingo, República Dominicana —país que acogerá a siete deportes como subsede—, debe arrojar algunas luces de cara al otro evento que demandará de un esfuerzo mucho mayor este propio año: los Juegos Panamericanos, y también para el otro que cierra el ciclo olímpico de París 2024, mucho más exigente aún.
Mas, para los amantes del deporte, la cita centroamericana, que concluye el 8 de julio, puede ser una buena opción de disfrute en este verano.
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