El nacimiento de una flor es un milagro verdaderamente asombroso, como también la relación especial que se da entre la flor y el jardinero. Siembra y moja la tierra esperando que la semilla germine. Cuando la planta pide agua, riega. Si necesita más luz o más sombra, se las procura. Si el tallo se vence por el viento, coloca una guía que lo sostenga.
Ser jardinero es un don que ha colmado de colores la vida de Antonio Eugenio López Figueroa. Y también los espacios del parque Carlos Manuel de Céspedes, antes Plaza Carrillo, sitio que ocupa, sin discusión, un lugar privilegiado en la memoria de la ciudad trinitaria.
Tony —así lo conocemos todos— decidió jubilarse el año pasado, pero estuvo poco tiempo en la casa. “Me mandaron a buscar; el parque lo necesitaba. No pude negarme y aquí estoy”, dice este hombre que ha permanecido por más de 42 años en los Servicios Comunales. Y se enorgullece por eso.
En 2005 comenzó a atender la jardinería en el espacio público y desde entonces echó raíces allí. Las flores le agradecen tanta dedicación. Los buenos jardineros —como él— están siempre atentos y prestos a prodigarles todos los cuidados.
“A las plantas hay que regarlas, saber el momento ideal para podarlas y trasplantarlas. Como las personas, cuando están enfermas, necesitan tratamiento. A veces se nos olvida que son seres vivos y merecen respeto.
“Lo de menos es que se lleven una flor porque casi siempre es para regalar a la pareja o poner en el cementerio a un ser querido, pero me duele ver cómo arrancan los tallos o entran a los jardines delimitados por las rejas”.
Se avecinan tiempos intensos para Tony. Son estos meses los de mayor ajetreo en la ciudad que se anima con las festividades de fin de año y por la fundación de la villa. El céntrico parque es sitio de encuentro para los trinitarios y los cientos de viajeros que coinciden en esta plaza pública, con forma rectangular y atravesada por hermosos jardines que dan vida a su glorieta. Del centro se erige altiva, desde el año 1840, una pérgola de hierro fundido, adornada de enredadoras y flores.
“Tengo muchas especies. La ixora es la que más abunda porque es bastante resistente y florece todo el año. Con las tijeras de poda hago algunas figuras que llaman mucho la atención. Se me ocurrió la idea durante la celebración del 500 de la ciudad. Y solo voy cambiando el año de aniversario”.
En otra parte del jardín pueden verse los grados de comandante y la frase “Todos somos Fidel”; más allá, está el nombre del Che; y el de Martí, cercano al busto del Héroe Nacional. “Cuando paso las tijeras bien bajito, todo el mundo tiene que ver con esos dibujos”.
Además de estas flores de color rojo, Tony se desvive por el resto de las plantas ornamentales que crecen en la plaza pública. Entre ellas el jazmín de variedades, las estefanotas, el ítamo real y el ocuje. “La ipomea, que siempre estuvo en el parque, ya no existe. Hay especies que han desaparecido y no hemos podido lograrlas más”.
Pero hay otros enemigos del verde y la armonía de la naturaleza. La sequía, el cambio climático y hasta el polvo del Sahara no perdonan. “En estos meses necesitan mayor cantidad de agua, pero no siempre hay en la cisterna. No dejo de pedir la pipa, pero no somos una prioridad”, se lamenta.
“Algunas especies envejecen y necesitan renovarse. Eso también es un problema. No tenemos un vivero propio y dependemos de los envíos de otros municipios.
“En octubre rompen los nortes y era el tiempo ideal para hacer la poda sanitaria. Nos cansamos de pedir un andamio y hace solo unos días que apareció. Cortamos con machete porque tampoco tenemos una motosierra”.
Y Tony, el guardián de las flores, sufre. “Trabajo la jardinería en la menguante y en la creciente. Las plantas te lo agradecen; tienen personalidad propia y muchos beneficios. Algunas son medicinales, otras mantienen la belleza o dan mucho placer”.
Sentado en la glorieta, revela su pasión por el oficio este hombre delgado y carismático, que lo mismo se encarama en un andamio —a pesar de sus años— que barre los dos parques bajo su tutela: el de Céspedes y el de Las Madres, a solo unos pasos.
Dos veces ha cedido la pérgola a la furia de ciclones. Cuando colapsó en 2005, Tony recién comenzaba a trabajar en el espacio público. Una brigada de Sancti Spíritus se encargó de recuperar la estructura metálica. “En menos de un año ya estaba llenita hasta arriba”, recuerda. Volvió a desplomarse en 2009 y desde entonces faltan campanas florecidas en su cúpula.
“No se llena porque eso lleva una malla tejida con alambre de cobre y nunca más se ha puesto; cuando la guía sube por las cerchas, le da el sol y se seca. Me duele que se esté perdiendo lo más hermoso del parque.
“Le falta iluminación también. Se han roto farolas y no se reponen. Hay guardias, pero los velan y se llevan las tablas o el mármol de los bancos. Están picando con seguetas las patas. Tengo un desconsuelo con eso…”, se desahoga Tony con la autoridad que bien se ha ganado como protector de las plantas, combatiente internacionalista en Angola y juez lego también.
“Yo no tengo horario para trabajar; ahora en el tiempo de seca vengo por las tardes para regar las plantas. Siempre me las arreglo para buscar un poco de agua porque, si no la tienen, pueden morir.
“Lo mismo hago con los productos que se usan, como abono y otros para combatir las plagas. No contamos con ninguno de ellos. Utilizo la borra de café, o el agua de la leche y de las carnes. No es lo ideal, pero mi mayor preocupación es mantenerlas saludables.
“Me hicieron un documental para el Canal Habana. En aquel momento lo valoraron como el segundo parque más hermoso de Cuba; el primero estaba en Holguín. Cuando alguien celebra mi trabajo es mi mayor premio”.
Desde que nació, a principios del siglo XIX, es uno de los espacios públicos más hermosos y concurridos de la urbe. Cada quien lo lleva dentro con un significado muy íntimo, pero todos amamos su encanto.
“Si estuviera en mis manos luciera más bonito. Le hace falta pintura y sustituir el pavimento. Es lamentable ver cuánto sufren las áreas verdes cuando se hacen las actividades o por las clases de patinaje de los niños. Existen otros lugares más adecuados y no se utilizan. Sueño con verlo como años atrás”.
No hay tanta diferencia, como pudiera pensarse, entre el quehacer de un artista y el de un jardinero como Tony. “Es especial por todas las cosas lindas que puedes crear con la ayuda de la naturaleza. Quiero a las plantas como a mi propia familia.
“Por eso sigo aquí, sufriendo un poco, pero amo demasiado las flores”.
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