Del niño gordito y blanquito por lo que su abuelo materno lo bautizó como Coquito quedan algunos trazos. La sonrisa y las ganas de descubrir sus entornos son, tal vez, los más definidos después de tanta lluvia.
“Fui su adoración. Pero, mientras crecía, empecé a hacer ciertas maldades y perdí el diminutivo”, explica Rigoberto Rodríguez Entenza, Coco desde entonces para el mundo, salvo documentos oficiales y firmas de libros.
Es así que por su nombre de pila pocos lo conocen. Ni él mismo en más de una ocasión ha devuelto el saludo al llamarlo Rigoberto, ni tan siquiera en los más encumbrados escenarios culturales, donde este espirituano ha sabido ganarse su lugar por su obra siempre apegada al análisis desde la serenidad.
“El origen de mi interés por el arte está más en la palabra que en otra cosa. Mi familia, de origen campesino, tenía un extraordinario gusto por la palabra. Mi abuelo solía llevarme a Caracusey y allí a casa de un amigo con quien para ese entonces yo creía que hablaba con música, es decir, con cierta musicalidad. Después supe que eran décimas. Él escribía y el ser descendiente de una familia conversadora, sin duda, fue la clave”.
Regresa Coco a esos días con olor a tierra mojada, despertar temprano por el ajetreo de los hombres y mujeres que salían al campo y donde la narración oral era un acto cotidiano.
“Cuando fui a un espectáculo de narración oral le di otro sentido a la palabra. Ese gusto por ella y la comunicación me llevó al teatro. A partir de ahí empezó mi vocación por las artes que ha terminado en dos variantes: literatura y teatro y dentro del mismo, la narración oral que nunca he dejado de hacer”.
Fueron los años del preuniversitario con la música de Silvio Rodríguez de cabecera que le empujaron a subir a un escenario y hasta dejar los primeros trazos en el papel, más allá de las notas de clases.
“No tenía intención de ser escritor. Solo escribía y salvo un texto, el resto no quedó como evidencia”.
Concluida esa etapa de tanta creación empírica, impulsada por los bríos juveniles, la Escuela Nacional de Arte le abrió sus puertas hasta que retornó a Sancti Spíritus con un título que confirma a Rigoberto Rodríguez Entenza como egresado de la especialidad de Arte Teatral.
“Cuando terminé de estudiar traje para acá un intercambio con los escritores y el gremio cultural habanero que me permitía hacer análisis desde otras perspectivas. Pero aun no quería ser escritor. Lo que al llegar a Sancti Spíritus me encontré con Reinaldo García, uno de los grandes poetas de este país y comencé a participar en un taller literario que se impartía en la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena. Allí se reunía un grupo de jóvenes que dialogaba sobre el destino literario de la provincia y el resto de la isla. Ahí concienticé que iba a ser escritor por el resto de mi vida, aunque hiciera otras cosas”.
Dramaturgo, crítico, profesor, guionista de programas radiales y televisivos y máster en Ciencias de la Comunicación engrosan su currículo, junto a un puñado de lauros y reconocimientos como los Premios Nacionales Rubén Martínez Villena, Raúl Ferrer y el Manuel Navarro Luna.
¿De qué se viste Coco para ser el narrador oral que tanto aplaudimos?
“La sustancia de un narrador oral es no contar sino hacer la historia. Hay una tradición en el mundo de la narración cubana con nombres que la ubicaron como un acto artístico, entre ellos Luis Carbonell, María Teresa Freyre de Andrade… y que viene a su vez de otras tradiciones con componentes de la cultura africana y ascendencia española.
“La narración oral nos permite ser el centro de un espectáculo único e irrepetible. Y solo necesita de un público capaz de escuchar la historia. Por suerte, en Cuba podemos decir que contamos con ese espectador con capacidad para entender nuestras historias”.
Bien lo saben varias generaciones de espirituanos que descubrieron el don de Coco tanto en escenarios teatrales como en pleno bulevar, ese sitio donde, además, depositaba afectos a quienes se encontraba en busca de compartir el café mañanero rodeado, por lo general, de parte del colectivo de la Casa del Joven Creador por ser un eterno hijo de la Asociación Hermanos Saíz. Mas desde hace un año su ausencia en ese y otros espacios yayaberos se siente.
“Estoy laborando en La Habana, donde he trabajado y liderado varios proyectos. Pero en realidad estoy en Sancti Spíritus porque aquí hay muchos afectos, mi obra la he hecho aquí, muy poco ha nacido afuera. No tengo sentido de fatalismo geográfico. Todos los sitios tienen oportunidades. Por razones personales estoy allá.
“Agradezco a los amigos que radican en La Habana, quienes me han acogido con mucho cariño y me han ayudado a que sea menos pesada la ausencia de los afectos que se necesitan para vivir”.
Desde entonces, entre tantas responsabilidades a Coco se le encuentra como director de Ediciones Unión y al frente de muchos de los procesos del gremio de escritores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
¿Cuáles son los retos actuales de los procesos editoriales cubanos?
“Para nadie es secreto que enfrentan uno de los procesos más difíciles de los más de 60 años de Revolución. En la década de los 90, también complejos, por ejemplo, surgieron editoriales en las provincias que comenzaron a hacer libros como en Holguín, Santa Clara y aquí. Ese incipiente movimiento editorial tuvo un momento de eclosión, incluso con la obtención por algunos del Premio de la Crítica.
“Luego mejoró la situación poligráfica y vino el llamado Sistema de Ediciones Territoriales. Fue un factor fundamental porque visibilizaron a escritores y obras que de otra manera hubiera sido más difícil, aunque no podemos negar que eso estuvo acompañado de la publicación de libros que no tenían toda la calidad. Pero aún hoy quedan de editoriales que laboran con elegancia como los de Matanzas y La luz, en Holguín.
“Nadie está exento de la crisis poligráfica que tenemos, por lo que se imprimen muy pocos libros. A nivel mundial hay una crisis de papel y sus costos se han multiplicado. Por ello, hay que buscar soluciones y se tiene como una opción el mundo digital.
“Creo que lo lógico sería lograr una coexistencia entre ambos universos porque no podemos olvidar que el libro, como objeto, es una obra de arte. Además de que en nuestro país tenemos como debilidad que no todas las personas tienen acceso a la plataforma digital y no contamos con las condiciones de conectividad.
“Siempre insisto en que no podemos dejar perder esa cultura de siglos: que es hojear un libro. La literatura, como arte, es uno de los grandes hallazgos de la historia de la humanidad y los seres humanos la necesitan. Tengo como queja que la misma se enseña como una materia más y es un error. Las categorías de análisis de la literatura son las de una obra artística”.
Y esa deuda Coco la intenta saldar cuando sube al escenario académico y regala, más que clases, demasiados afectos por la palabra que deja plasmada en cada hoja en blanco.
me alegro de tus exitos, ya me habia enterado de que andabas por la capital de todos los cubanos sintiendote siempre espirituano, muchos saludos y suerte.
¡Qué buena persona Coco!…lo mejor que tiene es su humildad. Pocos conocen aquí en SANCTI SPÍRITUS lo que él de Comunicación social. Sin embargo es tan modesto.. Me alegro que estés dónde puedes hacer más…un abrazo grande Coco…