Recuerdo mis primeras visitas a la biblioteca, el olor a libros, el salón inmenso y silencioso, el espejo de ribetes dorados que cuelga imponente en una de las paredes, el piano, la sección infantil, la emoción por el primer préstamo, la sensación de que no podrás nunca develar tantos misterios… El mismo lugar; la misma magia.
La Biblioteca Municipal Gustavo Izquierdo Tardío ha marcado a varias generaciones de trinitarios desde que el 23 de abril de 1963 el hermoso edificio recibiera los primeros volúmenes de los más diversos autores y materias. Nacía una institución que a lo largo de estas seis décadas se ha erigido como templo del conocimiento y guardiana de la memoria histórica de la ciudad.
Además de sus colecciones de Arte, Literatura General, Historia; de sus Fondos Raros y Valiosos, y de los casi 70 000 ejemplares que atesora, la biblioteca trinitaria es en sí misma una de las joyas arquitectónicas de la ciudad. El inmueble —de notable estilo ecléctico— formó parte de las propiedades de la familia Mauri en los años 20 del siglo XIX y luego funcionó como El Liceo, sociedad de la alta burguesía local.
Bañado por la luz que penetra desde las grandes ventanas, el interior seduce por el brillo de los pisos de losas negras y blancas, la elegancia de las columnas, el falso techo de yeso decorado con motivos florales y recuadros donde predominan fondos azules y dorados, y el patio central, con su fuente al centro, rodeado de arcadas de medio punto cerradas con puertas de tableros y persianas francesas; cada elemento realza la exquisita geometría de esta arquitectura.
LA BIBLIOTECA POR DENTRO
La institución cuenta con varias salas de prestación de servicios, entre ellas la de Literatura General, Arte, Infanto-juvenil, la hemeroteca y la de extensión, pero es la de Fondos Raros y Valiosos el sello distintivo de este centro, gestor de otras iniciativas dirigidas a la promoción de la lectura y que se trasladan también al ámbito comunitario.
Como una verdadera reliquia valora Felicia Argüelles Montalván, directora de la biblioteca, la colección de libros de autores locales o que están referidos a Trinidad, desde los tiempos en que visitó la villa, en 1801, el célebre naturalista alemán Alejandro de Humboldt. “El más antiguo data del siglo XVII, un Glosario de términos latinos, tomo II, el cual perteneció al abogado, historiador y diplomático trinitario Rafael Rodríguez Altunaga, quien falleció en esta ciudad en 1973”, precisa.
En cuanto a cantidad y calidad, el fondo bibliotecario posee un balance adecuado, pero la actualidad sí se resiente. “Este año, por ejemplo, no hemos adquirido ni un solo ejemplar”, admite la especialista, quien se refiere a las vías para la renovación de las colecciones a través de compras a la librería y la Ley del Depósito Legal, con el propósito esta última de garantizar la salvaguarda y difusión del Patrimonio Bibliográfico de la nación.
De estas carencias se lamenta también Maritza García Hernández, quien se desempeña en la sala Infanto-juvenil. “Hay libros desaparecidos como el clásico Había una vez. Otros están muy limitados, y eso afecta el trabajo de promoción de la lectura que hacemos desde edades tempranas. En ocasiones los padres vienen con niños pequeños en busca de textos cortos, con ilustraciones y letras grandes. Me gustaría mucho ver crecer nuestras colecciones”, dice y se le ilumina el rostro como si narrara uno de los cuentos de Oros viejos, de Herminio Almendros.
Y es que el encanto de estos lugares no sería posible sin las personas que trabajan en ellas. De manera silenciosa, día a día, los bibliotecarios acortan distancias entre libros y lectores, y forman, sin darse cuenta, parte de nuestras vidas.
Por ello muchos recuerdan con nostalgia aquella guagua convertida en biblioteca ambulante que en los años 60 recorrió varios asentamientos rurales del territorio para fomentar el amor por la lectura no solo en los niños, sino entre las amas de casa y los propios campesinos.
A bordo del Bibliobús, Evencio, un hombre de sensibilidad profunda, encarnó el espíritu y la vocación vivos en el colectivo de la biblioteca trinitaria, a pesar de los problemas constructivos y de otra índole que pesan sobre la institución y el valioso patrimonio bajo su tutela.
LA MEMORIA HISTÓRICA DE LA CIUDAD, ¿A BUEN RECAUDO?
Aunque resulta un edifico de alto valor patrimonial, en el inmueble que ocupa la Biblioteca Gustavo Izquierdo Tardío asoman las marcas del tiempo y el deterioro. La más visible, la sala Infanto- juvenil; en peligro de derrumbe hace más de 10 años, “y a la que no se le ha hecho nada”, se lamenta Felicia.
“Tenemos problemas en casi toda la carpintería. En el año 2017 se acometió la restauración de las puertas y ventanas del patio interior, pero no fue un buen trabajo”, agrega al tiempo que reconoce el alcance de algunas labores ejecutadas por la Oficina del Conservador de la Ciudad y el Valle de los Ingenios; “pero terminado no hay nada”, acota.
La pérdida de la suscripción de las publicaciones periódicas impresas resulta otra de las insatisfacciones de todo el colectivo. Según refiere Felicia, desde el mes de octubre del pasado año dejaron de recibir la prensa, lo cual confirma Rigoberto Molina, jefe de la oficina de Correos en el municipio, quien agrega que la disposición se extiende a todo el sector estatal como consecuencia de las limitaciones financieras y de recursos en el país.
En las circunstancias actuales, la normativa se entiende y las excepciones también, pues las bibliotecas públicas no pueden prescindir de ese servicio que permite preservar parte de la memoria histórica, así como la reconstrucción de no pocos hechos, lo cual ha sido posible gracias a la revisión de publicaciones de la época. Toca a quienes tienen la responsabilidad valorar las políticas y prioridades aprobadas por el Comité Central del Partido para la distribución y comercialización de la prensa.
A otra amenaza se exponen los ejemplares que componen los Fondos Raros y Valiosos, sometidos a los efectos del calor y la humedad. De las malas condiciones para la conservación de estos y otros libros ha alertado la directora, y también Claudia Toledo Jiménez, licenciada en Ciencias de la Información y especialista principal de la Biblioteca Municipal de Trinidad.
Aunque no disponen de medios informáticos por la rotura y obsolescencia tecnológica de las cuatro computadoras que muchos años atrás se asignaron al centro, la joven bibliotecaria se encarga del trabajo en las redes sociales y de la actualización de la página institucional en Facebook, creada en la etapa de la covid a fin de mantener la interacción con los usuarios.
La gestión de cursos, talleres, conferencias para la superación de los trabajadores y la participación en eventos científicos nacionales validan las competencias profesionales de Claudia, que no renuncia a sus sueños.
“Al principio —confiesa—, no quería venir para acá. En la boleta de ubicación puse como primera opción el Centro de Documentación de Malibrán porque tiene mejores condiciones. Cuando conocí el trabajo que se realiza aquí me enamoré de este lugar y ya llevo cinco años”.
UNA BIBLIOTECA VIVA
Avances tecnológicos, Internet, libros digitales… Sin embargo, los libros perfectamente organizados en los estantes de la biblioteca te envuelven nada más entrar y brindan la oportunidad de conocer nuevas historias, viajar y aprender. “A nuestra institución vienen muchos usuarios, niños con sus padres, estudiantes, investigadores. En mi opinión no hay diferencias entre un texto impreso y uno digital. De todos modos, el problema es leer”, afirma convencida Felicia.
“El libro es fuente de todo el conocimiento e independiente de las nuevas tecnologías, siempre estará ahí para consultarlo”, coincide Heberto Téllez Cárdenas desde el departamento de Extensión y un apasionado del trabajo con las minibibliotecas.
Se trata de colecciones que se conforman en dependencia de los intereses de los lectores. “En estos momentos tenemos más de 20, de ellas seis rurales en varias escuelas primarias, el preuniversitario y centros laborales, como la fábrica de tabaco, el taller de discapacitados y la casa del abuelo. Se hacen presentaciones de libros y narraciones orales, entre otras actividades”, cuenta el bibliotecario quien también conduce una sección literaria en la radio local.
El trabajo con niños del Programa Educa a tu Hijo y de la Enseñanza Primaria resulta uno de los momentos que más disfruta Maritza, una mujer bajita y carismática, con el don de cambiar la voz mientras los pequeños escuchan fascinados relatos de La Edad de Oro y de Historias de animales.
“Para desempeñar esta labor lo primero es ser un conocedor de la literatura infanto- juvenil, así como entender las características de las diferentes edades para impartir de manera adecuada las actividades”, comenta a Escambray, que asiste esta tarde a uno de los encuentros del círculo de interés Amigos de José Martí en la propia sede de la institución, con tres sucursales más en Casilda, el batey del antiguo central FNTA y Pitajones, esta última en el lomerío trinitario.
No hay duda de que las bibliotecas son lugares llenos de magia, donde habita el espíritu de los libros y de quienes nos enseñan a hojear con infinita ternura sus páginas.
Excelente reportaje para dejar de ver a estas instituciones culturales como simples almacenes de libros viejos y antiguos. Cada día son menos las personas que no asisten a las bibliotecas, ya que a través de Internet y todas las tecnologías que se vienen desarrollando vertiginosamente en la nueva sociedad de la Información y el Conocimiento, es mucho más fácil acceder a la información por esta vía, en dependencia del tipo de necesidad informativa que se le pueda presentar a un determinado usuario, que visitar la biblioteca y buscar esa información en ella. Debemos crear conciencia en la población y trabajar en pos de salvar estos lugares tan valiosos para el enriquecimiento del conocimiento y la salvaguarda del patrimonio inmaterial y de la memoria histórica.