Al pie de la montaña de Mícara, donde se levanta majestuoso el Mausoleo del Segundo Frente Oriental Frank País García, fueron depositadas este lunes, en un mismo monolito, las cenizas de dos hombres de generaciones diferentes, pero que la vida entrelazó de manera ejemplar en el empeño de edificar un futuro de prosperidad para nuestro pueblo: el General de Cuerpo de Ejército Julio Casas Regueiro, y el General de División Luis Alberto Rodríguez López-Calleja.
Temprano en la mañana, aún sin disiparse la niebla que cada amanecer envuelve esta serranía, arribaron al histórico sitio los restos del General Luis Alberto, fallecido el pasado año, para reunirse en la eternidad con los del General Julio Casas, que ya reposaban aquí desde 2011.
Una guardia de honor, encabezada por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución cubana; Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República; y los miembros del Buró Político Manuel Marrero Cruz, Roberto Morales Ojeda, y los generales Álvaro López Miera, Lázaro Álvarez Casas y José Amado Ricardo Guerra, así como la General de Brigada Ania Lastres Morera, presidenta ejecutiva del Grupo de Administración Empresarial, fue la antesala de la ceremonia de inhumación de los restos de dos hombres de absoluta lealtad a la Patria, a quienes los unió una entrañable relación, sustentada en los principios y convicciones revolucionarias.
En medio de un silencio sobrecogedor, comenzó el desplazamiento del auto con el armón donde fueron colocadas las urnas cinerarias. Luego de su llegada a la explanada del mausoleo, la presidencia, en compañía de familiares y amigos, inició la marcha de honor.
Raúl y Díaz-Canel, tras los oficiales de la Unidad de Ceremonias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que portaban las urnas, surcaron el mausoleo hasta la llama eterna. Allí, ante los restos de los combatientes de este frente guerrillero, en señal de merecido homenaje, depositaron flores, y encaminaron sus pasos hasta el sitio de reposo definitivo de Julio Casas y Luis Alberto, muy próximo al nicho que tempranamente previó el General de Ejército para su descanso final, junto a su novia eterna, compañera de vida y de luchas, la inolvidable Vilma.
A la vera de las califas rojas, alrededor de las piedras que tanta historia resguardan, y frente a la escultura que rinde homenaje a la memorable frase que le dijera Fidel a su hermano Raúl en Cinco Palmas: «¡Ahora sí ganamos la guerra!», símbolo de absoluta convicción en la victoria, se escucharon las notas del Himno Nacional.
Y acto seguido, las urnas, custodiadas por seis ofrendas florales en nombre del General de Ejército, del Presidente de la República, de la Asamblea Nacional del Poder Popular, del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana y de sus familiares, fueron inhumadas por sus respectivos hijos. Tres salvas de fusilería que estremecieron el lomerío, seguidas del toque de silencio, dieron paso a la despedida de duelo, a cargo del Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz.
En sus palabras, el Jefe de Gobierno resaltó las excepcionales hojas de servicios de los generales Julio Casas y Luis Alberto, a quienes los distinguió la permanente lealtad al General de Ejército, así como la fortaleza política, inteligencia, sagacidad, audacia y creatividad con que acometieron cada tarea. Reconoció, además, el privilegio que entraña para él haberse formado como cuadro al lado de ellos.
Tales ejemplos, dijo, «tenemos que reproducirlos, porque constituyen paradigmas de cómo pueden avanzar y convivir generaciones diferentes, unidas en el objetivo común de preservar nuestra Revolución y sus conquistas sociales».
En estos momentos complejos que vive la Patria, añadió el Primer Ministro, «debemos tener presente el pensamiento económico de Julio y Luis Alberto, aprender de una vez y por todas a trabajar como ellos lo hicieron, sin fanfarrias, sin complacencias, sin protagonismos innecesarios, con sistematicidad y honestidad, teniendo como premisa el concepto de Revolución de Fidel y el Sí se puede de Raúl».
Para sellar el tributo, el General de Ejército, Díaz-Canel y todos los presentes colocaron flores ante el monolito que desde este lunes abriga a dos hombres de probada fidelidad y entrega.
Poco después, con el mismo amor de siempre, Raúl depositó una flor ante Vilma, homenaje al que se sumaron los demás participantes, como muestra de respeto y cariño hacia la heroína de la Sierra y el llano.
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