En uno de los escenarios urbanos más transitados de la ciudad cabecera provincial, se presenta al transeúnte la Escuela Especial Abel Santamaría Cuadrado, donde la ternura y el amor conspiran a favor de la salud y la educación, em medio de tensas limitaciones de recursos materiales, con buena cuota responsabilidad del bloqueo norteamericano a Cuba.
Docencia y la rehabilitación visual se dan la mano en la institución, donde una consulta especializada con técnicos y optometristas muy profesionales que ofrecen seguimiento todas las semanas a los pequeños del centro y de otras instalaciones educativas del territorio.
Niños estrábicos y ambliopes disfrutan la fortaleza de esta escuela, que cuenta con una maestra y una auxiliar por aula y una matrícula de seis a ocho estudiantes de prescolar a cuarto grado.
En el centro nadie está ajeno a la vida del país en los últimos tiempos, etapa donde se ha hecho más complejo el trabajo clínico enfocado en la rehabilitación visual, por sus especificidades y requerimiento de equipos de alta tecnología, muy costosos y difíciles de adquirir en su integralidad o por partes o piezas.
Pero los educadores y los especialistas de electromedicina ponen su empeño en que la escuela logre sus propósitos, con múltiples iniciativas, pero, sobre todo, con la ternura y el amor que los niños que allí se rehabilitan merecen.
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