Fidel fidelísimo

Nacido el 13 de agosto de 1926, el líder histórico de la Revolución cubana tuvo por patria al mundo

Al decir de Eusebio Leal, Fidel “se entregó sin límites a la causa de su patria y tuvo por patria al mundo”. (Foto: Tomada de Cubadebate)

“(…) creo que nací de madrugada —si mal no recuerdo, me dijeron alguna vez—; así que nací guerrillero”. En más de una ocasión, el hijo de Lina Ruz y Ángel Castro recordó el día de su nacimiento en la finca Manacas, en Birán, un pequeño pueblo de la antigua provincia de Oriente, rodeado de las aguas de la presa Sabanilla y la meseta de Mayarí.

Olían a cedro el cuarto, los armarios, los baúles; el aroma entraba sin permiso por la ventana, rodeada, también, de naranjos que don Ángel prefería cortar con tijeras, para que las ramas volvieran a retoñar.

El 13 de agosto de 1926 el llanto se escuchó en la casona amarilla y blanca, levantada sobre pilotes de caguairán y en cuyos espacios en bajo se resguardaban a los animales en época de temporal.

Ese día nació Fidel Castro Ruz, quien, al decir del ya fallecido historiador de La Habana, Eusebio Leal, “se entregó sin límites a la causa de su patria y tuvo por patria al mundo”.

Su destino —dijo— “siempre estuvo ligado indisolublemente a una causa de justicia social, por la cual sacrificaría fortuna, tiempo, momentos para los amigos… todo cuanto fue necesario dejar a un lado para llevar adelante lo que él consideró justo, conveniente y necesario para Cuba”.

José Martí, asidero del pensamiento de Fidel, enrumbó las utopías que luego hizo posible la Generación del Centenario, liderada por el entonces joven abogado. Y en esa épica se inscriben el asalto al cuartel Moncada, la expedición del yate Granma, la Sierra Maestra, el triunfo del primero de enero de 1959.

Y en la memoria, aquella marcha triunfal hacia La Habana del Ejército Rebelde; en la memoria, también, los versos diáfanos de Jesús Orta Ruíz, el Indio Naborí, que recuerdan el paso jubiloso de un ciclón de banderas, de brazaletes de azabache y grana, de barbudos con trajes de verde olivo que bajaron de las lomas luego de vencer el frío, las balas; de saciar la sed con parra del monte.

En esa hora de gozo para Cuba, también describió el poeta, reventaron las flores en todas las tumbas de nobles caídos y cantaron los huesos. En ese canto de pueblo estuvo el “Fidel fidelísimo, retoño martiano, asombro de América, titán de la hazaña”.

Arelys García Acosta

Texto de Arelys García Acosta
Máster en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus. Especializada en temas sociales.

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