Rara vez Maira Margarita Perdomo Rodríguez duerme las mañanas. Cuando el día despierta está cansada de recorrer su finca, de ver a sus animales y hasta de exprimir las horas en el empeño de que alcancen para todo lo que tiene que hacer. Por ello, desde bien cerca de las 5:30 de la mañana se encuentra ataviada con ropa de trabajo, con las botas puestas a media pierna y con una gorra que la protege de la humedad y del sol.
Y es que Maira se niega a perder de vista todo lo que ha construido a golpe de sacrificio. Quizás por ello, ni el agotamiento, ni el sudor apagan el entusiasmo que la impulsa a transitar de una punta a otra las más de 26 hectáreas de tierra que posee en su finca, ubicada en la comunidad de El Mango, perteneciente al municipio espirituano de Yaguajay.
El ajetreo de su mente hace más corto el camino. No importa si tiene que alimentar a sus animales, darles agua o desvelarse cuando alguno esté enfermo. Esta fémina es capaz de acometer cualquier labor, pues aprendió desde bien pequeña a trabajar en el campo. No por gusto hoy, a sus 51 años de edad, se convierte en una de las pocas mujeres que defiende la ganadería en el norte espirituano.
“Desde que abrí los ojos al mundo vi a mis padres trabajando la ganadería y eso sembró la semilla del amor por los animales. En la finca nos dedicamos fundamentalmente a la ceba de toro y a la producción de leche. No obstante, sembramos cultivos varios y tenemos ganador menor, sobre todo para el autoconsumo familiar”, destaca Perdomo Rodríguez.
Si bien es cierto que atender más de 200 reses no es tarea fácil, tampoco lo es mantener con éxito una finca donde hay que garantizar “desde un clavo para herrar a una bestia, una grampa para cercar, hasta machetes, limas…”. Sin embargo, Maira lo ha logrado. Y aunque sobre sus hombros recae el peso del lugar, se auxilia de vaqueros, obreros agrícolas y otros trabajadores que la ayudan a compartir las faenas.
“Yo sola no podría con todo lo que se hace aquí. Organizo el trabajo, aun cuando cada uno sabe lo que tiene que hacer. Por otro lado, asumo lo que se presente en el resto del día con los animales. Si hay algún problema tengo que salir, montarme en un caballo e ir a verlos.
“La mañana entera se va en función de los animales. Llega la caña, muele la caña, repártela… A veces son las ocho de la noche y no hemos terminado”, recalca la ganadera.
Y es que Maira, menos ordeñar las vacas, hace de todo en su finca. Nunca se ha cansado de trabajar. Sus piernas responden igual que antes y ni siquiera tiemblan cuando su respiración se torna agitada. Lo mismo limpia, cocina…, que está en todas partes, con la voluntad expresa de prestigiar lo que la apasiona.
“Siempre trato de adelantar la comida y en la casa hago lo que se pueda y, lo que no, se queda. La prioridad en esta finca son los animales. Lo demás puede esperar”, agrega la yaguajayense.
Con tal empeño desafía cada jornada y cumple sus compromisos productivos que, este 2023, se concentran en la entrega de más de 19 000 litros de leche y de más de cinco toneladas de carne. Para lograrlo, según relata, basta con profesarle amor a la ganadería.
“A los animales hay que pasarles la mano, hay que mirarlos todos los días. A veces a mí me dicen que tengo un animal enfermo, pero yo voy a verlo, porque sé en su comportamiento si está enfermo o no. Claro, eso no se aprende en la universidad, eso se aprende en la vida y en los años que llevas dedicándote a esta actividad”, confiesa Maira.
Mas esta mujer no dice las cosas aferrada a un conocimiento empírico, sino que tiene de su lado saberes de academia, aprehendidos durante su licenciatura en Medicina Veterinaria y en la maestría en Producción de leche. Con estas armas impulsa la ganadería.
“La ganadería es muy compleja. Para desarrollar esta actividad lo primero que hay que tener son extensiones de tierra, genética, comida y manejo. Nadie en una caballería de tierra puede producir leche, porque no tiene reemplazo. Y si tienes diez vacas en ordeño, tienes que tener siete u ocho novillas en reemplazo. Hay que buscar animales con potencial, ya sea en leche, carne o doble propósito.
“En mi caso desarrollo leche y doble propósito. Cruzo el Sardo Cubano, que es un animal de doble propósito, y el Bronsuí, especializado en leche. Además, tienes que tener amor por lo que haces, pues trabajamos con son seres vivos, que llevan atenciones. Hay que entregarle la vida a esto”, refiere la también máster en Producción de leche.
Gracias a estos conocimientos, Maira Margarita perfila cada actividad dentro de la finca. Tiene claras sus metas y, sin perder el rumbo, trabaja. Tanto es así que en tiempos en los que la sequía arrecia, esta ganadera sabe de sobra que hay que garantizar la alimentación.
“Lo primero es tener los animales en correspondencia con las hectáreas de tierra que se posean y, lo otro, es sembrar más comida. Cada año los períodos secos son prolongados y las primaveras resultan cortas.
“Entonces, la mayor parte del año tienes que suministrarles otra comida que no sea el pasto natural que ellos comen a voluntad. Por eso, ahora tengo caña sembrada, y quiero sembrar zacate, muy buena para alimentar a los animales, sobre todo, a los terneritos”, agrega.
En la finca de Maira Margarita Perdomo Rodríguez todo tiene su historia, su tiempo. En sus caminos está la estela de los años en los que era una muchacha, se montaba en un caballo y su mundo solo cabía en el hueco de la mano.
“Soy una mujer feliz por lo que hago. Todo lo que he hecho ha sido con mucho amor, y lo he hecho dentro de los hombres, y les he demostrado a muchos que soy capaz, lo cual me hace orgullosa de ser mujer. Soy de las que creo que las mujeres podemos tanto como los hombres”, confiesa quien ha crecido dentro de los animales.
Sin duda, sobre una cuesta de la comunidad de El Mango, en Yaguajay, se empina una finca donde la ganadería es moldeada con manos de mujer. Allí los hilos del trabajo y el amor vuelan juntos. No toman caminos diferentes, pues encumbran una actividad que flota en la memoria de este lugar durante toda la vida.
Cuando no se tiene ni idea de lo que nos dicen, hay que preguntar. La periodista escuchó una palabra y la escribió tal y como sonó fonéticamente, escribió…“Cruzo el Sardo Cubano, que es un animal de doble propósito, y el Bronsuí»
La raza “Bronsuí» no existe, la raza ganadera que existe es la “brown swiss» que traducida a nuestro idioma es “parda suiza»
La «doñita», como le dicen en aquellos lares, es un ejemplo de que la mujer si puede.
El éxito lo debe a todo ese esfuerzo y tesón que pone en lo que hace.
Hace años la conocí, hoy verla en fotos me da alegría. Ah y sigue siendo un «mujerón»
Más éxitos todavía para ella.